❝Sería una vida terriblemente aburrida si nunca nos pasara algo extraño. Los raros son los que cambian al mundo❞
Vuelco mi imaginación en crear pequeñas historias con sus personajes favoritos de Marvel.
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Sentiste los nervios en tu estómago, invadiéndote por completo.
Mordías tu labio inferior con tanta fuerza que ya podías sentir el leve sabor metálico de la sangre.
Natalia había entrado a la sala de entrenamientos hace casi una hora y aún no había señal alguna de la pelirroja.
No se les era permitido hablar, aunque pudiste escuchar a unas chicas decir que la pequeña pelirroja lo estaba haciendo muy bien.
Eso te hizo sentir un poco mejor, aunque el sentimiento de angustia aún estaba ahí.
Debías estar sentada hasta que todas las chicas hayan pasado.
Tu prueba había sido el día anterior y al parecer lo habías hecho bien, dejando al menos a los superiores satisfechos.
Por fin las puertas de la sala se abrieron y muchas chicas salieron. Algunas llorando, otras con heridas sangrantes y por último venía Natalia con una media sonrisa.
Sonreíste al verla y corriste hasta su lado. Miraste hacía todos lados, pero ya todos se habían ido. Entonces la tomaste de la mano y corrieron hasta llegar a su lugar secreto.
Ambas subieron las escaleras de dos en dos sintiendo solamente las suaves pisadas sobre la madera. Tenían que ser lo más silenciosas que pudieran, no querían ni podían ser descubiertas.
Al llegar al pasillo de las habitaciones ambas entraron al closet de limpieza.
Nat se arrodilló dejándote utilizarla para alcanzar la llave oculta en lo alto de uno de los muebles. Pisaste su espalda y con un salto agarraste la llave para caer perfectamente, como tantas otras veces habían tenido que hacer.
Tras tomar la llave corrieron nuevamente, pero está vez hacía una de las habitaciones que siempre estaban cerradas.
Sabían que no podían estar ahí pero no les importó, tenían todo calculado. Nadie entraba ahí y menos a esta hora. Llevaban haciéndolo desde hace años.
Una vez que cerraron la puerta con llave ambas jóvenes se miraron.
Tu ahora estando a solas decidiste ir y abrazarla como nunca lo habías hecho.
—Tenía mucho miedo —admitiste, aunque no lo tenías permitido.
Les enseñaban a no tener sentimientos, a jamás mostrar debilidad, pero a ti no te importaba ser blanda con Natalia, ella era tu amiga.
Además, que la querías de una forma especial.
—No tengas miedo, ¹lyubov —correspondió tu abrazo.
¹Lyubov— cariño.
—Pensé que no lograrías pasar la prueba y que —hizo una pausa antes de seguir —, que te castigarían como la última vez —bajó la mirada al saber cuán duros eran los castigos.
A ella la habían castigado hacía un tiempo por defenderte. Desapareció una semana y cuando la volviste a ver estaba llega de magulladuras además de estar más pálida de lo usual. La tenían en aislación, castigada, sin darle casi de comer además de endurecerla, claro está a su manera.
—Sabes que yo jamás fallo —eso te hizo sonreír.
Ella y su actitud de superior te hacían reír porque tu sabías que a pesar de eso ella tenía sus puntos débiles. Haría cualquier cosa por ti.
—² ¿Vy vsegda vmeste*, Nat? —preguntaste.
² ¿Vy vsegda vmeste? —¿Juntas por siempre?
—³Vsegda, moya lyubov'— ella respondió.
³Vsegda, moya lyubov— Siempre, amor mío.
Se acercó a ti uniendo por primera vez sus labios con los tuyos.
Le correspondiste de la manera más torpe, no sabías cómo dar un beso, ese era el primero que dabas.
Te sentías tan feliz por aquello. No faltaba mucho para que ambas pudieran salir de allí. Quizá podrían estar finalmente juntas sin que nadie les impidiera nada.
Tan bello, tan inocente, tan íntimo, sin saber que sería el último.
A la mañana siguiente fue tu graduación, eso significaba entrar a la sala blanca de operaciones y ser esterilizada. Siempre decían que las señoritas debían dar todo de ellas mismas en las misiones, eso significaba que no podían tener distracciones.
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Nat espero ansiosa por tu regreso, pero su mundo se desmoronó cuando le dijeron que hubo complicaciones durante la operación y habías muerto.
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Ella no se permitió llorar, tu siempre decías que ella debía ser la fuerte de las dos.
Igualmente, no podía ser siempre fuerte, no en ese momento.
Natalia se dejó caer en la ducha, haciendo que el agua que caía se mezclara con sus lágrimas de dolor. Jamás pensó que un momento así fuera más doloroso que el peor de los castigos físicos.
A partir de ese momento iba a cambiar, volverse totalmente fría y calculadora. Ya no estaba la persona que sacaba lo mejor de ella.
Sería fuerte, todo por ti.
Decidió que quería ser llamada Viuda Negra, el nombre le sentaba, para su mala suerte, muy bien en esos momentos.
