19. Mandarinas Italianas

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Estacionó la moto frente a un edificio, al principio no le encontré sentido, pero cuando nos bajamos vi una pequeña puerta con un cartelito que decía "MANDARINA".

- ¿Dónde vamos a almorzar? – para serles sincera en este momento tengo una lucha interna, por un lado mi estómago ruge de hambre y por otro lado mis tripas danzan nerviosas, así que no sé en qué terminará todo esto.

- Ahí – dijo con una sonrisa encantadora señalándome la puerta con el cartelito.

Me agarró de la mano y me guió por la acera. En este momento las tripas están danzando y no me importa mucho el hambre que siento, en realidad no me importa nada. Gaspar empuja la puerta del local y la sostiene para que yo entre. Luego vuelve a tomarme de la mano y me lleva por un pasillo hasta una abertura. Desde afuera parecía pequeño, pero la verdad es que es precioso. Tiene varias mesas redondas de madera, las sillas son también de madera y tienen almohadones color crema con pequeñas rayas anaranjadas, las paredes están pintadas de anaranjado claro con cuadros de paisajes y dibujos abstractos. La iluminación es perfecta y la música ambiental suave. Hay bastante gente sentada y una mesa vacía frente a un escenario donde hay un piano y algunos instrumentos que no están siendo tocados por nadie. Sonrío y él me mira.

- ¿Te gusta? – me pregunta con una sonrisa en su rostro.

- Me encanta – le digo y la sonrisa se acrecienta haciendo que los hoyuelos de sus mejillas se marquen... benditos hoyuelos que me enloquecen.

- ¡Gaspar! – dice una voz con acento italiano, giro y un hombre alto, perfectamente afeitado, con cofia negra y vestido de chef se acerca hasta nosotros.

- ¡Angelo! – ambos se abrazan y se dan palmeadas en la espalda, luego del saludo el chef me mira y sonríe.

- ¿Quién es la bella donna que te acompaña? – Gaspar me miró durante unos segundos a los ojos y sonrió, luego pasó su brazo por mi cintura.

- Ella es Clara... Clara, él es Angelo, un amigo y colega... estudiamos juntos – algo dentro de mí esperaba que dijera que era una amiga pero no utilizó ningún título, sin embargo su mano seguía en mi cintura.

- Hola Clara, es un placer conocerte – tomó mi mano entre las suyas y la besó, yo me quedé mirándolo, ¿todos los amigos de Gaspar son jodidamente sexys y caballeros? (Ok... no debí pensar eso, me retracto...)

- Hola, gracias, igualmente – le sonreí y me acerqué para saludarlo con un beso en la mejilla. Olía también a especias y pimienta.

- Los dejo en manos de Paulo, yo debo regresar a la cocina – nos guiñó un ojo a los dos y Gaspar me tomó de la mano para ir hasta la mesa vacía que estaba frente al escenario. Como es de esperarse él corrió mi silla.

- ¿Qué quieres comer? – me preguntó mientras se sentaba y me daba uno de los menús.

- No sé, elige tú, confío en ti, eres el experto – se rió unos segundos y volvió a colocar el menú que yo no acepté sobre la mesa.

- Bien... es comida italiana, supongo que ya lo sospechas... la especialidad de Angelo son los gnoquis de espinaca con salsa rosa ¿te animas?

- Amo la pasta, no tengo problema – le sonreí y coloqué mi pelo detrás de la oreja, él se quedó mirándome.

- Eres muy linda Clara... - estaba serio y de repente sentí que la batalla en mi estómago comenzaba de nuevo... no me dio tiempo a responder nada porque le hizo una seña al mesero y le dijo que los dos comeríamos lo mismo.

- Este lugar es genial... me imagino lo bien que se debe ver cuando tocan música en vivo – comenté mientras miraba el pequeño escenario.

- Sí, es genial... sólo tocan a la noche, pero podemos venir a cenar algún día si quieres – yo volví mi rostro y lo miré.

- Claro, suena bien – Gaspar extendió su mano a través de la mesa y tomó una de las mías.

- Cuando tú quieras – me dio un beso en la mano y luego la soltó - ¿puedo preguntarte algo?

- Puedes...

- ¿Estabas llorando antes de que yo llegara hoy a buscarte? – fruncí el ceño un momento y lo miré.

- ¿Por qué me preguntas eso?

- Tenías los ojos rojos Clara... si no quieres decirme está bien... - se disculpó

- No, no había llorado, pero sí he tenido un día difícil... - Paulo, el mozo, llegó en ese momento con dos copas y una botella de vino... - Oh, no puedo beber, debo regresar a la oficina luego del almuerzo – negué con la cabeza y Gaspar le pidió al mozo que nos trajera agua saborizada.

- ¿Por qué ha sido un día difícil?

- Tengo problemas con mi jefe... es un idiota – finalicé la frase con un poco de ira contenida y Gaspar me miró fijo.

- ¿Te ha hecho algo? – negué con la cabeza - ¿entonces?

- Mi trabajo está en riesgo... quiero decir, me han dado una buena posibilidad con respecto a mi crecimiento dentro del periódico, ahora podría empezar a redactar cosas relacionadas con economía y no sólo moda y zapatos... pero él... la relación con el señor Max es complicada y estoy pensando que quizás me corran o deba renunciar. – Gaspar negó con la cabeza y volvió a tomar mi mano.

- No pienses eso Clara, trata de hacer lo que te gusta allí dentro... Las relaciones con los jefes siempre son complicadas, pero trata de hacer lo justo y necesario para no llamar su atención y concéntrate en lo que te gusta y disfrútalo – me sonrió.

- Gracias... - susurré "ojalá fuera tan fácil" pensé...

El mozo nos trajo los platos, se veían bien y el sabor es inexplicable... realmente tenía razón al decir que eran la especialidad del chef. Luego de almorzar, Gaspar condujo de nuevo a la oficina. Bajé de la moto y le tendí el casco para devolvérselo. Cuando lo hice él tiró del mismo y me obligó a dar un paso adelante, acercándome a él. Me miró a los ojos y sentí mi corazón latir fuertemente. Pasó su brazo por mi cintura y me acercó a él para abrazarme.

- Gracias por almorzar conmigo – dijo contra mi pelo y sentí mis mejillas quemar. Me mordí el labio mientras mis fosas nasales se llenaban de su perfume.

- Gracias por invitarme – le dije, él me soltó un momento y acomodó mi cabello detrás de la oreja porque se había desacomodado con el casco.

- De nada princesa... te llamaré luego ¿Sí? – me dio un beso en la mejilla y arrancó la moto para irse.

- De acuerdo... adiós – me quedé parada como estupidizada en la acera mientras lo veía perderse en el tráfico.

Suspiré hondo y entré al edificio, sentía que caminaba sobre nubes de algodón sazonadas con pimienta, especias y un toque de limón. Oprimí el número 3 en el ascensor y cuando llegué al piso fui directo a terminar mi trabajo con Lucas, sin siquiera voltear a mirar la oficina del jefe.    

Te amo, Idiota #1: El café no se toma quemadoOpowieści tętniące życiem. Odkryj je teraz