Acepta los cambios, siempre hay algo que aprender

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La habitación estaba perfumada de medicinas. Había suficiente iluminación artificial, pero por alguna extraña razón se sentía como si a las afueras ya fuese de noche, cuando en realidad eran la una de la tarde.

La mayoría de los aparatos estaban encendidos, luces verdes centelleaban y pillaban cada determinados segundos. Solo los doctores entenderían tanto símbolo.

Sobre la camilla la cual por cierto no se miraba muy cómoda. Se encontraba un cuerpo delgado y pálido. Sobre su rostro la misma venda se enroscaba, alrededor de su cabeza.

—Israel... —dijo el doctor que había abierto la puerta—Tus padres están aquí.

—Ante esto el joven se movió, aunque fueron movimientos leves.

El tercer doctor se dirigió a los padres de joven, bajo notablemente la voz.

—El distingue las cosas como siempre lo ha hecho, de eso no hay el mas mínimo problema, no obstante, las reacciones que ha presentado son un tanto... extrañas, hasta ahora no ha habido irritación, despellejamiento o alguna otra cosa, pero nos hemos querido asegurar para que el joven vuelva a su vida cotidiana lo más normal posible.

— ¿Qué quiere decir doctor? ¿Mi hijo ya no tendrá una vida normal? —Pregunto su madre.

—Eso ya dependerá de su ambiente, de quienes lo rodeen.

No muy convencidos, ambos asintieron.

El doctor le hizo una señal a otro y este acerco sus manos al rostro de Israel. Desabrocho un seguro que detenía la venda y comenzó a desenroscarla con suma precaución.

El tiempo parecía duplicarse con cada vuelta que el doctor le daba a la venda. Israel seguía quieto, tan solo esperando, no había abierto los ojos en días, más que cuando lo sedaban para examinarlo, pero de eso no recordaba nada. Pues el sedante le impedía almacenar lo que veía en esos momentos.

Fueron aproximadamente seis vueltas las que el doctor tuvo que darle a la venda hasta que esta cayó por completo.

Israel abrió los ojos.

Sus padres ahogaron un respiro al mismo tiempo. Ambos impresionados, asustados, no sabían siquiera que sentir.

Los ojos de Israel eran completamente diferentes a como los tenia días atrás.

De adentro para afuera, comenzando por la pupila. Esta se había vuelto azul cielo, el azul más claro que podía existir, tan profundo y con plumillas purpuras, se podía decir que deslumbraba tanto que te podía obligar a voltear para otro lado. La parte blanca del ojo se había vuelto más iluminada, el lagrimal y por debajo de los mismos ojos, el color azul también había quedado impregnado, y para finalizar, la faz que rodeaba ambos ojos se había vuelto mucho más claro, parecía incluso de porcelana.

Las pestañas y cejas delineadas, ahora eran más oscuras y rectas.

—¿Qué... Que me ha pasado? —Pregunto el joven adquiriendo alarma en su voz a cada segundo, pues miraba como sus padres le observaban.

—Oh...tranquilo Israel, no te asustes —Se apresuró a decir uno de los doctores al tiempo que tocaba el hombro del chico.

—Mi... Mi hijo...

— ¿Mama? ¿Qué dices...?

—Hijo... ¿Puedes ver con claridad? —Pregunto su padre, quien apenas lograba articular un enunciado desde que había visto el cambio en el rostro de su hijo.

—Claro que puedo ver todo —Respondió el joven como si fuera lo más obvio del mundo —Colores tamaños y formas...

—Si, en eso no ha habido problema por increíble que parezca — Agrego uno de los doctores.

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