Capítulo Treinta y cinco

1.8K 192 18
                                    

Desde que Jayden había puesto la idea del viaje en mi mente, no había reparado en el hecho de estaríamos solos la mayor parte del tiempo, encerrados en un espacio reducido y sin mucho lugar para movernos.

Después de darme cuenta en lo atractivo que era, me sentí nerviosa. ¿Acaso el plan del viaje era para... estar juntos? La idea envió cosquillas a mi estómago y aceleró mi corazón hasta llegar a ser doloroso. Sin embargo, esa sensación no duró mucho ni tampoco lo hizo la imagen que comenzaba a formarse en mi mente pues Jayden resultó ser un parlanchín.

Nunca me imaginé que un chico pudiera hablar tanto.

Pero él probó ser diferente una vez más.

Al no tener nada en que ocupar sus manos o su boca —ni siquiera quería pensar en eso o solo lo haría más incómodo—, esta comenzó a soltar palabra tras palabra, sin descanso. Las cosas que todavía no sabíamos del otro, nos tomamos el tiempo de compartirlas. Como el hecho de que le tenía miedo a las alturas porque su papá lo llevó a la montaña rusa cuando aún era un niño y no soportó tanta adrenalina. O que yo tenía miedo a las aguas profundas porque Cassie casi se ahoga una vez, durante una excursión escolar.

Él era alérgico a las almendras y yo a la piña. Él amaba los gatos y yo los perros.

No estaba segura de haber disfrutado tanto de la compañía de alguien antes. Desde el momento en el que lo conocí, siempre me había frenado a mí misma. Nunca lo hice cuando era grosera porque no sabía de qué otra forma lidiar con los sentimientos que trataba de esconder; pero me frenaba en confiar en él, en darle una oportunidad. Cuando finalmente dejé caer esa pared que me separaba de él, continué frenándome pues todo era demasiado nuevo. Ahora, no tenía palabras para describir lo liberador que era.

Tener a alguien con quien compartir risas y dolor era confortante.

Una vez escuché que si todos estábamos solos, también estábamos juntos en eso y solo ahora lo entendía.

******

Llegamos al hotel al atardecer. Al parecer Jayden resentía a su papá, pues no quiso que nos quedáramos con él. Además, el hotel quedaba más cerca del bar en el que tocarían sus amigos, así que podíamos llegar a pie.

—Así estiraras las piernas y podré mostrarte un poco mi ciudad natal— había comentado, después de registrarnos en... ¡una sola habitación!

No pude procesar ninguna palabra después de ver que nos quedaríamos en el mismo cuarto. Mis piernas de pronto se sentían débiles y mi cabeza comenzó a dar vueltas. Dios, iba a vomitar. En el maldito vestíbulo del hotel.

—Hm. ¿Jayden? ¿No te alcanza el dinero para otra habitación?

Entramos al elevador que nos llevaría a nuestro destino. Me apoyé en la barra al fondo del mismo, con Jayden a un lado de la tabla de botones.

— ¿Qué? ¿Por qué? —Se giró para darme la cara. Mi expresión debió ser horrible porque una expresión preocupada transformó sus facciones antes de dar paso a una sonrisa irónica—. ¿En qué estás pensando, Ed? Ya hemos dormido juntos.

— ¡Pero no de esta forma!

Él se acercó a mí, como un felino se acerca a su presa, en el reducido ascensor. Solo eran tres pisos, pero no entendía porque la maldita cosa no se movía. Jayden se detuvo frente a mí, colocando los brazos a ambos lados de mí, encerrándome.

— ¿Y de qué forma es esa? — besó mis labios entreabiertos por mi dificultad para respirar. Él se alejó, fingiendo sorpresa y colocando una mano sobre su pecho para más dramatismo. — ¡Ed, no sabía que pensabas en mí de esa forma!

Me sonrojé tanto y me sentía tan caliente, que pensé que haría combustión. Ni siquiera pude pensar en un comentario para responderle.

—Eres tan linda, cariño.

Jayden se alejó y volvió a girarse hacía los botones. No fue hasta ese momento que el elevador comenzó a ascender. El muy idiota ni siquiera había presionado el botón de nuestro piso.

