EPÍLOGO

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Recomendación: escuchar con volumen bajo. Gracias por todo. <3

2 años después

Málaga, Mijas. // Rubius.




El aire revoloteaba mis cabellos y el suave vaivén del viento hacia que me relajase. Las lágrimas salían mientras mis ojos borrosos ante las lágrimas miraban el nombre grabado en aquella placa de metal. Mis brazos temblaron y me abrazo a mi mismo sin apartar la mirada de la placa, estaba sólo en aquel cementerio, mientras observaba la tumba de mi madre. Sentí ligeros pasos que sonaban cuando la suela pisaba las pequeñas rocas de cemento que habían esparcidas en el suelo. No levante la mirada, sólo sigo ahí. Me abrazo con más fuerza soltando pequeños sollozos e hipidos que silenceo cubriendo mi boca. Unos brazos grandes me envuelven y su mentón se apoya en mi hombro. Escucho su respiración calmada a diferencia de la mía, agitada. Vuelvo a sollozar más alto y suelto un jadeo. Sus labios esparcen suaves besos en mis mejillas húmedas.

— ¿Por qué no me dijiste que estarías aquí? —susurró con voz calmada. Aferro mi mano con a la suya y él me obliga a girarme—. Hermoso, no llores.

Me abraza y me desmoronó en sus brazos. Las lágrimas caen pesadas por mis mejillas, mojando su hombro. Aprieto las manos en puño en su camisa y escondo mi rostro en su cuello. El suspira y acaricia haciendo suaves círculos con su palma en mi espalda. Me siento ahogado en la tristeza, en la culpa y me aprieto más contra su cuerpo. Le escucho decir mi nombre suavemente, pero no quiero, no quiero calmarme, quiero liberar todas mis emociones mediante el llanto. No dice nada más, sólo sigue apretándome con fuerza mientras reparte suaves besos en mi cabeza.

—Hey, hermoso—me llama tomando mis hombros y apartándome con suavidad de su cuerpo—. Que tierno te vez así, pero me gusta más verte sonreír—e inconscientemente sonrío mostrando mis dientes, pero mis ojos siguen húmedos y me cuesta ver bien. El suelta una risita y besa mis labios suavemente, quedándose unos segundos en los míos. Luego se aparta y me vuelve a estrechar en sus brazos. Para eso, yo vuelvo a llorar pero con más tranquilidad. Pestañeo y siguen cayendo a borbotones. No sollozo, no grito, sólo me quedo ahí, apretando más el abrazo.

—Gracias por venir—digo en un minúsculo susurro que pienso que no me escucho hasta que sonríe y me aleja de su cuerpo.

—Soy tu esposo, debo hacerlo, ¿No? —esposo, que raro suena esa palabra en todo momento, para mí. No digo nada y me aferro una vez más a su cuerpo. Nadie dice nada, sólo miramos detrás de nuestras espaldas; miramos el aire acarrear hojas que caen de los árboles. Vemos como la tierra se levanta y cae pesada nuevamente al suelo. Cierro los ojos y aspiro hondo. Me siento tranquilo.

—Mamá siempre decía que era un llorica—menciono con una media sonrisa. Le escucho reírse por lo bajo.

—Pues creo que tiene razón, un precioso bebé llorón, eso eres—me da un vuelco en el corazón al oír esas palabras. No hago nada, no puedo burlarme o gritar aterrado al oírlo. No puedo reaccionar, cuando cada uno de los recuerdos aterriza de golpe en mi mente. No siento las piernas y mi boca se seca, un nudo de palabras se instala en mi garganta y nuevamente mis ojos se aguadan.

—Carlos... Llévame a casa, por favor—digo casi ahogado en lágrimas. El me mira fijamente mientras alza una ceja, me siento inútil, un llorica. Sonríe y asiente mientras su brazo me coge la cintura y me apega a su pecho. Nuestros guardaespaldas avanzan detrás de nosotros guiándonos a donde estaban las camionetas.

Vuelvo a hundirme en recuerdos en cuanto llegamos a la camioneta. Mis ojos varean por el trayecto mientras pienso en los últimos años.

Miguel. Ese nombre me hace temblar. Cuantos días habían pasado desde la última vez que le vi en uno de los antros más famosos de Madrid. Sus ojos buscaban a alguien y sólo podía observarlo de lejos mientras él bebía, una tras otra copa de vodka vivo. Le cuidaba una vez que le veía realmente mareado. Me acercaba a su mesa y le contemplaba por horas, hasta que lo enviaba en taxi hasta su casa. Un día le besé mientras íbamos con unos amigos de Carlos a los apartados. Me había convertido en la puta servicial las 24h del día, nuevamente, aunque esta vez, sólo dé Colmillo. Recuerdo verlo visto hablando con un chico parecido a mí, luego de eso se quedó dormido en una mesa totalmente borracho. Me escape y corrí hasta él.

cry baby ↮rubelangel™Donde viven las historias. Descúbrelo ahora