Capítulo 22. La fiesta #2

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*ZAYN*

Llegué a la fiesta algo pronto, pero de todas maneras el luegar ya estaba lleno de gente. Mike estaba en la entrada recibiendo a todos (cosa no muy normal en sus fiestas), y me acerqué a saludarle.

- ¿Qué hay, Mike? - le pregunté, ofreciéndole la mano. Él me la estrechó de buen royo.

- Pues mira, aquí, vigilando a las pivitas, que hay cada una que está... - me dijo pícaro. Ya decía yo que no estaba allí sólo por gusto - Por cierto, ¿qué tal te llevas con Kay? Ya ví que el otro día os lo pasásteis muy bien en casa - me dijo, poniendo énfasis en "muy bien". Tragué.

- Bien, de hecho, es una de las chicas con las que mejor me llevo - le respondí, esperando que estuviera contento con la respuesta. Que aunque sabía que no tuviera mucho cerebro, hacía el papel del hermano mayor protector.

- Quiero tus manos fuera de sus pantalones, Zayn. Estás avisado - me dijo, apuntándome con el dedo - Y ahora pasa y diviértete, que me distraes.

- Sí, mi general - le contesté, y pasé. La pista de baile que habían montado era realmente magnífica. Busqué a Kay con las mirada, pues supuse que estaría allí; es su casa, pero nada. No la encontré. Y entonces me encontré a una rubia que yo conocía de sobra.

- ¡Marie! - la saludé. Ella se giró y puso cara de asombro - ¡Mi hermosa primita! - nos abrazamos.

- ¿Me concedes este baile, primo? - me dijo divertida, arrastrándome hasta la pista. Pronto ya estábamos bailando muy animadamente, pero me cansaba de estar con ella. A parte de tener voz de pito y una risa bastante rara, no hacía más que contarme sobre sus ex novios. Es MUY pesada. Con mayúsculas.

Me excusé y me dirigí a la cocina, aunque sabía que no dejaban entrar allí, por lo menos podría pensar tranquilo. Abrí rápidamente la puerta y pasé, ya que supuse que no habría nadie. Para mi sorpresa, ya había allí una chica, que sujetaba un vaso y miraba nostálgicamente por la ventana, sin darse cuenta de mi presencia.

- ¿Kay? - la llamé. Ella se sobresaltó y el vaso calló al suelo, rompiéndose. Me miró y se quedó así unos segundos, pero después se agachó y recogió los cristales. Acto seguido los tiró a la papelera. Se sorbió la nariz.

- Zayn - me dijo, seria - Sabes perfectamente que no puedes entrar aquí.

. Lo sé, sólo quería beber agua - inventé.

- ¿No lo podías haber pedido en la barra? Para eso la hemos puesto - empezaba a enfadarse. Yo suspiré.

- Mira, no te voy a mentir. He venido para poder pensar, necesitaba aclarar mis ideas. Esta semana no... esta semana he sentido cosas que no había sentido... nunca - la miré y ella asintió. Sonrió triste.

- Yo también, Zayn. Yo también.

- ¿Qué haces aquí? - le pregunté, intentando cambiar de tema. No quería sacar a la luz que había sentido cosas por ella. Cosas fuertes.

Sus ojos se llenaron de lágrimas, que rápidamente secó.

- Nada - me dijo intentando sonar firme, pero nuevas lágrimas amenazaban por salir de nuevo.

- Oye Kay, sabes que a mí puedes contarme lo que sea... - empecé, acercándome a ella para abrazarla, para dare mi apoyo. No sabía lo que la pasaba, pero ni duda necesitaba un abrazo y ella lo sabía.

- ¡He dicho que nada! - me cortó gritando - ¡Y si digo eso es que no pasa ni media! - se acercó a mí, y pude sentir su respiración chocando con la mía - Largo - me dijo fría, señalando la puerta. 

Me sentí dolido. Y solo intentaba ayudarla. Ser de utilidad por una vez en la vida. En su vida. Pero no se puede ayudar a quién no se deja. Decepcionado, salí de allí, y decidí volver a mezclarme entre la gente. Al poco tiempo me puse a pensar, sentado en uno de los sillones próximos a la escalera. ¿Qué le pasaba? Hacía rato que me carcomía esa pregunta. Ella no es de las débiles. Auque, mirándolo por otro lado, pordría ser por un chico. Descarté esa posibilidad al instante, me dolía demasiado. 

