Capítulo 7. Número oculto

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Descolgué la llamada.

-¿Hola? - dije para ver si era una broma o algo.

- Hola, guapa. - me dijo una voz masculina que sonaba a pirado total al otro lado de la línea. Casi sin dejarle terminar, se oyó una conversacion que sonaba lejana. Él estaba hablando con una chica.

¡¡Suelta el teléfono, cabrón!!

No me da la gana

¡A mi no me vacilas, eh!

Bueno, te relajas.

Quiero hablar con Paula, ¡¡déjame el teléfono, coño!!

Mira que eres pesada...

Wow. Parecía que se iban a matar o algo. Pero la chica sabía mi nombre, a si que ya no sonaba tan "misterioso".

- ¿Paula? ¿Estás ahí? - preguntó ahora la voz femenina.

- Sí.

-Menos mal, pensaba que el tonto de mi hermano te había asustado y habías colgado o algo.

- ¿Quién eres? -pregunté con desconfianza.

- ¡Hey! ¿Es que no lo sabes? ¡Soy Kay!

- Joder Kay, pues no te pongas en numero oculto, que me asustas.

- Ha sido mi hermano, que le he dicho que marcara tu número y lo ha puesto en oculto el muy subnormal.

-Vale, vale. ¿Y qué querías?

- Nada, hablar contigo para ver cuándo podías salir a dar una vuelta.

- Mañana tengo el día libre.¿A las cuatro?

- Perfecto. Hasta mañana.

- Hasta mañana.

Colgué. Me quité la mini-toalla del cuerpo y volví a meterme en la bañera. Ahora, tocaba relajarse en esa piscina de burbujas con olor a fresa. Suspiré y hundí mi cabeza en el agua, y volví a sacarla. Siempre había querido hacer eso, pero como en mi casa de antes no había bañera... Cerré los ojos y oensé en todo lo que me quedaba por hacer. Y veía que era mucho. Conocer Londres, explorar cada rincón de esta casa (y ver el jardín), ir al instituto, viajar, ver gente nueva, Liam... Pero como me estaba empezando a agobiar, salí de la bañera y sequñe mi cuerpo con delicadeza. Me puse mi pijama (un poco corto para estar en Londres, y encima, las casas no tienen persianas) y me abalancé sobre la cama, rebotado un par de veces contra ella. Cogí el móvil y marqué el número de Sofía. Un toque, dos toques, tres toques. Ya iba a colgar cuando una voz masculina llamó mi atención.

-¡Paula! ¿Se puede saber dónde coño estás? - dijo la voz. ¿Por qué hoy me tienen que hablar voces masculinas? ¿Por qué?

- Sí Koke, yo también me alegro de oír tu voz y te hecho mucho de menos - dije divertida.

- ¡Paula! ¿Qué tal por allí? - dijo esta vez Ari. 

- Bi-bien . -dije extrañada. - ¿Qué hacéis Koke y tú con el móvil de Sofía?

- No sólo son ellos, estamos todos - contestó Dani, cabreado.

- ¿Estáis en manos libres?

-Sí. - ahora era David. 

- Como estábamos en el Puente Viejo cuando nos has llamado, lo hemos puesto en manos libres para poder hablar todos contigo. - Comentó Jordi.

- Te hechamos mucho de menos, bebé. - dijo Koke. ¡Dios! ¿Por qué ha dicho eso? Ahora sería la broma de la semana.

- ¡Uy! ¿Y eso de bebé? - dijo Sofía riendo.

- Es algo... nuevo - se limitó a contestar Koke. 

- ¡Paula! No sabes lo que le ha pasado a Coca- cola... 

. . . 

La melodía de The Lazy Song, de Bruno Mars, me despertó a las siete de la mañana. ¡Mierda! Se me había olvidado por completo apagar el despertador. Es que lo puse la semana pasada  porque se supone que en Carmona empezaban hoy las clases. Apagué la alarma y me di media vuelta, aunque sabía que por mucho que lo inentara, no me podría volver a dormir. Y eso que estaba más pegada que un sello, anoche estuve hablando con Sofía, Koke, Dani, Ari, etc. hasta las tres de la mañana. ¿Cómo estarán ellos? Pues igual que yo, y sin dar un palo al agua. 

Me levanté al baño y me lavé la cara. Me miré al espejo. Pues no tenía ojeras ni nada, después de estar toda la noche hablando. Mis ojos no parecían cansados, buena señal. Bajé (aún en pijama) por las escaleras y me dispuse a investigar la casa. Pero mejor cogería una linterna, pues no quería despertar a nadie. Me encaminé hacia el observatorio. Todavía era de noche, así que con suerte podría ver las estrellas por el telescopio. Me acerqué al escritorio que había en mitad del cuarto y hojeé un cuaderno. Eran planos de la casa. Y notas sobre el que se supone que la mandó construir. Según ponía, ese sñor sentía debilidad por los pasadizos secretos. Está bien, averiguaré dónde se encuentra cada uno de ellos, pero ahora no, que tengo hambre. Entonces, al etirarme de la mesa, le di un golpecio a ésta y el cuaderno se cayó al suelo, quedando boca abajo. Conseguí ponerlo boca arriba sobre el suelo, cuando me di cuenta de a quién pertenecía el cuaderno.

Harry Styles.

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