Dejé escapar el aire que estaba reteniendo al mismo tiempo que él dejaba escapar una risita. Fruncí el ceño, golpeando su espalda con mis puños. —Y tú eres un gran... inmenso idiota— chillé.

Las puertas del elevador se abrieron, deteniendo mi ataque de golpes. Él ni siquiera se inmutó por los mismos; tomó su mochila y la mía del suelo y salió al pasillo, en busca del número correcto. A regañadientes me acerqué a él, solo para notar la enorme sonrisa que iluminaba su rostro. Idiota.

No podía creer que me hubiera avergonzado de esa forma.

Aunque, si lo pensaba de otra forma, era un poco doloroso que él no estuviera pensando del mismo modo. Era casi como si no le interesara, lo que era lo más estúpido que alguna vez había pensado, porque sabía que si lo hacía. No me habría sacado de casa para olvidar mis problemas si no fuera así.

******

Llegamos a la habitación indicada un momento después. Jayden abrió la puerta, indicándome que entrara primero. Así lo hice.

Había dos camas personales a ambos extremos del cuarto —una cerca de la puerta por la que acababa de pasar y la otra en la pared opuesta—. Un televisor pantalla plana pequeño ocupaba pared de enfrente, en medio de las camas y supuse que la puerta que estaba cruzando la estancia, era la del baño.

Me di la vuelta para encarar a Jayden. Enarqué una ceja, curiosa. — ¿Dos camas?

—Nunca dije que dormiríamos juntos. Tú lo pensaste.

Sonrió al pasar a mi lado. Dejó mi mochila en una de las camas y caminó a la otra para sentarse sobre ella, con su propia mochila a su lado. Me fui a sentar también, con los brazos y las piernas cruzadas. Se sentía extraño estar juntos y al mismo tiempo estar separados. Era como si un enorme agujero se hubiera abierto entre nosotros y lo único que nos mantenía conectados eran nuestras miradas; porque por alguna razón no podía apartar la mía.

Después de lo que parecía una eternidad, él se dejó caer sobre su espalda, finalmente rompiendo el contacto visual. — ¿Quieres darte una ducha primero? Nos iremos en una hora. Tengo hambre y mi espalda me duele, me vendría bien caminar un poco.

— Hm. Claro.

Saqué ropa limpia de mi mochila y me dirigí al baño, echándole un vistazo a Jayden en el proceso. Tenía un brazo cubriendo sus ojos y una sonrisa tirando de sus labios. —No te preocupes, no voy a hacer ningún movimiento hacía ti. Aunque creo que debería ser quien se preocupe— comentó, levantando el brazo un poco para verme con un ojo.

Rodé los ojos y me encerré en el baño. Era pequeño y solo tenía lo necesario, pero servía para su propósito.

******

Una buena ducha caliente nunca caía mal. Mis tensos y doloridos músculos me lo agradecieron desde el instante que me coloqué bajo el agua. Me puse el mismo pantalón, con otra camisa —esta gris, con mangas largas— y salí, con una toalla enrollada en mi cabeza.

Jayden yacía en la misma posición que lo dejé, solo que esta vez sus labios estaban entreabiertos y roncaba. No eran del tipo bulliciosos y ni siquiera eran lo suficientemente fuertes para molestarme, pero ahí estaban.

Sonreí.

Debía estar más cansado de lo que aparentaba. No sabía que tan bien lo estaba haciendo él en las noches que no pasaba conmigo, pero sabía que yo no podía dormir últimamente. Él como siempre andaba de buen humor, no daba a relucir nada más y si no lo encontraba realmente necesario, no te lo diría.

Subí a la cama lo más cuidadosa posible y me acurruqué a su lado. Quizás tenía razón. Él era quien debía cuidarse de mí.

Un ronquido se quedó atrapado en su garganta cuando se giró sobre su costado, pasando un brazo sobre mí y atrayéndome más cerca. Besé su barbilla, sonriendo y cerré mis ojos con un suspiro.

Así, nos quedamos dormidos.

Cybernetic Cupid© (BORRADOR)Where stories live. Discover now