Unos gritos provinientes del pasillo me sacaron de mis reflexiones filosóficas. Al principio lo confundí con... ya saben, y me asqueé, pero luego ví a una chica y una chico, y éste sujetaba la muñeca de ella; obligándola a subir por la escalera. ¿Quién era ella? Me fijé mejor. Oh, no. Kay gritaba desdesperadamente, mientras que el chico la arrastraba por el pasillo, escaleras arriba. ¿En serio nadie más la oía? Sus ojos y los míos conectaron un instante, y pude ver el miedo en estado puro en su mirada. Miré entre la multitud intentando no perderla de vista, y salí corriendo abriéndome paso a duras penas. Llegué hasta las escaleras y corrí hasta llegar arriba. Volví a oír los gritos, y avancé hasta una habitación, y sin pensármelo dos veces, entré.

- Quieto - me dijo una voz pastosa, y oh, sorpresa, adivinad quién era. El hijo de puta de Math. Miré a Kay por unos segundos, él la tenía agarrada por el cuello de la camisa con una sola mano, y ella forcejeaba. Estaba llorando.

Me avalancé sobre Math, y comencé a darle puñetazos a diestro y siniestro; haciendo que la soltara. Pero él, en un descuido, me dió otro en el labio; tirándome al suelo. Me comenzó a sangrar. Kay, que había visto la escena, se subió a su espalda intentando tirarlo al suelo, o ahogarlo, una de las dos. Pero Math era más fuerte, y la que acabó tirada en el suelo fué ella. Kay, levantándose con las fuerzas que le quedaban, avanzó rápidamente hacia mí. Rozó mi labio con sus delicados dedos, manchándose de sangre. Antes de poder hacer nada, Math la agarró bruscamente de la cintura, volviendo a tirarla al suelo. Ella comenzó a patalear y a gritar que la soltara, y él, como respuesta, la dió un bofetón. Esto hizo que su cara volteara bruscamente, y se llevó las manos a la parte dolorida. Yo mientras buscaba por toda la habitación algo con lo que darle fuerte en la cabeza a ese desgraciado. Math había soltado una carcajada. Luego, incllinándose sobre ella, le rasgó la blusa de un tirón y comenzó a manosearla. No había más tiempo para andar buscando mariconadas.

- ¡Suéltala! - grité, levantándome. Agarré a Math por el brazo, le aparté violentamente de Kay y le di un devastador puñetazo en la mandíbula. El golpe resonó en el interior de la estancia como un crijudo seco. Él volvió a darme en el labio. Maldito hijo de perra.

Hasta que oí algo de cristal romperse. Math cayó al suelo bruscamente, sin volver a levantarse. Miré a Kay, quién tenía las manos en alto.

- Adiós al jarrón de la abuela - comentó, afónica. Yo la miré, ella me miró. Sus ojos se cristalizaron.

- Ven aquí - la dije, abriendo mis brazos. Ella corrió hasta mía, me abrazó fuerte y comenzó a llorar. Así nos pasamos un buen rato, hasta que ella paró. Se separó lentamente de mí, sin ganas, pero lo hizo. Cogí su cara entre mis manos, y con los pulgares sequé cuelquier rastro de lágrimas. Ella se sorbió la nariz, y acercó un poco su cara a la mía, insegura.

- Gracias - me dijo, y se acercó más. Era increíble lo que podía hacerme sentir tanta cercanía - Gracias por ayudarme. De verdad, siento haberte gritado antes - añadió, frotando suavemente su nariz con la mía, juntando nuestros cuerpos. Sentía que el corazón se me iba a salir del pecho. A esto me refería antes al decir que sentía cosas fuertes hacia ella. Me abrazó nuevamente, y yo rodeé su cintura con mis brazos. Ella, acabando con el abrazo, se separó finalmete de mí y se colocó bien sus pantalones, cayendo en la cuenta que tenía la camiseta rasgada. Se sonrojó, pues yo podía perfectamente ver su brasier, y la vista no podía ser mejor. Intentó taparse, en vano. Yo me quité la americana, y se la puse, cerrando los botones. Ella me lo agradeció con la mirada, aunque seguía sonrojada.

-Vaya como tienes el labio, Zayn- me dijo. Yo reí. La cogí de la mano y salimos de allí.

Bajamos de nuevo, y oímos jaleo en la barra. Rebecca y Niall corrían hacía allí cogidos de la mano. Detuve a Niall.

- Es Louis - me dijo, sin más explicaciones. No hacían falta. Kay y yo nos miramos alarmados y corrimos hacía allí.

PólvoraWhere stories live. Discover now