Capítulo Dos

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¡Es un idiota! — exclamó Cassie, mirándome con una expresión molesta y desamparada. — Ed, te extraño mucho.

Me reí entre dientes. Teníamos solo una semana de no hablar por Skype pero siempre me decía lo mismo. Durante los últimos seis meses. No estaba segura si se daba cuenta que cada vez que hablábamos, él —el hijo de la amiga de su mamá— era el primero en aparecer en la conversación.

Cuando Cassie se mudó al otro lado del mundo —Londres en específico—, sabía que estaría viviendo en la casa de una amiga muy íntima de su mamá. También sabía que la señora tenía dos hijos cercanos de edad que podrían ayudarla a adaptarse más rápido al ambiente londinense y a superar cualquier rastro de nostalgia por lo que había dejado atrás. Sin embargo, ella no sabía que el hijo mayor sería un idiota.

Aunque, se veía más contenta.

Había un brillo especial en su mirada que no había estado cuando se fue. Y a pesar de lo que su boca podía decir, tenía el presentimiento que no era nada más que palabras. El chico estaba llegando a ella sin que se diera cuenta. Lo que resultaba ser bueno, dado que después de su última relación ella no confiaba en nadie.

También te extraño. Asomarme por la ventana no es lo mismo sin ti — comenté, frunciendo el ceño y recordando de nuevo la nada agradable presentación que tuve en la mañana.

Oh, pero mamá me llamó para avisarme que ya se estaban mudando a mi... antigua casa. — Ladeó la cabeza, dejando que su flequillo cayera sobre sus ojos. Después lo apartó sin molestarse. — ¿Hay alguien de nuestra edad en esa familia? Podrías hacerte su amiga.

Hice una mueca. — Si. Eso no va a pasar.

Podía ver como sus orejas se levantaban atentas. En serio, era como ver a un cachorro al que le han llamado la atención.

Oh... Veo que ya conociste a alguien. — Sonrió conocedora. Si tan solo fuera capaz de verse a sí misma de la misma manera. — Y puedo decir que es un chico.

— Es un idiota. Al igual que tu Mason.

Cass se llevó un dedo a la boca e hizo como si tuviera arcadas. No pude evitar reírme de lo infantil que estaba siendo. Podía ver sus mejillas sonrojadas incluso a través de la pantalla y ella aún se negaba en admitir que podía estar desarrollando sentimientos por el sexi y adorable británico.

No es mío. Cuéntame sobre este nuevo vecino. Extraño saber todo sobre todos. — Cambió el tema como si no fuera la gran cosa, que quizás así era. Aunque tampoco deseaba que dirigiera toda la atención hacía mí. Hizo un puchero al mismo tiempo que apoyaba la barbilla en sus manos y miraba la pantalla, esperando.

Aun así le conté todo lo que había por contar. Cualquier secreto sucio y vergonzoso que podía esconder, lo confesé; necesitando desahogarme.

Al final de mi relato, Cassie estaba desternillándose de la risa. Se volteó sobre su espalda, desapareciendo de la pantalla, mientras sus carcajadas seguían resonando a través de los parlantes. Si hubiera tenido puestos los auriculares, probablemente estaría sorda a causa suya.

¿Te respondió la nota? — preguntó una vez se hubo calmado lo suficiente para hablar. Su rostro estaba enrojecido y tenía lágrimas en los bordes de los ojos. — No puedo creer que te dijera eso — añadió, sonriendo.

Sacudí la cabeza, encogiéndome de hombros — No lo sé. No he revisado.

La mañana se me había ido rápido después de eso. Había ido a la tienda a comprar golosinas para mantenerme con energía mientras escribía o la inspiración no vendría de ninguna manera. Este era un hábito del que no podía deshacerme —no que realmente lo estuviera intentando—, así que me había quedado con él.

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