6. Crush

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Espero en la parada del bus, casi no hay gente esperando conmigo, lo que es extraño porque casi siempre cuando salgo de trabajar hay varias personas. Miro la hora en mi celular y comprendo todo, he salido tarde, por lo tanto seguramente el bus acaba de pasar y voy a tener una espera de mínimo 15 minutos. Muerdo mi labio inferior con fastidio y busco en mi móvil el "Candy Crush", al menos combinar caramelos de colores puede, quizás, hacer que el tiempo pase más rápido. Cuando acabo de formar una bomba de chocolate, escucho que un auto se detiene cerca de la parada y toca bocina un par de veces. Levanto la vista y siento que mi corazón se estruja un poco. Allí está Mexy sentado tras el volante. La ventanilla del acompañante está baja y puedo ver su sonrisa, además de una mano que me llama.

—Ven, Rigotzy, te llevo hasta tu casa.

¡Diablos!

—No es necesario, señor. El bus debe estar por llegar —cruzo los dedos mentalmente y ruego que se vaya mientras el miedo va apoderándose de mí. No quiero perder mi jodido trabajo, aunque sea mal pago, aunque sea un fiasco.

—Ven, Clara, no te hagas rogar —sonríe con los ojos fijos en mí.

—El bus tardará al menos 15 minutos, querida —me dice una señora parada a mi lado. La fulmino con la mirada "quién le habrá pedido su opinión al respecto..."

—Está bien... gracias, SEÑOR —remarco el "señor" apropósito y me acerco al auto de mala gana. Él ya ha abierto la puerta.

—Ponte el cinturón, Clara. No quiero tener inconvenientes —obedezco y luego dejo escapar parte del aire que tengo en mis pulmones en medio de un suspiro de fastidio que él parece no notar.

El auto avanza por la calle. El jefe me pregunta la dirección de casa; extrañamente no dice nada en todo el camino, hasta que se detiene frente a mi edificio y contemplo aliviada las macetas de la entrada y los autos que salen de la cochera.

—Gracias por traerme, señor —murmuro entre dientes, con la mano ya abriendo la puerta del auto.

—De nada, Clara, dime Max, por favor —vuelve a sonreír y yo hago lo propio. 

Mi cerebro tiene todas las luces rojas prendidas y un gran cartel de "DANGER" aparece en mi mente al ver esa maldita sonrisa. Y todo se vuelve peor cuando él pone su mano sobre mi pierna.

—Es bueno ver que hoy has combinado perfectamente los colores, me asegura que tengo una experta en el tema que redacta mis columnas de moda y maquillaje.

—Gracias —susurro con la cara completamente roja. Quito su mano de mi pierna porque siento que me está quemando la incomodidad.

—Te ves bonita hoy, Rigotzy... —se acerca peligrosamente y entonces yo abro la puerta completamente y me bajo.

—Adiós, señor Max —digo desde el otro lado de la puerta.

—Adiós.

Camino hacia la puerta de entrada del edificio sin mirar atrás y sólo cuando he puesto la llave en la cerradura y empujo para entrar, escucho el ronroneo del auto al irse. Dejo escapar el aire que he estado reteniendo y me río de los nervios. A menos que yo esté loca, mi jefe está acosándome.

*-*-*-*

¿Por qué el periodo llega siempre cuando no tenemos compresas de reserva? Me maldigo por ser tan descuidada. Recojo la cartera y voy corriendo al supermercado para hacer la compra. He cargado algunas cosas extras porque la heladera de casa está vacía y sé por experiencia que Rodrigo no hará las compras. Cuando termino, y luego de pagar, me doy cuenta que debo llevar seis bolsas llenas de mercadería hasta el departamento. Son sólo dos cuadras, pero presiento que voy a morir en el intento. Comienzo a caminar, sintiendo que las manijas están cortando la circulación de mis dedos y cómo mis brazos empiezan a sufrir el peso. Logro abrir la puerta y caminar hasta el ascensor, entonces dejo las bolsas en el piso, suspirando de alivio mientras espero. La puerta del edificio vuelve a abrirse y a los pocos segundos un hombre se para a mi lado.

—¿Has hecho la compra semanal? —pregunta con gracia y giro para mirarlo. Es el vecino sexy del octavo piso.

—Hola... —digo tímidamente—. Sí, algo así.

El ascensor se detiene frente nuestro y abre sus puertas. Sin decir nada él recoge mis bolsas y me dedica una sonrisa. 

—Gracias —susurro.

—¿Podrías marcar por mí el octavo piso? —Antes de que termine de hablar, los botones correspondientes al 5 y 8 brillan en el tablero del ascensor—. Mi nombre es Federico —agrega, mirándome  y dejando las bolsas en el piso, justo en el momento en que comenzamos a subir.

—Clara.

—Encantado de conocerte, Clara. Así que somos vecinos —ahí está de nuevo esa sonrisa con holluelitos.

—Así parece —El ascensor se detiene en el quinto piso y yo abro la puerta del pasillo, luego me agacho para recoger las bolsas pero él ya las tiene en sus manos.

—Te ayudo —No me deja más opción que asentir con la cabeza. Sale del ascensor y se para en el pasillo, yo dejo la puerta abierta para que no siga su trayecto.

—Es el B —digo, caminando hacia mi puerta y abriéndola—. ¡Muchas gracias, Federico!

— No es nada, Clara. Me gusta ser un buen vecino —guiña un ojo y se va, dejándome parada en el umbral de mi puerta sin entender muy bien que ha sido todo eso. 

Te amo, Idiota #1: El café no se toma quemadoWhere stories live. Discover now