PRÓLOGO

926 86 3
                                    

Era un sábado y todos los niños jugaban a las escondidas, uno contaba y los demás buscaban algún sitio donde esconderse. Disfrutando de aquella tarde bajo el sol y la pequeña brisa que habitaba la tan esperada estación de primavera. Algunos niños corrían y se reían, las niñas jugaban a las muñecas, los pequeños estaban simulando avioncitos de papel, otros simplemente estaban dentro de la casa ayudando a la señora Sun Hee a preparar el almuerzo. Era el día de visita para las personas que querían adoptar o preguntar por alguno de ellos. Ser adoptados era una razón para estar alegres y cada sábado trataban de demostrarlo.

El ambiente se veía realmente acogedor desde el punto de vista de aquel niño de camiseta a rayas y  sencillo short, apartado de todos. Bajo el árbol sentado en el banco de cemento junto a su oso de peluche. 

–Parece que no sabes esconderte, ¿no, pequeño?–el niño volteó al escuchar una dulce voz femenina a sus espaldas. Era una mujer que se había acercado y sentado junto a él.–apúrate sino te van a encontrar.

–No estoy jugando–se limitó a decir.

–Pero se ve divertido

–...

–Vamos, si yo fuera tu, me escondería dentro de la casita.

–Pero allí hay niñas–dijo tímidamente

–No tiene nada de malo tener amigas.

–Realmente, no me gustan estos juegos.

–¿Ninguno?

–No, me gusta más estar aquí sentado, señora.

–Bueno si, es una vista muy bonita.

–Si usted mira, ya atraparon a todos. No tiene sentido.

–Pero es divertido.

–No me gusta correr, además no puedo dejar sólo a Pooh, se sentiría solo.

–Si deseas yo lo puedo cuidar, yo me sentaré aquí mientras vas a jugar–se acomodó en el banco.

–¿Usted esta segura? Si usted se va, se pondrá muy triste. Además voy a sudar y no me gusta–dijo abrazando al osito.

–No te preocupes cariño, yo lo cuido. Además sólo es un juego, no creo que sudes mucho–soltó una pequeña risa que contagio al pequeño con una sonrisa y algo de confianza. Pero justo a instantes de ir a jugar con los demás niños, la voz de la señora Hee lo llamaba para ayudar a poner la mesa y arreglar todo para almorzar.

–Buh, tengo que ir. No se vaya señora. Pooh ya vengo no me tardo.–se despidió bajándose del banco de cemento para entrar a la casa.

–Ve con cuidado–le respondió tras coger y mirar la cara del osito.

Había pasado menos de 2 minutos y el pequeño venía corriendo para sentarse de nuevo junto a la señora.

–¿Te cambiaste? Tu ropa es muy bonita–lo miró asombrada, ya que vestía un overol azul con un pequeño sombrero para el sol.

-Gracias, señora. Usted también es muy bonita.

–¿Yo? Muchas gracias. Por cierto pequeño, viniste muy rápido.–le dio el pequeño peluche.

–Ah, si, no quería demor...–un pequeño estornudo no dejo que terminará lo que decía, se sorbo los pequeños mocos con la manga de su sudadera pero luego vinieron más.

–Dios, creo que hay mucho polvo aquí, ¿deseas entrar?

–Si..porfa..vor...–trató de decir pero muchos achis no lo dejaban hablar.

La señora lo ayudó a levantarse abrazándolo por la espalda y agarrando su pequeña muñeca.

–Espera, nos estamos olvidando de tu peluche–se detuvo para agarrar al osito. 

–Si..trae..lo...

Ese día varios niños estuvieron felices porque el pequeño fue adoptado. La señora se lo llevo una semana después tras los papeles y trámites requeridos para la adopción. Muchos extrañaron a aquel niño, pero se alegraban al leer sus cartas y dibujos de su nuevo hogar en Seúl. Todos esperaban lo mejor para el pequeño, una mejor vida y nueva familia. Sin embargo, había otro que realmente debió ser adoptado. 

Por cosas del destino no fue así.

Maybe I am not ✧ YoonminDonde viven las historias. Descúbrelo ahora