CAPITULO 44

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Cuando llegamos a Belligham, llovía. Andrew y yo tuvimos que correr desde el coche hasta el porche porque las gotas eran gigantescas, además de que caían con fuerza.

Gina nos abrió rápidamente y Ally sonrió al ver nuestras fachas. Nos ofreció una toalla y charlamos, mientras la calefacción hacía que mi piel dejase de lado el frío de la lluvia. Me pareció raramente extraño el cambio que existía entre el ambiente de Seattle y el de Belligham.

En los últimos días, antes de venir a visitar a Gina, Seattle se había convertido en esa ciudad donde el sol estaba presente las veinticuatro horas del día. La temperatura era demasiado agradable para esa época pero, por las tardes siempre volvía a ser la misma ciudad de siempre, a pesar de que el sol todavía salía entre las nubes.

La lluvia no cesó hasta pasada las doce del mediodía lo que provocó que pasáramos toda la mañana encerrados en el salón hablando de cosas sin importancia. Gina, horneó una docena de galletas y Ally apareció con la nata montada, poco después. Esta vez, no me ofreció, tan solo me sonrió y escuché como Andrew soltaba una carcajada.

Las nubes grises se fueron y a Gina se le iluminaron los ojos cuando se asomó por la ventana, admirando el ambiente mojado.

Ya eran casi las dos de la tarde, cuando Ally dijo que la comida estaba casi lista y que la mesa debería estar preparada. Ayudé a colocar los vasos en la mesa donde hacía más de dos meses, miraba a Samantha sonreírle a Andrew.

Reí, mentalmente, al recordar lo mal que lo había pasado ese día pero, más me reí al recordar cómo había acabado.

Las cosas cambian porque nosotros también lo hacemos.

Tal vez, Andrew tenía razón cuando lo dijo pero, todavía quería creer en el destino aunque tan solo un poquito. Recordar cómo eran las cosas meses atrás, me hacía reír aún más. Mi vida había cambiado tanto en tan poco tiempo que ni siquiera me había dado cuenta de ello.

Abrí la puerta delantera de la casa y entendí el brillo que tenían los ojos de Gina. El pequeño césped estaba húmedo y en algunas partes el agua se acumulaba. La madera estaba mojada y el asfalto lo estaba aún más.

Me senté en el escalón de la entrada y respiré hondo, sintiendo como el olor a lluvia llegaba a mi interior. Sonreí y miré las casas de la calle. El agua aún goteaba de sus tejados y sus jardines estaban verdes al igual que el que tenía al lado. Miré la casa de Samantha y su coche aparcado en la calle me confirmaba lo que en el fondo sabía.

Ella estaba allí. Andrew me lo había dicho pero, simplemente tuve la esperanza de que estuviera en lo incorrecto. Samantha volvió al pueblo, unos días antes que nosotros y ahora, agradecía a la lluvia. No quería que ella viniera y se volviera a pegar a Andrew como una autentica lapa.

-¿Por qué estás aquí?- preguntó, Andrew desde mi espalda. Me giré, viendo como su cuerpo estaba apoyado en el marco de la puerta a punto de cerrarse y le sonreí.

-Me gusta salir y respirar el olor de la lluvia.- le dije, escuchando que sus zapatos se acercaban a mí. Le miré, segundos antes de regresar mi vista a enfrente. -¿No te gustaría volver a vivir aquí?- pregunté, de repente.

Repasé nuevamente toda la calle y me giré, cuando oí que se reía.

-No volvería a vivir aquí aunque me pagasen.- dijo, cuando soltó una carcajada. Le miré y fruncí el ceño, sonriendo. Su sonrisa me recibió y entrecerré mis ojos divertida, admirando como sus ojos se parecían al césped, verde y mojado.

-¿Por qué?- le pregunté, sonriendo. –Aquí se está bien y el lugar es precioso y...-me interrumpió.

-Ya lo sé pero, no me gusta volver a los sitios de los que un día me fui. Si me fui es por algo ¿no?- dijo, agachándose pero no se sentó a mi lado. Iba a hablar pero, prosiguió.-Además, me gusta Seattle. Y sinceramente, creo que allí me siento mejor que estando aquí...

Durmiendo a su ladoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora