Mala yerba nunca muere; ¿Me convierte eso en inmortal?

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Las clases fueron, son, y siempre serán de lo más aburridas.

O al menos eso cree Rolando.

Siempre ha sido un joven que prefiere la adrenalina, la fuerza bruta, las burlas y la música de los ochenta. Si, algo que no quiere andar presumiendo a medio mundo, pero es la realidad, y si, por que no confesarlo desde un principio, también ama las películas ochenteras y noventeras, que traten de motos y mucho rock. No quiere nada romántico ni cosas de esa basura.

Solo se preocupa por reflejar su maldad y aquellos atributos de chico malo. No puede evitar los gustos ochenteros, pero si puede evitar entablar conversaciones acerca de ello.

El joven camina con su mochila montada en el hombro izquierdo. Si tiene oportunidad mueve a dos que tres compañeros jalándolos del cabello, haciéndolos a un lado, quitándolos de su camino. llega a su casillero y lo abre, no, no con contraseña como el 99.99 % de la población estudiantil, no, para el basta un golpe brutal en la chapa. Es más seguro, pues probablemente nadie más en la escuela posea su fuerza y brutalidad.

Por alguna razón hoy esta de mal humor, si, chicos como el también llegan a estar de buenas algunas veces, por desgracia hoy no es así, él quiere engañarse a sí mismo, fingiendo que solo ha despertado de esa manera, no obstante, sabe que es falso, sabe y tiene muy presente la razón de su comportamiento. El, el joven que se ha convertido en una pesadilla de la noche a la mañana, aquel que le ha convertido en un invisible, si, Israel Mariano.

¿Cómo es posible que un tipo invisible para casi todo el mundo ahora se esté convirtiendo en el centro de atención de la escuela?

Y sobre todo, de su hermana.

El tipo ha quedado marcado de por vida. Sus ojos se tornaron azules y parece tener ojeras de color celeste con nieve en las pestañas, pero eso no quiere decir que merezca la atención total, se ve ridículo, para opinión de Rolando. ¿Y cómo no estar de mal humor? El joven quiere darse golpes en la cabeza contra el casillero, pues él fue quien provocó todo ese alboroto, jamás pensó en lo que podía parar, estuvo a punto de ser expulsado, por lo que si fuera poco, el tipo ese le ha perdonado, ahora Rolando lo está pensando muy seriamente ¿Y si mejor hubiese permitido que lo expulsasen? Así el habría tenido una completa excusa para esperarlo en el estacionamiento y darle la paliza que se merecía, eso era mejor a estar en deuda con él.

Un día antes por la noche, Rolando había discutido con Melina, la chica no para de lanzar indirectas acerca de un lindo niño de la escuela, la madre de ambos se interesaba mucho en el tema, a leguas se miraba la relación de madre e hija. Lo que el chico no entendía, era porque demonios sacaban ese tema a la hora de la cena. ¿Qué no podían poner un horario y un lugar en el sótano donde las mujeres platicaran sus ridiculeces?

Al final el joven no lo había soportado más y había estallado frente a ambas, suerte que su padre se encontrara en el trabajo, de lo contrario el chico habría permanecido severamente castigado. Su madre solo se limitó a mandarlo a su cuarto diciéndole que era una falta de respeto hacia la mujeres el gritarles. Después de eso, amabas siguieron con la interesante conversación de Melina sobre Israel.

Rolando se fue a dormir, no sin antes desvelarse como era de costumbre escuchando a Queen y The Beatles, mientras que mataba el tiempo en Facebook. Finalmente se durmió pasada de las dos de la mañana. Ahora venia fresco como una lechuga, como una lechuga de mal humor.

Termino de lanzar los libros que tenía en su casillero y de sacar un par de libretas, las cuales tenían las pastas dobladas por la mitad, incluso alguna de ellas ya no tenía pasta trasera. Rolando al mirarlas se encogió de hombros, a final de cuentas le servirían para lo mismo, las metió a su mochila y con un fuerte golpe cerro el cajón.

El DefectoWhere stories live. Discover now