31. El "Orgullo de Macho"

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Me duché a pesar de que lo había hecho antes de ir a cenar, pero me sentía sucia y cansada. Dejé que el agua corriera por mi cuerpo, tibia, descontracturando todos los músculos de mi espalda y dejando también que se mezclara con lágrimas saladas que brotaban de mis ojos. Lágrimas de enfado conmigo misma, de dolor porque sentía que Gaspar aún seguía enfadado conmigo.

Me puse mi pijama y me metí entre las cobijas. Miré el techo durante una eternidad tratando de conciliar el sueño, pero no pude y finalmente decidí salir de la cama para redactar mi carta de renuncia, la que llevaría dentro de un par de horas a la oficina.

Preparé una taza de café cargado y me senté frente a mi portátil en la mesa del living. Reposé los dedos en el teclado antes de comenzar a escribir y luego las palabras fueron fluyendo.

La releí mil veces hasta que estuve satisfecha, conecté la impresora y mandé a imprimir el archivo. Suspiré hondo y luego busqué mi currículum para actualizarlo. Necesitaba conseguir otro trabajo y lo necesitaba con urgencia.

Bebí hasta la última gota de café y me preparé otra taza. Cuando miré el reloj ya eran las 7 y debía prepararme para ir a la oficina. La peor parte de todo era que no le había contado a Caro ni a ninguna de las chicas de mi renuncia.

Me vestí con un par de jeans, botas, un sweater azul, bufanda y saco. Guardé la carta de renuncia y algunas copias de la misma, en una de las carpetas que debía entregarle a Lucas con el trabajo que me había encomendado. También guardé mi pendrive, pensaba pasar al ordenador de la oficina las notas que debían publicarse en la columna de moda la semana siguiente. Renunciaba pero no está en mi forma de ser dejar las cosas a medias.

Pasé por una librería camino a la parada de bus y compré cuatro sobres blancos donde metí las copias de la carta de renuncia y así me paré a esperar la última vez que tomaría ese bus para ir al trabajo como "Clara Rigotzi, empleada de redacción".

Cintia me recibió con su habitual sonrisa en la mesa de recepción y el teléfono al oído, así que sólo la saludé con mi mano y fui directo al ascensor.

Pasé los archivos al ordenador. Caminé hasta el cubículo de Lucas que estaba allí trabajando.

- Buenos días - lo saludé, él se puso de pie.

- ¡Hola Clara! ¿cómo estás?... anoche Ana me dijo que te invitara a cenar la semana próxima... ¿qué dices?... podemos aprovechar para conversar sobre la columna que debemos escribir respecto a la caída del valor de las monedas y divisas en el mercado.

- Me encantaría Lucas - sonreí con nostalgia - pero no puedo... Renuncié.

- ¡¿Qué?! - frunció el ceño - ¿Qué sucedió?

- Max... - dije y dejé salir el aire de mis pulmones - estoy teniendo demasiados problemas con él... y ya estoy cansada, creo que no vale la pena.

- Oye Clara, ¿lo has pensado bien? - asentí con la cabeza - bueno, le has caído bien a Anabel, así que de igual manera te esperamos en casa para cenar... ya arreglaremos bien la fecha... y te extrañaremos - me sonrió con pesar.

- Yo también los extrañaré... - Me abrazó porque vio que un par de lágrimas amenazaban con salir rodando por mis mejillas. - Aquí traje las carpetas con lo que me pediste...

Le tendí las carpetas y luego de despedirme nuevamente, caminé hasta el escritorio de Mariana.

- Buenos días Mari... ¿Max ya llegó?

- No, aún no, ¿necesitas algo Clara?

- No... regreso en un rato, necesito hablar personalmente con él.

Te amo, Idiota #1: El café no se toma quemadoWhere stories live. Discover now