35. Encuentra tu otra mitad

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Los  mitología romana, había una leyenda sobre los hombres: habían sido creados con dos cabezas, cuatro brazos y cuatro piernas. Júpiter, enojado al verlos cada vez más poderosos, decidió dividirlos. Las dos mitades estaban destinadas a buscarse la una a la otra como castigo por creerse mejor que los dioses. Sólo encontrándose, podrían ser uno de nuevo. Así es como se explicaba la constante necesidad de los humanos de encontrar a su verdadero amor, a su otra mitad. Doce mitades estaban a punto de empezar su búsqueda. 

El Dr. Lee no era ajeno a lo que estaba pasando y su miedo más grande era que despertaran todos al mismo tiempo y pudieran verse. Por eso, envió a todos los pacientes a casa con la promesa que les haría bien estar en su hogar para una pronta recuperación. Y, para su suerte, fueron despertando uno a uno con el tiempo. Quienes lo hicieron primero, se dieron cuenta que sus aspectos no habían cambiando y se veían tal como eran antes de dormir. Los aspectos dentro del laberinto habían dependido de sus voluntades también. Eso explicaba algunos estilos tan exagerados. Pero, si bien se veían iguales, tal vez un poco más delgados, no eran las mismas personas que entraron al laberinto. 

* *

El pequeño pueblo tenía sólo un centro de salud para todos los habitantes y siempre estaban cortos de personal comparados con la cantidad de pacientes. Lay era uno de los médicos que ayudaba por más de diez, e incluso hasta doce, horas al día. Fue muy duro para todos cuando estuvo lejos y luego enfermo. Después de recuperarse y rehabilitarse, estaba de regreso y todos estaban agradecidos, especialmente los pacientes. Pero tenía uno nuevo, que lo esperaba más que los niños. Con su bata puesta, Lay se sorprendió al ver a la siguiente persona en el consultorio. 

–¿Te pasó algo?– preguntó con preocupación. Un costoso traje fue retirado para dejar ver un blanco brazo. –Suho, no puedes venir a un centro de salud por un raspón.

–Claro que puedo, ¡me arde!

–Eso tiene sentido, hay un poco de sangre. 

–Entonces, doctor, haga su trabajo– exigió el hombre con tono mandón. 

–Suho, estoy seguro que en tu oficina de lujo debe haber un botiquín con algodón y alcohol. ¿Debes viajar por casi dos horas para que alguien más cure algo tan superficial?

–Mis sentimientos no son superficiales– reclamó el empresario, mostrando su brazo para ser atendido. 

–No hablo de ti, hablo del raspón– se justificó inocentemente el médico y procedió a hacer su trabajo. 

–Yo sí hablo de mis sentimientos– explicó, intentando torpemente mandar una indirecta. 

–Pero el raspón sí. Los sentimientos de todos son importantes– comentó Lay, colocando una pequeña bandita para finalizar su labor. 

–Pero yo quiero saber qué piensas de mis sentimientos, Lay. 

–No soy Lay, soy el Dr. Zhang. Te daría una receta, pero no hay medicamentos para los raspones. Acabo de regresar de una operación en otro pueblo y es mi turno para dormir. Creo que tus sentimientos son honestos, pero no entiendo qué tiene que ver el raspón y el viaje. Debes aprender a organizar tus ideas si quieres que las personas te entiendan. 

–¿Es en serio?– Suho cerró los ojos, suspiró, se puso de pie y se colocó el saco. –Esto es más difícil de lo que me imaginé. 

–En realidad no es tan difícil, es muy simple. Debes esperar a que yo salga del trabajo y aprovecharte de mi cansancio para ofrecerte y llevarme a casa. Me voy a negar y tú vas a insistir, así que finalmente aceptaré y me voy a sorprender por tu auto costoso. Cuando lleguemos a mi casa,  serás tú el sorprendido por lo modesta que es. Entonces, te diré que no gano mucho dinero como médico, porque mi trabajo es más voluntario que otra cosa. Entonces, te ofreceré té y volverás a sorprenderte por lo bien que puedo cocinar cuando me lo propongo. Si tienes suerte, puedes quedarte por la noche. 

Monster: You're my lucky one (OT12)Where stories live. Discover now