Capítulo 1

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Estaba en el baño después de un largo lunes. No me gusta ir al instituto y tampoco me gusta la gente. No es nada personal, simplemente tengo cosas más importantes que hacer con mi vida que ponerme a charlar con un grupo de chicas o chicos o ambas cosas a la vez a los que ni si quiera les importa de verdad las tonterías que estoy contando.

Me estaba mirando en el espejo. Hace varios días que tengo ojeras y es por culpa de los malditos exámenes finales. No paro de trasnochar un día tras otro y creo que para que se me quiten tendré que hibernar como mínimo durante tres días. Aunque aquí lo que realmente importa es aprobar no el como consigo hacerlo, así que no importa si duermo menos de tres horas al día. Ya tendré tiempo de recuperar el sueño perdido y conseguiré unas buenas calificaciones.

Di un paso hacia adelante a la misma vez que tiré del asa del espejo para abrir el armario. Se me resbaló el pie e intenté agarrarme al armario o al lavabo o a qué sé yo qué porque no había nada a lo que aferrarme y recuperar el equilibrio perdido.

Lo único que conseguí fue tirar algunas cosas del estante que cayeron al lavabo y un bote de pastillas cayó conmigo al suelo. El bote se abrió y las pastillas se dispersaron por todas partes. Yo me golpeé y me quedé inconsciente por lo tanto no sé qué más pasó.

Después de un rato escuché como mi madre pegaba en la puerta una y otra vez mientras repetía mi nombre varias veces. Al ver que no contesté no sé cómo, pero consiguió entrar. Al encontrarme en el suelo pegó un grito que si no le escuchó la vecina creo que le faltó poco. Notaba como me daba empujones para despertarme, pero yo no podía hacerlo.

Decidió llamar a la ambulancia aunque al mismo tiempo intentaba despertarme y sonaba un poco desesperada. No paraba de decir "Despierta Lizzie" y a veces alternaba con otras frases como "Vamos escúchame, que puedes hacerlo" o "Por favor, Elizabeth".

A veces me lo decía gritando, otra entre lágrimas, se calmaba y luego volvía a llorar, luego calmada otra vez y así sucesivamente. Al abrir los ojos vi como las lágrimas caían de sus ojos.  Cuando se dio cuenta de que me desperté y de que estaba viva me sonrió de oreja a oreja y no paraba de darme besos y abrazos.

Al rato llegó la ambulancia y me llevaron al hospital para hacerme unas pruebas, querían asegurarse de que estaba completamente bien.

Horas más tardes me echó una gran bronca ya que no sé por qué tiene en la mente la idea de que me quise suicidar. Es verdad que parecía que me había intentado tomar esas pastillas, pero soy su hija y además todavía soy muy joven para morir. ¿Acaso no me conoce lo suficiente como para saber que no sería capaz de suicidarme?

Puede que mi vida no sea magnífica. No tengo muchos amigos y tampoco salgo mucho, pero me gusta mi vida tal y como es. Aunque la verdad es que si cambiaría algunas cosas, pero lo haría solo para ser más feliz.

Ahora mi madre no para de prestarme atención, incluso ha cambiado sus turnos del trabajo y ha obligado a mi padre a hacer lo mismo para estar más tiempo conmigo. No dejan que me quede sola en casa como solía hacer antes mientras ellos trabajan y todo por culpa de este malentendido y su necesidad de vigilarme.

Encima mi madre no deja de perseguirme, preguntarme qué me pasa y decirme que además de ser mi madre puede ser mi amiga. Que puedo contarle lo que sea. A lo que yo no contesto nada porque no tengo nada que decirle.

Como siga con ese comportamiento durante más tiempo va acabar con mi paciencia y mira que soy una persona con demasiada paciencia. Casi nunca estallo con nada pero esta jodida situación... supera mis límites.

Aléjate de míDonde viven las historias. Descúbrelo ahora