CAPITULO 37

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Mi rabia interna ni siquiera me permitió esperar al ascensor. Subí, saltando cada uno de los escalones del suelo alfombrado. Mis pulmones necesitaban aire. Y mi estómago daba grandes sacudidas cada vez que respiraba y me puse una mano en el corazón, intentando tranquilizarme pero, la rabia era mi amiga en esos momentos.

Mis manos temblaron pero, a pesar de eso al quinto intento de introducir la tarjeta en la ranura, lo logré. Entré hecha una furia a pesar de que todo no estaba seguro pero, apostaría mi cabeza a que estaba en lo cierto.

Traspasé el pequeño pasillo y Andrew se encontraba duchado, sin camiseta, apoyado en la cabecera de la cama. Dejó de juguetear con el móvil y cuando me vio, frunció el ceño.

-¿Por qué de una maldita vez no zanjamos este tema? – le solté, totalmente cabreada. –Vamos a ser sinceros por un minuto...

Dejé la tarjeta y el móvil en el mueble y le volví a mirar. Todo era una mierda. Eso era lo que sentía en ese momento. Me sentía patética, al estar ahí. Parada pidiéndole explicaciones. Todo para él era un juego y seguía burlándose de mí como si yo fuera lo suficientemente tonta para no darme cuenta.

Quizás estaba sobrevalorando las cosas pero, después de todo el día que había tenido... esta había sido la gota que lleno mi vaso.

-¿De qué hablas?- preguntó, levantándose. Frunció el ceño y me miró.

-La habitación.- empecé.- el hotel, la reserva, la llamada antes de llegar... ¿Te dice algo?

-No del todo.- susurró, bajando su mirada al suelo.

-Encima de idiota, eres un mentiroso.- chillé, perdiendo el control. -¿No te bastó con la conversación de esta tarde?

Él me miró, nuevamente y sonrió sínicamente. Miró a un lado y habló, con una mirada que me hizo saber que ya sabía de dónde venía mi enfado.

-¿Cuál?- espetó.-¿La que tuvimos en la pared en mi habitación cuando estábamos en la boca del otro? ¿O la que vino después?

-Sigues siendo un idiota, engreído.- dije, sin subir la voz. - ¿Por qué me engañaste diciendo que no habían habitaciones en el hotel?-susurré.- Necesito que me digas Andrew, por favor. Quiero parar de intentar descifrar tu actitud...

-Quise divertirme.- dijo, sarcásticamente. -¡¿Tú qué crees?!- volvió a hablar, alzando la voz.

-No me dejas nada en claro, Andrew.- le dije, suavemente. – tú no eres nadie para haberlo hecho. En la tarde me dijiste que no sabías que era lo nuestro y ahora reservas una sola habitación cuando estoy totalmente segura de que en este maldito hotel, hay más habitaciones vacías que llenas.

-Quería que estuviéramos como en Seattle.- dijo, acercándose.- ¿Tanto te cuesta darte cuenta? Tenía que refrescarte la memoria y recordarte como estábamos antes de que Dean te invitara a ese puto helado. Ese gilipollas todavía tiene la cara de decírtelo aún cuando estaba delante. Estoy seguro de que él me vio más de cien veces, recogerte en el restaurante y besarte.

-¿Te digo porque lo hizo?- le pregunté, pero no esperé su respuesta. Continué. –Tal vez, tú también necesitas que te refresquen la memoria...

-Ya te dije que lo que pasó esa semana fue culpa del enfado espantoso que cogí.- me replicó.- cuyo enfado, lo provocaste tú. Cuando Samantha me dijo que habías quedado con mi madre, no me lo creí. Pero cuando me llevó a esa cafetería, lo vi con mis propios ojos. Te dije que no te metieras en mis asuntos pero seguiste...

-¡Lo hice porque quería saber de ti, idiota!- le chillé, con rabia. –quería saber todo de ti, de tu madre y me partió el corazón cuando ella me habló de ti pero, ahora no quiero hablar de eso... quiero hablar sobre tus cambios de personalidad. Unas veces me besas, otras me presentas como tu amiga, otras me estampas contra la puerta de tu habitación pero, luego almuerzas y ni me miras. ¡No te entiendo!

Durmiendo a su ladoWhere stories live. Discover now