Capítulo 38

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Me subió a mi propio coche y él lo condujo. Pensé que estaríamos yendo para casa, pero me equivoqué. No sé muy bien donde íbamos. No era capaz de soltar más lágrimas, no era capaz ni de coger aire. 

¿Alguna vez habéis sentido que vivís, pero sin estar vivos? ¿Alguna os habéis visto como un simple espectador de vuestra vida, como si nada fuese contigo? ¿Alguna vez os habéis ahogado con vuestros propios recuerdos? ¿Alguna vez habéis sentido que respirar no es suficiente?

Me siento vacía, como si me hubiesen arrebatado algo. No sé muy bien el qué, aunque casi sería mejor preguntar qué no me han arrebatado. 

Unos toquecitos en el brazo con una caricia en la mejilla me despertaron de mi trance sentimental. Abrí los ojos y me encontré en frente a un preocupado Thomas. Intenté sonreír para aligerar la situación, pero creo que no funcionó. 

Me tendió la mano y yo la acepté. Me ayudó a bajar y ya de ahí me llevo hacia... No sé muy bien donde estamos, pero es una especie de montaña. Será la que está a una hora de casa. Respiro y es como si el aire no entrase en mis pulmones, sigo teniendo esa opresión en el pecho. 

Pero os voy a decir algo, la naturaleza me relaja. Es como respirar vida. Estoy cansada de lo artificial, porque últimamente no solo lo son los objetos, sino que también las personas. 

Llegamos a una especie de claro. Hay unas vistas estupendas del resto del mundo. Es como si todo fuese más insignificante desde aquí arriba. 

- Vamos a sentarnos - me dijo con cuidado para que no me alterase. 

Yo asentí. 

Acabamos apoyados en el tronco de un árbol. Se veía todo desde allí. El cielo estaba azul, no brillaba demasiado el sol, porque lo tapaba alguna nube rebelde. Por primera vez desde que pasó todo me invadió una sensación de paz. 

- ¿Qué tal estás?

- Mejor - respondí sin apartar la mirada del cielo. 

Me puse a examinar las nubes, encontré formas en algunas. Un barco, un perro, una rosa... 

- Mira - le dije a Thomas y le señalé hacia una nube - ¿Qué crees que es?

Sus ojos miraron en esa dirección y se pasó un tiempo callado. 

- Un caballo. 

Puse los ojos en blanco. Se había acercado, pero no era un caballo. 

- Es un unicornio... - murmuré frustrada - No ves el cuerno en la frente, los caballos que yo sepa no tienen cuernos irreales. 

Soltó una risa un poco contagiosa y me miró. 

- ¿Te sienta mal que haya fallado? - me preguntó divertido. 

- Es que nadie entiende de verdad las nubes. 

- Explícamelas - susurró con voz tierna. 

- Ellas solo quieren ser su sueño - me miró raro y me intenté explicar - ¿Tú nunca has deseado ser un pájaro? - él asintió con la cabeza ya de manera más seria - Pues ellas pueden hacerse de la forma que quieran... - me quedé callada un momento y luego continué - Son libres para remodelarse, si no les sale bien algo, pueden cambiar... - le miré y vi que la conversación ya estaba llegando a temas profundos por lo que añadí - Pero algunos inútiles como tú no se dan cuenta de la forma que quieren mostrarnos. 

- ¿Y tú? - me preguntó de forma seria. 

- Yo sí me doy cuenta, de hecho yo siempre acierto - sonreí recordando la de veces que de pequeña miraba las formas de las nubes. 

Te enseñaré a tenerme miedoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora