-Lucy no voy a dejar que se te acerque. Me da igual perder mi trabajo.

-Te necesito en esa cena Brad. Por eso él necesita que yo vaya y te ha dicho a ti que seas mi acompañante. Porque te puede controlar.

-Por eso querías ir con otra persona.

-Exacto. Tú probablemente necesitas más este trabajo y yo puedo soportarlo.

-Pero no vas a hacerlo. Eso no va a pasar.

-Brad, es lo inevitable.

-¿Cómo has podido fingir todo este tiempo qué tu padre es una persona relativamente decente?

-Las consecuencias de lo que pasaría si hablase.

-¿Cómo cuáles?

-Quedarnos sin nada. Literalmente, sin nada. Mi padre tenía el poder de hacer eso y dos veces lo intentó para meternos miedo.

-Las dos veces que casi os quedáis sin casa.

-Exacto.

-Alguien debería pararle los pies.

-Alguien, quizá.

-Creo que ahora es mi turno. Pregúntame lo que quieras.

-Cuéntame solo lo que quieras contarme.

-Soy hijo de uno de los socios de tu padre. Por eso te pidió que yo fuera contigo.

-¿Qué?

-Yo tenía que asistir a esa cena de todas formas.

-¿Eres hijo de quién? –mi mirada se oscureció.

-No, Lucy, no pienses mal de todo esto. Yo no soy cómo él.

-¿Qué haces trabajando aquí?

-No quiero vivir de su sucio dinero. Que él fuera un monstruo y capaz de hacerte eso no significa que yo lo sea.

-Pero sin embargo trabajas para uno que es igual o peor.

-¿Ves por qué no quería hablar de esto?

-¿Sabías lo que él me hizo?

-Sí. Pero no sabía que eras tan pequeña cuando eso pasó.

-Si lo hubiese llegado a saber.

-Si lo hubieses llegado a saber – me cortó. –No me hubieses dirigido la palabra desde el primer momento. Y mucho menos hablar de lo demás.

-Tengo mis razones para hacerlo.

-También yo para no decírtelo.

-No es algo que podrías esconder por mucho tiempo.

-Podría intentarlo.

-Las consecuencias serían peores.

-¿Esto es el final?

-Puede que lo sea.

-Entonces debería irme.

-Sí, creo que sería lo mejor.

 

Se levantó y se fue por donde había venido. En el momento que escuche la puerta cerrarse me eche a llorar. No podía ser. El hijo de su socio. El socio que me, me… no puedo pensar ni en la palabra. No podía quedarme en esa casa. No al menos esta noche. Pero tampoco tenía otro sitio al que ir. Ni coche que me llevara. Una bombillita se prendió en mi cabeza. Zoella. Cogí mi teléfono y marqué. Un tono, dos tonos, tres tonos. Nada. Soy una persona bastante impaciente para estas cosas.

-¿Si? ¿Lucy? ¿Ha pasado algo?

-Más o menos. ¿Puedo ir a dormir a tu casa?

-Sí. ¿Tienes cómo venir?

-No. ¿Puedes decirle a Alfie o a Caspar?

-En 15 minutos estaremos allí todos.

Metí lo esencial en una mochila y salí de allí hacía la puerta de la casa principal. Esperando no encontrarme con nadie allí.

-Lucy. – me llamaban por detrás.

-¿Sí? –me giré y era uno de mis hermanastros.

-¿Es cierto que papá os hizo cosas malas a ti y a tu mamá?

-Oh, no. –negué con los ojos cristalizados. -¿quién te dijo eso Luke?

-Escuche a mamá discutir con papá por algo así.

-No, eso es mentira. Habrías escuchado mal.

-Será eso. – me di la vuelta dispuesta a irme. Un choche se acercaba y esperaba que fuese Zoella. –Lucy sí algún día te escapas de aquí para siempre, quiero ir contigo. – Lo miré a los ojos mientras veía algo que antes no había visto. Dolor, sufrimiento.

-Lo haré. – abrí mis brazos para darle un abrazo. El chico lo necesitaba.

 

Un coche paró delante de mi casa y vi una cabeza rubia salir de él. Nunca me imaginé que me alegraría tanto de ver a Caspar. Vino hacía a mí, y me dio un abrazo. Fuimos andando hacía el coche. Metí mi mochila en el maletero y eché una última mirada hacía la mansión encontrándome con los ojos de Brad en la puerta de la casa.

Evenings in London | Jack HarriesWhere stories live. Discover now