21. Ravioles vs. verduras

810 75 49
                                    


Los labios de Max se acercaban en cámara lenta a los míos, no sabía qué hacer, estaba petrificada, y entonces, como boxeador salvado por la campana, alguien golpeó la puerta del departamento.

Me levanté de un saltó de la silla y prácticamente corrí a abrir.

- ¿Quién es? – pregunté tratando de calmar mi corazón que latía desenfrenado en mi pecho.

- Soy Gaspar – escuché la voz del otro lado y me quedé dura, mierda... esto iba a tener consecuencias... Max me miraba aún sentado en la silla y yo sabía que estaba roja. Mis manos comenzaban a sudar, sentí el picaporte resbaladizo cuando lo abrí.

- Hola – le dije con una sonrisa, aunque supongo que le debe haber dado un aspecto aún más terrible a mi cara. Gaspar estaba parado en el pasillo, tenía un jean y un tapado negro, el casco de su moto en una mano y en la otra sostenía una bolsa.

- Hola Princesa – me dijo antes de que yo me hiciera a un lado para que pudiese entrar, no miré a Max, pero estaba segura de que lo había oído - ¿Cómo te sientes?... como me dijiste ayer que estabas enferma y no irías hoy a trabajar decidí traerte la comida, supuse que comerías algo poco saludable – me guiñó un ojo y yo sonreí nerviosa.

- Gracias – susurré y me hice a un lado para que pasara. Gaspar atravesó la puerta y cuando vio a Max se quedó parado en seco.

- Ah... están comiendo – dijo con un dejo de sorpresa y desilusión en la voz.

- Gaspar... él es Máximo D'Angelo, mi jefe – dije casi sin voz, Max se puso de pie y estrechó su mano. La mirada de Gaspar estaba sombría, pero cambió la bolsa de mano y apretó la que Máximo le tendía.

- Gaspar Herrero – dijo con una sonrisa forzada en los labios – así que él es tu jefe...

- Así es, encantado de conocerlo – dijo Max, también estaba incómodo por la situación.

- ¿Alguien quiere tomar café? – pregunté sin saber qué más decir

- Clara, yo debo volver a la oficina – Dijo Max caminando hasta el sofá donde había dejado su abrigo.

- Bien señor... gracias por venir – dije evitando mirar a Gaspar a los ojos.

- Adiós Gaspar – Max le estrechó la mano y yo permanecí parada al lado de la puerta unos segundos. – Adiós Clara, espero que te recuperes pronto – me sonrió pero en sus ojos había algo diferente, no sabría cómo definirlo.

- Gracias... Adiós – Max me dio un beso en la mejilla y luego caminó por el pasillo hasta el ascensor.

Cerré la puerta y me di vuelta. Gaspar se mantenía parado al lado de la mesa, no se había quitado el abrigo y sostenía aún el casco y la comida.

- Te traje ravioles, pero supongo que ya no tienes hambre – evitaba mirarme a los ojos y yo seguí callada, no sabía que decir – así que ese es tu jefe... creí que tenías problemas con él – había resentimiento en su voz.

- Los tengo

- ¿Y por qué almuerzas con él en tu departamento cuando estás enferma? – la pregunta me atravesó como un rayo y sus ojos se clavaron en los míos. Tenía el ceño fruncido y los labios apretados en una línea.

- No sabía que iba a venir, simplemente apareció diciendo que quería saber cómo estaba... - me encogí de hombros, después de todo esa era la verdad.

Te amo, Idiota #1: El café no se toma quemadoWhere stories live. Discover now