CAPITULO 6

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El fin de semana se nos pasó volando. En un instante.

Era cierto aquello que siempre se dice, cuando te estás divirtiendo, el tiempo es casi inexistente. Para mí lo fue.

Después de la visita inesperada de Louise y Dafne a mitad de la madrugada del viernes, interrumpiendo las caricias que me hacía Andrew, el juego de las mirada y la forma en que mi corazón se aceleraba a cada segundo..., nos fuimos a dormir y nos quedamos rendidos al instante, por lo menos yo...

El sábado lo había pasado en casa todo el día, estudiando. Andrew se fue al taller y no vino hasta la tarde. Su móvil en toda la tarde no había parado de sonar, él lo ignoraba al principio pero luego cuando llamaron por decima vez, lo apagó. Estuvo en ese estado el resto del sábado y parte del domingo. Cuando lo encendió, maldijo por lo bajo y se cagó en todo.

Lo volvió a apagar cuando le entró la primera llamada del mismo número.

Chicle cada día se adaptaba mejor a nosotros. Andrew lo cogía en brazos cada vez que podía y se le veía en los ojos la felicidad de habérselo quedado.

De Simon no tuve noticia en todo el sábado y ahora, cuando ya casi se está acabando el fin de semana, segía pensando que no las tendré.

Samantha no había aparecido por el apartamento de Andrew por ahora y estaba muy feliz por ello. Sabía que Andrew y ella no habían hablado y en mi interior saltaba de alegría al saber que él no la ha visto.

Andrew me ignoraba completamente cuando le decía que durmiera en el sofá. Él se acostaba en el sofá y yo en la cama pero, en las mañanas siempre amanecía con él a mi lado, abrazándome por la cintura. Pero no me enfadaba, le peleaba diciéndole que era un aprovechado a lo que él se reía.

Yo tampoco me podía quejar. ¿Cómo me iba a quejar si yo, disfrutaba de las vistas cada mañana al abrir los ojos?

Mis manos le peinaban la mata de pelo y le creaba un camino desde la frente hasta el pecho. Él ya se había acostumbrado y sonreía con los ojos aún cerrados.

Revisamos algunas páginas sobre recetas fáciles y deliciosas para hacer en casa y por fin nos habíamos decidido por una.

-¡Que no!

-¿Cómo que no?- me dijo dejando de untar la salsa de la carne picada a la masa.

-No decía eso, Andrew. Tenemos que cocinar la carne primero.

-Está cocinada... está fría pero cocinada. – rió y me hizo reír.

-Tienes que prepararlas con...-Me interrumpió.

-Lea, ¿Aquí quién es el que sabe cocinar?- me dijo alzando una ceja.

Lo fulminé con la mirada y puse los brazos en jarra, siguiendo con mi intensa mirada.

-Solo quiero ayudar.-me defendí.

-No te ofendas pero, tú no sabes cocinar nada. Lo que si sabes hacer es el desayuno. –Me guiño un ojo y sonrió de lado.- aunque debo decir que está mañana el café estaba amargo... amarguísimo.

-¿Ah sí?- entrecerré mis ojos, de forma divertida.

Asintió con una adorable sonrisa en la cara. No sonrías, no sonrías, no sonrías...

-¿Y por qué te lo tomaste?- le pregunte sonriendo. Sabía que me estaba mintiendo... su cara me lo decía todo.

-Por pena.-dejé de sonreír de golpe y me puse rígida.- ¿Cómo te digo que te quedo malísimo el café si lo hiciste con todo tu amor? No quería herir tus sentimientos, entiéndeme.

Durmiendo a su ladoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora