40. ¿Guerra o bandera blanca?

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Gaspar me miró con una expresión de incredulidad en el rostro.

- Clara, ¿Gloria es tu jefa? – repitió y yo sentí las palabras atravesar mi corteza cerebral. Negué con la cabeza.

- No, ella se llama Belén... ¿cierto? – pregunté mirando a mi jefa que se mantenía de brazos cruzados y ahora miraba a Gaspar con un cierto brillo en los ojos que hizo que una punzada de dolor atravesara mi estómago. Ya tenía todo mi cerebro y mis entrañas revolucionadas, en cualquier momento correría al baño para vomitar.

- Gloria Belén Moyano – dijo ella con una sonrisa y la lámpara se encendió en mi cabeza "G.B. Moyano" en el cartel de su puerta. Tenía ganas de autoabofetearme por ser tan idiota.

- No sabía que habías vuelto... - Gaspar hablaba con ella y yo de pronto sentí que estaba de más en aquella habitación.

- Regresé hace varios meses. Intenté ubicarte, pero tu madre se negó a darme tu nuevo número de teléfono con un montón de excusas. – No conocía aún a mi suegra, pero la adoré en ese instante. Gaspar sonrió y dejó escapar una risita que hizo escocer mis celos.

Yo seguía parada en el medio de los dos, me sentía un estorbo. Miré el piso unos segundos y me mordí los labios, entonces mi jefa fijó sus ojos en mí.

- Clara, lleva las cajas... cuando regreses pasa por mi oficina. Ha sido un placer volver a verte Gaspar.

Y con esas palabras se fue, dejándonos solos de nuevo. Yo permanecía en silencio, Gaspar recogió la última caja y me miró.

- Wow... eso ha sido incómodo y raro... - murmuré levantando la mirada y clavándola en sus ojos. Él asintió.

- ¿Vamos?

Cargó la caja en los asientos traseros del auto. No habían cavido las cuatro en el baúl. Yo me senté en el lugar del acompañante y me puse el cinturón en completo silencio. Mientras avanzábamos camino a la oficina del centro mi cabeza trabajaba a mil. Recordé a Cati en mi oficina señalando la foto de Gaspar y diciendo "Papi", entonces un escalofrío me recorrió de pies a cabeza y una garra de uñas muy afiladas se clavó en mi estómago.

- ¿Estás bien? – me preguntó mientras frenaba en un semáforo y esperaba que la luz cambiara.

- Sí, estoy bien... - mentí y miré hacia el exterior por la ventana del auto.

- Clara... ¿qué piensas?

- Nada...

No volvió a insistir. Llegamos hasta la oficina del centro. Bajé del auto y respiré el aire puro del día primaveral. Me sentía mareada y agotada. Tenía muchas cosas dándome vueltas en la cabeza.

Caminé hasta la puerta del edificio y la empujé, entrando a una sala con un escritorio en el fondo, detrás de él una secretaria que bebía de su taza de café. Me acerqué hasta ella, Gaspar esperaba por mí cerca del auto, para ayudarme a bajar las cajas.

- Buenos días, ¿en qué puedo ayudarle? – me preguntó la mujer de pelo castaño claro con una sonrisa en los labios.

- Buenos días, soy Clara Rigotzi, trabajo en las oficinas de Redacción. Mi jefa, Belén Moyano (sentí un escalofrío al decir su nombre y agradecí que Gaspar se hubiera quedado afuera), envía unas cajas que deben salir con la edición del mes que viene.

- Deme un segundito y ya consulto – marcó un número en su teléfono y habló durante unos minutos. Luego colgó y me miró – Enseguida vendrán a buscarlas. ¿Las tiene afuera?

- Sí...

A los pocos minutos aparecieron dos hombres a los que guié hasta el auto y entre ellos y Gaspar acomodaron las cajas. La recepcionista me hizo firmar una planilla y luego me entregó unos sobres y carpetas que debía llevar a Belén. De pronto me sentí su secretaria y para nada una periodista.

Te amo, Idiota #1: El café no se toma quemadoWhere stories live. Discover now