CAPITULO 4

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Cuando abrí los ojos mis mejillas ardían: el sol me daba en toda la cara y volví a dejarme caer en la almohada. Mi mirada apuntó en dirección al techo y distinguí motitas de pintura, bolitas blancas. Me entorpecí la visión con el antebrazo y me giré hacia la espalda de Andrew que estaba girado hacia la pared.

El contorno de su piel subía y bajaba de forma lenta, suave y la sábana le acariciaba la parte inferior del cuerpo. El frio no había llegado realmente. En enero, era cuando la calefacción se hacía necesaria. Sin embargo, las plantas de mis pies estaban frías, frías como si estuviera pisando el Polo Norte.

Mis piernas estaban desnudas, el pantalón corto que llevaba no me rozaba la mitad de los muslos siquiera y recordé la sonrisa de Andrew cuando me vio con él. Se nota a diez metros que vienes de Atlanta, había comentado desde la cama observando con curiosidad y cierta diversión cada movimiento que yo realizaba.

Comenzó a preguntarme cómo era clima de Georgia y me emocioné contándole cosas que ya le había contado. Me gustaba hablar de mi casa, de mis padres y poder presumir que solamente debíamos preocuparnos del tiempo en verano, dado que esa era la época de los huracanes.

Volví a moverme debajo de las sábanas. Me hicieron cosquillas y tomé nota sobre ponerme calcetines cada vez que iba a dormir.

Eran las nueve menos dos minutos. Me tomé esos ciento veinte segundos como eternos. Andrew seguía dormido y me acerqué a él, notando la calidez de su espalda cerca de mi cuerpo. Mordí mi labio, evitando la risa y planté mis pies entre los suyos dejándole sentir lo frío que se encontraban.

Tardó varios segundos en despertarse y me vi obligada a restregar mis pies por los suyos y por sus gemelos. Bajando y subiendo, bajando y subiendo. Gruñó, como si fueron un niño que no quisiera ir al cole y puse más empeño en que sintiera la frialdad de mis pies. Al fin, se dio la vuelta, pero aún sus ojos estaban cerrados.

Sonreí cuando le escaneé la cara y no dejé de mover los pies mientras él continuaba durmiendo enfrente de mí. Hasta que sonrió sin poder contenerse y se movió como un rayo cubriendo mi cuerpo con el suyo.

-Yo también quiero jugar.-dijo con una voz ronca. Tragó saliva y la mano, que no estaba sosteniendo su cuerpo sobre el colchón, se introdujo en la camiseta rozándome el estómago como un suspiro. -Y creo que ahora me toca a mi jugar.

El sonido de mi risa sonó al mismo tiempo que el despertador del móvil y Andrew lo apagó con un toque. Yo continuaba riéndome y moviéndome debajo suya, intentando quitarme de allí. Mis pantaloncillos subieron sobre mis muslos, cuando me escabullí unos centímetros, pero sus dedos continuaban haciéndome cosquillas. Unas leves caricias que me hacían retorcerme y reírme.

No habían pasado ni veinte segundos y me faltaba el aire. Su dorso, su mano y sus piernas me impedía moverme y la risa no dejaba que mi boca articulara alguna palabra.

-Me parece que ya encontré el punto exacto.- dijo sonriendo de oreja a oreja. Yo gemí, entre las carcajadas y dejé de respirar cuando volvió a presionar sobre mi costado. Joder, lo había encontrado.

-Por...Por favor,-dije, y pensé que no lo había entendido. Tragué saliva sin dejar de moverme y reírme. Él también vibraba sobre mí. -¡Dios! Por fav...-tomé un respiro. -No puedo respirar.

Aún así, la risa continuaba, brotaba de mi pecho como algo que necesitara soltar. Andrew bajó el ritmo sobre mi piel, y dejé de moverme. El pecho me subía y bajaba, y me fijé en su cara, sus labios entreabiertos buscando oxigeno y en el pelo castaño que caía en su frente.

-En serio, -le advertí con una sonrisa.-tienes que parar.

-Tu cara me dice que debo llevarte al hospital.

Durmiendo a su ladoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora