Capítulo Treinta y dos

1.8K 223 14
                                    


No dije nada acerca de a quien había visto en nuestro regreso del hospital. Jayden me preguntó sobre a quién le había dicho adiós, cuando claramente no había nadie en la acera. Sin embargo, sacudí la cabeza y me pegué más a su cuerpo sin responderle. Suponía que estaba en alguna tipo de shock. Él debió notarlo también, porque apretó sus brazos a mí alrededor como si tuviera miedo de soltarme.

Cuando llegamos a casa, él se ofreció a entrar conmigo. Me negué rotundamente. No por miedo a que algo pasara entre nosotros mientras estábamos a solas, sino porque quería llegar a un acuerdo con lo que había visto. Necesitaba resolver mis pensamientos y emociones antes de enfrentarme a mamá. Así que lo besé ligeramente y entré a mi hogar sin voltearme ni una vez.

La casa seguía vacía.

Sam llegó corriendo a mí desde la sala de estar y comenzó a ladrar y agitar la cola alegremente. Dirigió la mirada hacia la correa que había en el perchero y ladró una vez más.

No pude evitar sonreír. Me puse de rodillas y abracé su grueso y peludo cuello—. Tienes razón, prometí sacarte a pasear. ¿Vamos?— De nuevo me puse de pie, tomé la correa y la abroché al collar en su cuello. Salimos unos minutos después, sin un rumbo en mente y con todas las ganas de alejarnos de todo.

*****

Hice caminar tanto a Sam que no pude evitar sentirme mal por ella. Ella me siguió todo el tiempo, sin quejarse por la falta de agua o descanso. Caminamos tanto, que para cuando me di cuenta, mis pies dolían y mis piernas se sentían débiles y temblorosas. Gotas de sudor resbalaban por mi rostro y mi espalda, humedeciendo mi vestido. Adiós al maquillaje que me había puesto antes. Debía lucir desastrosa ahora.

Por si no fuera poco, una ligera brisa había comenzado y no dudaba que pronto se convertiría en una lluvia intensa. Si las nubes negras que se habían ido formando en el cielo no eran un indicio suficiente, no sabía qué lo fuera.

—Vamos, Sam. Regresemos a casa ya— dije con desgana. La verdad era que solo quería sentarme a descansar, pero ahora teníamos un largo camino frente a nosotras.

No sabía qué hora era. Antes, había dejado mi cartera con mi dinero y mi teléfono y ahora no podía llamar a nadie o comprar comida para las dos. Ahí se habían ido mis ganas de no querer pensar en lo absoluto. No pensar apestaba. Aunque... al menos tampoco había pensado en papá.

A mitad de nuestro paseo de vuelta, la tenue brisa pasó a ser una tormenta. Intenté correr con Sam para protegernos del agua, pero fue en vano. No había un lugar para resguardarnos. En cuestión de minutos estábamos empapadas hasta en lugares que no deberían haberlo estado.

La lluvia era fría y calaba mis huesos a través de la fina tela de mi vestido haciéndome tiritar. Insté a mi perra a seguirse moviendo. No quería que se enfermara por mi culpa. ¡Mierda! Este día no podía ir peor. Si a Sam le pasaba algo por mi culpa, no podría perdonármelo nunca.

Para cuando llegamos a casa, ambas jadeábamos y temblábamos como gelatina. No sabía cómo ella aun así logró subir por las escaleras y rasguñar la puerta con sus patas delanteras; yo tenía las piernas tan débiles que lo único que pude hacer fue sentarme, ya no importándome más la lluvia que seguía cayendo sobre mi espalda. La puerta que Sam estaba rasguñando y la contigua se abrieron de golpe al mismo tiempo, revelando a una mujer con el rostro surcado en lágrimas y a un chico con la expresión más dolida que alguna vez le haya visto.

Mamá dejó escapar un grito sorprendido antes de ayudar a nuestra perra a entrar cuando vio que Jayden se acercó a mí con algunas toallas que había traído con él. Él me forzó a ponerme en pie y me arrastró-cargó hasta llevarme a la sala de estar.

Cybernetic Cupid© (BORRADOR)Där berättelser lever. Upptäck nu