38. Caperucita y el lobo feroz

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El tiempo pasa rapidísimo cuando uno está inmerso en una rutina... ya faltan tan sólo tres días para el cumpleaños de Caro. Hemos hablado en la disco para hacer la fiesta allí y logré convencer a Gaspar para que le prepare la torta de cumpleaños a mi amiga. Será lemon pie porque ella lo adora.

En el trabajo Belén es una jefa genial, compartimos bastante tiempo juntas y el café con canela no falta, al igual que los lattés. He descubierto que mi jefa y yo tenemos varias cosas en común, por ejemplo la pasión por el chocolate y el café, lo que no deja de ser una desventaja porque siempre que entro a su oficina me ofrece un bombón y creo que debo haber engordado unos cinco kilos fácil en el poco tiempo que llevo trabajando con ella.

Tiene una niña preciosísima que se llama Catalina, "Cati", tiene once meses y está comenzando a dar sus primeros pasos, su cabecita está cubierta de bucles de color castaño y tiene dos enormes ojos marrones que miran hacia todos lados. Le encanta jugar a tirar los papeles de su madre así que cada vez que Belén debe traerla a la oficina por cuestiones extremas de que su niñera falta o no tiene con quién dejarla, hacemos un corralito para ella con sillas.

- Clara, ¿podrías hacerme un favor? – Belén me ha llamado hasta su oficina y acaba de cortar una llamada telefónica.

- Sí, seguro... dime...

- Tengo una reunión en quince minutos y acaba de llamarme la niñera de Cati, dice que no puede ir a buscarla a la guardería. ¿Podrías ir tú y cuidarla en la oficina hasta que yo regrese?, será sólo una hora, pero se me hace imposible cancelar la reunión.

- Claro, no hay problema.

- Toma las llaves, llévate mi auto. Eres la mejor Clara, muchísimas gracias.

Cogí las llaves que me tendía y asentí con la cabeza. A veces Belén me daba pena, era madre soltera y debía ser realmente difícil trabajar y disponer tiempo para criar un bebé de once meses.

La guardería se llamaba "Caracolitos" y era una casa remodelada para servir de guardería. Me dejaron pasar cuando presenté el papel que Belén me había dado y sólo porque ella había llamado antes avisando que me mandaría a mí a recoger a Catalina. La seguridad con que trataban a los niños era admirable. Atravesé un patio con juegos donde varios niños de dos y tres añitos jugaban en toboganes, calesitas y otros juegos para su edad. Un par de maestras estaban supervisando todo y me sonrieron cuando las saludé. Luego entré a un saloncito donde había varios muñecos, sillones y pufs donde niños más pequeños jugaban. Allí estaba Cati, recostada en un puf con un gigantesco oso de peluche abrazado mientras una maestra le mostraba un libro con dibujos.

- Hola, soy Clara Rigotzi, vengo a retirar a Catalina.

- Hola Clara – me saludó la maestra poniéndose de pie y tomando en brazos a Cati que me sonreía y estiraba sus bracitos para que yo la alzara. – Belén nos avisó que tú vendrías a retirarla hoy. Ya te alcanzo sus cosas.

Me tendió a Cati que comenzó a jugar con mi collar mientras la maestra se dirigía al fondo de la sala y traía una pequeña mochila rosada con juguetes, pañales, mamadera y otras cosas de Catalina.

- Aquí tienes – dijo entregándome la mochila que tomé con mi mano libre.

- Dile adiós a la seño, Cati – le dije a la pequeña que tenía en brazos.

- Adiós preciosa – su maestra le dio un beso en la frente y Cati la saludó con su manita.

Salimos de la guardería y caminé hasta el auto donde coloqué a Cati en su sillita, con todos los seguros y cinturones, que dicho sea de paso, me costó mucho colocar. Conduje nuevamente hasta el edificio y fui con la pequeña hasta mi oficina.

Te amo, Idiota #1: El café no se toma quemadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora