Había tenido suerte. Una suerte increíble. Todavía no podía creer que hubiera sido uno de los cien afortunados que recibirían totalmente gratis la figurita del monstruo del pantano.
Cuando Vicen colgó el teléfono, se sintió inmensamente feliz. Todo había sido perfecto. Hasta la voz de la chica que lo atendió cuando marcó el número de teléfono que había impreso en la tarjeta de la promoción era la más dulce que había oído en su vida.
Al salir de la cabina, se sentía lleno de paz. Pleno. Se dirigió de vuelta a la biblioteca para contarle a Mabel que era uno de los ganadores. Seguro que se pondría muy contenta.
Por supuesto, no había querido arriesgarse a que su padre estuviese en el bar de Marcos y lo pillase hablando por el teléfono de la puerta, así que caminó unos cuantos metros más y estrenó aquella nueva cabina que había cerca de la casa de Mabel.
Al pasar junto a la ferretería, vio su ojo morado reflejado en el cristal. Se lo tapó con la mano, y pensó que quizás no todo iba bien en su vida.
Pero eso tenía fácil arreglo.
Entró en la ferretería y compró un rollo de alambre muy fino.
Antes de volver a la biblioteca se pasó por su casa y escondió el rollo de alambre en su cuarto, bajo la cama.
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Llamada desconocida
HorrorDesde que aquella maldita cabina fue instalada en las afueras de Miravalle de la Colina, algo cambió en el pueblo. Solo Mabel, la bibliotecaria, parece ser inmune a su influjo; la cabina es mucho más de lo que parece, porque los cables que la debía...