Las personas más afortunadas son aquellas que llevan una vida sencilla

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Solo un lugar quedaba para estacionar un pequeño vehículo, el area estaba hasta el tope de coches y motos. Israel suspiro de alivio, pues no soportaba la idea de dejar su preciada motocicleta lejos de la entrada.

El joven se podía dar una idea de cómo estaría en el interior. La idea no le agrado del todo.

Apenas cruzo las puertas de cristal, el ruido le provoco mareos.

Los alumnos se arremolinaban por doquier, salían y entraban de diferentes aulas, bajaban las escaleras y cruzaban de aquí y de allá. Los pasillos estaban hasta el tope, un mar de colores y parloteos que no cesaba. Ni lo haría hasta después de las cuatro de la tarde.

Era lunes, y los jóvenes regresaban de las vacaciones de pascua. Hoy comenzaba el último trimestre del ciclo, y los proyectos finales ya se asomaban en la cabeza de todos.

El joven caminaba tratando de esquivar a cuanto se le cruzara en el camino, fue inevitable dar algunos codazos, pero por fortuna todos comprendían lo difícil que era abrirse paso, desde luego no se libró de algunas quejas, e incluso alguien le jalo la mochila, pese a todo salió vivo.

Cruzo hasta llegar a su casillero.

—Hey, Isra bonito lunes — una voz exclamo a sus espaldas. Giro y choco los puños con su mejor amigo.

—Oh, no lo sé Edmund — Miro a su alrededor—Soy yo, oh ¿Se multiplicado el número de estudiantes.?

Edmund rio por lo bajo. Israel termino de vaciar una par de libros de su mochila y cerro el casillero.

—Vamos amigo, no te amargues, deja que toda la actitud presente te llene de vida, hoy comenzamos la recta final del año.

Ambos comenzaron a caminar escaleras arriba.

—Desde luego que me agrada la idea Edmund, pero tú sabes que el estar rodeado de tanta gente me fastidia.

Ed suspiro.

—Sí, lo se colega, solo da un poco de tiempo, esto es tradicional del instituto, aguanta un par de días y las aguas se volverán a calmar.

Israel se encogió de hombros. En eso tenía razón, quizá no debería disgustarse tanto, tal vez estaba exagerando.

Llegaron al aula número cuatro y entraron. La mitad de los pupitres estaban ocupados. Ambos fueron hasta los últimos asientos. Con la puerta cerrada el lugar parecía muy apartado, el silencio se intensificaba, el clima estaba frio y el resto de los estudiantes presentes estaba sumergidos en sus propios mundos. Un joven con los auriculares puestos mientras movía su cabeza al ras de la música. Un trio de chicas al frente se tomaba selfies El resto sumergidos en sus móviles tambien.

Israel noto a Edmund muy diferente de pronto, era su mejor, y probablemente único amigo, lo conocía como a un hermano, además de que la buena actitud del joven le delataba mucho cuando se preocupaba por algo.

—Edmund, ¿Has visto un fantasma? —fue el turno de Israel de querer hacer gracia, no obstante fue en vano. El chico negó. — ¿Problemas con Laia? —Pregunto lo más bajo y serio posible.

En esta ocasión Ed levanto la mirada y observo a Isra. Quien se acercó un poco más y le dio un apretón en el hombro.

En ese momento la puerta se volvió a abrir y el profesor entro al aula, seguido del resto de estudiantes que faltaban.

— Buenos días alumnos —El grupo saludo cordialmente. El profesor comenzó a dar una bienvenida más calurosa y llena de detalles, diciendo que esperaba y todos hubieran disfrutado y aprovechado al máximo el par de semanas libres. Sin embargo la mente de Israel ahora navegaba recordando a su mejor amigo Ed y a su novia Laia, habían sido una pareja realmente feliz, solo la primer semana, pues pasado esos días, pequeñas discusiones se hicieron presentes entre los dos, y lo peor era que cada vez dichas peleas eran más continuas y más intensas, habían comenzado su relación la semana de navidad, al menos había disfrutado esa fecha como ninguna otra persona. Pero a partir de allí, todo se caía a pedazos y cada vez eran pedazos más grandes. Israel sentía pena y tristeza por su mejor amigo, solo quería lo mejor para él, y de esa manera le era muy difícil sentirse bien.

El DefectoWhere stories live. Discover now