Capítulo 14 -Un buen café para conocerse-

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Después de explicarles a qué se dedicaba, continuó:

—Mi relación con Norman es de hace algún tiempo, desde que yo era aún agente de policía. Él, como sabréis, ha sido guardaespaldas para varios miembros del gobierno; en la actualidad todavía sigue ejerciendo como tal. Fue en una de las reuniones políticas cuando, desempeñando nuestra labor profesional, casualmente nos conocimos. Desde entonces somos muy buenos amigos —esta última frase hizo bajar la mirada a Kat.

—Entonces... ¿antes fuiste policía? —preguntó Ángela.

—Sí. Pero lo dejé por este otro trabajo. Cuando me lo propusieron no me lo pensé dos veces.

La información que Kat compartió sobre su vida, tranquilizó a Ángela y a Mary, pues pensaron que su conocimiento les iba a ser de gran ayuda.

—He querido contaros todo esto —observaba Kat— porque me parece necesario para lo que os voy a decir ahora.

Kat volvió a echar un vistazo alrededor, y acto seguido acercó su rostro para seguir hablando:

—Cuando llamaron a mi puerta, vi por la mirilla que uno de estos individuos se trataba de un antiguo compañero mío de policía. Colaboramos juntos en la investigación de varios asuntos de contrabando. Walter no es de esos tipos de los que te hace pasar una jornada laboral agradable, ¿entendéis? Tampoco es que yo sea una persona muy risueña; pero aunque nunca tuvimos una relación profesional demasiado amistosa, intentábamos llevarnos lo mejor posible mientras durara el caso. Siempre lo vi como un tipo extraño, al menos esa fue mi percepción. Como estaba diciendo, abrí la puerta y fue una sorpresa para ambos. Nos saludamos de manera educada. Les insistí para que pasaran a tomar un café. Recelosos, terminaron aceptando. Fue entonces cuando comenzó el extraño interrogatorio sobre Norman y la expedición. Estaban muy interesados en saber qué día se marchó. O, ¿a qué zona del Polo Sur se dirigirían exactamente? ¿Cuál ha sido el motivo? ¿Quiénes lo acompañaban?... Además de otras muchas preguntas que ahora no recuerdo.

De repente, Kat paró de contar porque justo en ese instante se acercó la camarera para tomar nota de lo que iban a tomar. Esta vez Ángela pidió un café expreso, Mary un capuchino y Kat un café con leche.

Tras marcharse la camarera con su nota, Kat continuó explicando:

—Lo cierto, es que fue muy desconcertante para mí. ¡No entendí la razón de tanto interés! Lógicamente les conté lo que sabía. En ese momento no tenía nada que ocultar. ¿Qué puede haber de extraño hacer una expedición a la Antártida? Cuando terminaron, aproveché la relación de trabajo que tuve con Walter y sutilmente comencé a hacerle preguntas. Entre comentarios, pude sacar conclusiones algo preocupantes. Al parecer no trabajaban para el gobierno. Sin embargo, pude percibir que quienes están detrás de todo esto son iguales o más poderosos. También pude sacarle que existe una zona antártica ultra secreta y que está restringida al paso. Esta información fue motivo de un codazo y una mirada poco amistosa del que parecía llevar la voz cantante del grupo. Por su gesto, reparé en seguida que yo no debía obtener cierto conocimiento.

Kat advirtió que la camarera se acercaba a la mesa e inmediatamente dejó de hablar. La chica se marchó después de servir los cafés.

—Ahora tengo muy claro —continuaba Kat entre dientes— que allí ocurre algo que pretenden ocultar. Lo que quiera que sea parece lo suficientemente importante como para impedir la marcha a cuatro expedicionarios.

—¿Crees que lo dejarán todo como está —preguntaba Ángela preocupada—, o los intentarán buscar para evitar que vean más de la cuenta?

—No lo sé, pero esto no me huele nada bien. Sólo os puedo asegurar que podéis contar conmigo. Haré todo lo que esté en mi mano para sacar más información de todo este asunto.

—Te estamos muy agradecidas Kat —dijo Mary.

—Tengo diversas fuentes que podrían ayudarnos —susurró la ex policía mientras movía su café.

—Sabiendo todo esto —reconocía Ángela—, ahora estoy más preocupada que antes. Desconocemos qué son capaces de hacer por ocultar algo que no interesa que salga a la luz.

—Eso es cierto —afirmó Kat—. De buena mano sé cómo en ocasiones se resuelven las cosas. Sobre todo cuando hay asuntos turbios de por medio.

—¿Por qué no lo denunciamos a la policía? —sugirió Mary.

—Es inútil, no se puede denunciar a alguien sólo porque te haga unas preguntas —explicó Kat—. Tampoco sabemos a ciencia cierta qué o quienes están detrás. Ahora debemos ser prudentes y no levantar sospechas.

—¿Qué sugieres que hagamos? —preguntó Ángela.

Kat no encontraba ninguna respuesta a eso, por lo que después de frotar el rostro con ambas manos dijo:

—Mi recomendación es mantenernos en silencio. No hablar con nadie sobre el asunto. Esto debe quedar entre nosotras. Ante cualquier cosa que les llegase a ocurrir, recemos porque eso no suceda, será muy importante toda la información que podamos averiguar entre las tres; esto podría ser nuestra mejor arma contra ellos. A medida que vaya descubriendo algo, os lo iré comunicando —concluyó.

En ese momento, parecía dibujarse en el interior del Island Coffee una cara y una cruz; la cara la ofrecía las personas que felices celebraban el comienzo de un día festivo; la cruz era la mesa arrinconada de la cafetería que la ocupaban tres mujeres con rostros cabizbajos. Un presentimiento nada halagüeño rondaba sus cabezas, ya que la sombra de la expedición desaparecida el año anterior revoloteaba como un buitre hambriento sobre ellas.

EL SECRETO DE TIAMATWhere stories live. Discover now