Las oportunidades se dan, eres tu quien decide si atraparlas o dejar-las volar.

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Era como ver una rara imagen, tal vez algo en cuarta dimisión o sabría que fuera. El punto era que en el exterior, una chica de ropa amarilla y blanca, acompañada de femeninas con colores rosas, purpuras y verdes y cabellos al viento, se acercaban segundo a segundo. Con paso firme y frentes en alto.

Mientras que ya en el interior de lugar, una jovencita con la cabeza baja, anteojos con algo de aumento, cabello en cola de caballo, una camisa estudiantil en color azul amarino y unos jeans oscuros, buscaba un lugar donde sentarse.

Justo en el momento que Melina y sus amigas entraban, la joven encontró un lugar vacío en la barra.

— ¿Hermano? —Dijo Ed a Israel, este último limpiaba una mesa vacía, mirando en aquella dirección.

—Si Ed, ya lo he visto.

¿Quién era ella y porque de pronto se hacía presente en la vida del chico?

¿Por qué diablos Melina escogía precisamente ese día para visitar la cafetería?

El joven frustrado fue hasta la cocina, lo cual fue bueno y malo porque Emma ya tenía preparado un par de pedidos.

Tenía el vago presentimiento de que la jovencita desconocida, haría lo mismo que venían haciendo otras desde días atrás, que pedirían que el propio Israel les atendiera. No obstante no fue así. El joven Salió de la cocina y disimuladamente miro, quien le atendía era otro compañero. Sintió alivio por ese lado.

— ¡Israel! —Demonios.

El joven se obligó a voltear con una sonrisa. Les hizo una seña en plan de Un momento por favor

Termino de servir ambos platos y fue hasta donde el patetico grupito.

—Hola —Melina se puso de pie y le panto un beso en la mejilla. Una de sus amigas, Rachel, se removió incomoda en su silla, apunto de ponerse de pie también, Melina le miro de la manera más fría posible. La pobre chica no tuvo de otra más que bajar la cabeza y quedarse sentada. Si, quiso saludar a Israel de la misma manera, mas no iba a ser posible, no con Melina allí.

— ¿Qué les puedo servir? —Pregunto una vez la joven volvió a su lugar.

Como ya era costumbre, simplemente no se decidían rápido.

Israel miro a sus espaldas, su colega ya terminaba de tomar el pedido de aquella extraña chica.

Sentía desesperarse, ya se estaba cansando de la falsa sonrisa en su rostro. Quería hacerlo natural pero resultaba muy difícil hoy, por alguna extraña razón.

Finalmente se pusieron de acuerdo, si, al final todas querían lo mismo.

El joven fue a la concina y dejo el pedido sobre la mesa de Emma.

Ed le alcanzo.

— ¿Ha pasado algo?

—No, solo lo mismo, actuar falsas y con risas estresantes —Respondieron el ceño fruncido.

— ¿Y qué hay de la chica de anteojos?

Isra se encogió de hombros.

—No fui yo quien le atendió. —Dicho esto se retiró de la cocina, enfocándose en atender al resto de las personas presentes, pero en el interior sabía que lo quería era andar por el lugar, observando disimuladamente a aquella extraña joven que por alguna razón le llamaba mucho la atención. Si, era atractiva, pero había algo más.

Lamentablemente no pudo poner todo su enfoque en ella, pues tenía que cumplir con su trabajo y estaba también el asunto de Melina, quien lo miraba a él. Básicamente no había manera de observar a una mujer, si otra que quería con él, le estaba mirando.

El mesero encargado de atender a la joven regreso con un batido de napolitano, la chica agradeció con una hermosa sonrisa. En cuanto el mesero se retiró, dejo sobre la barra el vaso y saco un objeto grande de su bolso.

Un libro.

Con ayuda del marcador ubico la página próxima y comenzó a leer, perdiéndose de lo que le rodeaba, de la cafetería, de las personas, de los parloteos, ¿Cómo se podía concentrar con las carcajadas del grupito que tenía a sus espaldas?

Israel fue a la cocina, Emma ya tenía preparados los pedidos de Melina y sus acompañantes.

Al salir del cuarto automáticamente giro la cabeza en dirección de aquella chica. Se encontraba conversando amistosamente con el mesero que le había atendido. Chris, así es como este se llamaba, no era un chico problemático o mujeriego, tenía su novia y respetaba al resto de las chicas, no obstante, tenía el defecto de ser muy conversador con aquel o aquella que le sacase platica. Israel sintió una especie de celos.

Llego hasta la mesa de Melina y comenzó a repartir los pedidos.

Tenía que poner todo su esfuerzo para no mirar más en aquella dirección, la chica tenía ya el libro olvidado en su regazo.

—Gracias Isra, eres tan amable —Exclamo Melina.

—No lo agradezcan, es mi trabajo —Dijo este.

—No, en serio tengo que agradecértelo.

Las demás chicas soltaron risitas tontas. Israel no podía quitar la mirada de aquella extraña joven de la cual no tenía la más mínima idea porque se hacía presente en su vida de pronto. Melina se ponía de pie una vez más. Era de la estatura de Isra. Se acercó lo suficiente y planto sus labios en los de este último.

El DefectoWhere stories live. Discover now