Puedo sentirlo: el peligro se acerca.

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-Cualquier cosa que te haga feliz es buena elección.

Lo abracé. Esto es lo que siempre quise. Aunque me hubiera gustado compartirlo con más personas.

-Bueno, ya habrá tiempo de estar en la playa. Por el momento tenemos que buscar al sujeto que nos dijo la señora Ilsa que iba a estar esperándonos.

Suspiré y con su ayuda me levanté del suelo.

A final de cuentas, cuando estábamos a días de salir de viaje, resultó que mi buena protectora, Ilsa Hermann ya tenía todo arreglado para nosotros aquí, en Sídney. Se había contactado con un viejo amigo, Henry Thompson para que nos consiguiera un lugar donde vivir. Nosotros no queríamos aceptar, pero luego aclaró que sería un lugar rentado, así que si queríamos podíamos buscar otro mientras nos adaptábamos a la vida del lugar.

Llegamos al camino del muelle y lo seguimos hasta una especie de carretera angosta donde vimos a un señor que tenía un papel con nuestros nombres. Miraba hacia todos lados, supongo que buscando a dos jóvenes que se mirarán como Max y Liesel.

Volteó a vernos y de inmediato supo que éramos nosotros.

- ¿Max y Liesel?- dijo cuando llegó a nosotros.

- ¿Señor Thompson?- le preguntó Max.

-Ah, llámenme Henry, que no soy tan viejo.

Nos tendió su mano y de inmediato Max la estrechó -Supongo que tú eres Max, ¿verdad?

Él asintió confundido.

-Tú debes ser... ¿Lindsay?- dijo sin estar muy seguro.

-Liesel. Soy Liesel.

También estrechó mi mano.

-Lo siento, tu nombre es algo raro, hija.

Le sonreí sin ganas.

-Bien- me quitó la maleta que traía en la mano, que más bien era el acordeón de mi padre. Fue la primera cosa que empaqué. No iba dejarla allá. Por supuesto que no.

Estuve a punto de arrebatárselo pero no me sentía con ganas.

Nos guío hasta un auto negro. Abrió la parte de atrás y puso las maletas dentro. Nos subimos al auto y el señor arrancó.

-Ilsa me habló mucho de ustedes. Déjenme decirles que no le gusta para nada esto de que vivan juntos sin estar casados- nos miró por el espejo retrovisor.

Max se rio.

-Lo sabemos, pero ella no puede hacer nada.

Asentí y recargue mi cabeza en el hombro de Max. El comenzó a acariciarla.

-Hija, ¿tu piel es así de amarilla?

Miré a Max, quien también me miraba, como examinándome.

-No. De hecho, el viaje me cayó mal- dije sin despegar la mirada de Max.

-Pero no es normal que estés tan pálida. Te llevaré con el doctor.

Me levanté de golpe. Lo que hizo que me mareara otra vez.

-No es necesario- Max me rodeó las espalda con su brazo -Estoy bien.

-No te preocupes- soltó una risotada -En su edificio cuentan con un servicio de médico.

Me calmé y me dejé caer en el respaldo del asiento mientras cerraba los ojos y respiraba lento.

- ¿Está muy lejos la casa todavía?-le preguntó Max.

Tu cielo, mi destino. Fanfic de 'La ladrona de libros'.Where stories live. Discover now