A veces la clave está en darle tiempo al tiempo.

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¿Era coincidencia? Resultaba difícil de creer que así fuera.

Apenas se bajó de su moto, pudo vislumbrar aquel rosa claro de la chaqueta y el cabello chocolate que se ondeaba con el viento mañanero.

Melina bajaba del auto de su hermano, justo cuando Israel bajaba de su moto. Desde lo pasado en la cafetería, cuando la joven se había peleado con la niña rubia, se decía que la habían castigado privándola de su automóvil por varios días.

El instituto ya estaba atestado de alumnos tanto a las afueras como en el interior.

Israel quiso caminar rápido y perderse entre la multitud, pero le resultaría muy complicado, sin duda alguna al más mínimo giro de cabeza, Melina repararía en el.

Y así fue.

— ¡Israel! —Grito la señorita.

Israel ya se había dado la vuelta, apretó los dientes y cerró los ojos con fuerza sin que ella lo pudiese ver.

Se volvió hacia ella. Con una muy forzada sonrisa marcada en su rostro.

—Oh, hola Melina —Trato de no sonar tan falso.

—Hola Israel —La joven solo corrió algunos metros y se escuchaba agitada pero con una gran sonrisa marcada en su rostro, eso sin contar los puntiagudos tacones que llevaba puestos. —Hola —Lo tomo del brazo casualmente — ¿Cómo te encuentras?

—Eh... Bien ¿Y tú?

—Oh, también, vayamos dentro ¿Quieres?

Israel no tuvo otra opción más que asentir.

Caminando hacia los escalones para entrar al instituto, Israel tomo el riesgo y giro la cabeza, Rolando seguía de pie a un lado del automóvil, y la mirada que le daba a Isra no era precisamente de amistad.

Dentro del instituto fue la caminata más larga y lenta de la historia. Inclusive fue peor que aquel día que volvió a clases después del accidente de laboratorio. Todos le miraban, el joven se preguntaba cómo es que solo lo miraban a él e ignoraban a Melina, bueno se podría decir que la mayoría de las chicas la miraban a ella con ¿Envidia? ¿Celos? Mientras que por otro lado los varones lo miraban a él con ¿Coraje?

¿Por qué demonios no seguían en sus asuntos? ¿Qué diablos les importaba que fueran caminando agarrados del brazo? O mejor dicho, que ella no lo quisiese soltar, porque Israel en ocasiones quería liberar el agarre, más sin embargo no lo lograba, Melina era fuerte.

Ambos fueron a dirigirse a la clase correspondiente de la joven.

Israel la dejo en la puerta, en otras palabras, allí fue donde ella libero el agarre de su brazo.

— ¿Almorzamos juntos Isra? —Sus ojos decían que más que una pregunta sonaba a afirmación, pues demostraba mucha seguridad en ellos.

Israel asintió.

—Claro —Dijo sin muchos ánimos, ese sin duda sería un largo dia, Israel no se esperaba un comportamiento tan exagerado.

De regreso a su aula la situación fue similar, no había ojos que no descansaran en el.

¿Y si mejor se retiraba de la escuela? Era una buna opción correr a la cafetería y pasar allí el resto de la mañana trabajando. No obstante, sabía que sería inútil, no podría esconderse por siempre.

Llego a su aula y fue a su pupitre de costumbre.

—Vaya, los he visto y no lucias del todo cómodo— Exclamo Edmund.

El DefectoOù les histoires vivent. Découvrez maintenant