Prólogo.

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El primer día en el que debía mudarme a Beacon Hills, todo se convirtió en un fiasco.

Me encontraba parada en la mitad del aeropuerto. Un terrible dolor de cabeza me irritaba, y sostenía mi móvil frente a mi rostro. Le clavaba la mirada, como si fuera a darme alguna pista sobre qué hacer. Mi madre había llamado hacía no más de cinco minutos, informándome a último momento –algo que no debió haberme sorprendido– que no lograría estar a tiempo. Sí, sin molestarse en llamar antes de que yo hubiera llegado, como si no fuera un gran problema. Me había dado una razón muy vaga, algo de su trabajo y una enorme complicación que había surgido, por lo cual decidió simplemente cancelar su vuelo, y tener la delicadeza de avisarme.

Así que ahora, tendría que viajar por mi cuenta. Y encargarme de darle la buena noticia a mi padre. Genial.

No era como si no estuviera acostumbrada a las decepciones que me provocaba mi madre. La comprendía... la mayoría de las veces. Ella estaba viviendo su trabajo de ensueño, ser una diseñadora, lo que la llevaba a viajar de lugar en lugar, volviendo a casa cada un mes. Y eso, si teníamos suerte.

Hacía más de un año de que había conseguido su trabajo, un poco después de lo que había ocurrido con mi padre. Ella no era exactamente la madre más... dedicada del mundo, pero sabía que hacía lo que podía. Me había tenido muy de joven, y había renunciado mucho por mí, así que era bueno que por fin estuviera viviendo de lo que amaba. Pero eso no quería decir que me gustase.

Así que, con mi madre ausente por el momento, tenía que hacerme cargo de mí misma, y de mi padre. Me tocaba la responsabilidad por turno.

Él había viajado unos días antes junto con los camiones de la mudanza, dejándome en casa de mi tía, esperando a que mi madre llegara. Ojalá hubiera podido saber que eso no ocurriría.

Tragándome la ilusión de poder verla después de tantos meses, tomé mi pesada mochila llena de libros, la eché sobre mi espalda con un gruñido, y caminé con pereza hasta el banco más cercano. Eran las seis de la tarde, así que mi vuelo saldría en unos cuarenta y cinco minutos, dejándome con bastante tiempo que matar.

Estuve una buena parte de ese rato debatiéndome en llamar o no a mi padre para avisarle, pero no quería darle las malas noticias por teléfono. Al menos no mientras estaba solo. Él era... muy diferente a mi madre. Una persona muy orgullosa y cerrada en sí misma. Sin embargo, sabía que le dolía que mi madre no apareciera nunca. Decidí finalmente ser una cobarde, decirle una vez llegara, y que sucediera lo que tuviera que suceder.

El vuelo –que duraría alrededor de una hora y media– se me hizo como de un minuto y medio. En parte, estaba emocionada por mudarme. Y luego, estaba completamente horrorizada. Mis habilidades sociales no eran lo que se decía buenas, aunque tampoco era tímida. Simplemente, estar en entre un mar de desconocidos no era algo ideal para mí. Tal vez por eso no dejaba muchos amigos detrás donde solía vivir, y había decidido que lo mejor sería no pensar en ello. No podría cambiar nada deprimiéndome, y estaba obstinada en ser optimista. Por mí y por mi padre.


>>><<<


Luego de bajar del avión y de toda la parafernalia, ya eran cerca de las diez de la noche. No me demoré mucho, no me agradaba para nada estar sola, y mi nerviosismo comenzó a crecer. Como seguía sin querer llamar a mi padre, logré ubicarme en el laberinto que era el aeropuerto, y salí de allí para encontrar un taxi que me llevara a lo que ahora sería mi nuevo hogar. Me saldría ridículamente caro, y me quedaría sin un céntimo encima, pero no era como si tuviera muchas alternativas para elegir a gusto.

bounded spirit ⋄ stiles stilinski // 1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora