Capítulo 5

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Una tía en tanga y con una camiseta blanca anudada a su pecho bajó un pañuelo rojo. 

Pisé el acelerador como si no hubiese un mañana y en seguida me puse la primera. Mi coche pasaba de cero a doscientos en siete segundos, no había ninguno igual. Aunque he de reconocer que el R8 se me quedó cerca. 

Ahora solo debía mantenerme en mi posición. Pude ver el Aston Martin de Richard en tercera posición. Es amarillo con dos rayas negras. Me recordaba a las abejas.

El desconocido y Richard se iban acercando a mí de forma peligroso, de hecho estaban entre ellos bastante igualados. 

Dicen que las abejas, al contrario que las avispas, sólo pican si se sienten amenazadas, ya que si pican mueren. No es que quisiese matar a Richard, no en realidad solo me servía vivo, pero quería comprobar si su coche moría al intentar picar.

Frené mi velocidad de forma considerable, lo que hizo que Richard, que estaba detrás de mí tuviese que maniobrar para no estamparse contra mi parte trasera. Se le fue un poco hacia los contenedores, lo que hizo que se los llevase por delante y quedasen tirados por la carretera. 

Aún había conseguido un objetivo. Estaba bastante más alejado de mí, aunque a la vez la había cagado cediendo mi posición al R8. Ya la recuperaría. Tan pendiente que estaba de mi apuesta con Richard, dejé de lado al desconocido. 

Pulsé el botón del volante que conectaba al coche con mi móvil. Dije en alto:

- Llamar a Christian.

Al poco tiempo empezó a sonar el tono de llamada.

- ¿Cómo vas? - preguntó tranquilamente. Se ve que estaba muy acostumbrado a esto.

- El niñato que vaya en el R8 me ha adelantado - dije asqueada y fulminando el coche con la mirada. Se parecía al mío.

- Vale - hizo silencio, probablemente pensando qué aconsejarme y acabó diciendo - Faltan dos kilómetros para llegar a autopista, intenta ponerte a su altura y obligarle a frenar por los otros coches. Era lo que mejor se te daba.

Corté la llamada. 

El gemelo llevaba razón. Mi especialidad era la autopista, me creaba mi propio hueco entre los coches. No dudaba. Las carreras son como la vida, si de verdad crees que puedes, podrás, pero si dudas, oh no, lo siento pero esto no esta hecho para los indecisos.

Al fin salimos a autopista. El R8 iba aún ligeramente por delante de mí, pero ya le iba pisando los talones. Había algunos coches... Familias volviendo de cenar fuera, parejas que han tenido su primera cita, hombres que vuelven del trabajo... 

Por suerte el carril izquierdo iba bastante vacío y pude acelerar a 300, el R8 seguía delante por ese mismo carril, pero en una gran maniobra me cambié al derecho, pisé hasta casi comerme el Seat que tenía delante, lo que llevó a esa persona a acelerar todo lo posible. Oh sí, todos sabemos que los conductores si ven peligro, hacen lo que sea para no tener un accidente. Pues bien, yo le estaba obligando a acelerar, y mi querido conductor y yo lo sabíamos. Su coche no daba para mucho, pero conseguí lo que quería que los demás coches se cambiaran al carril izquierdo. Eso obligó al R8 a desacelerar hasta casi 140 y  yo seguía llevando al otro conductor a prácticamente 200.

Cuando vio un hueco, el Seat se cambió y yo aceleré como si mi vida dependiera de ello. De hecho ya estábamos llegando a la salida acordada. El R8 se cambió a mi carril y ambos empezamos a reducir para salir. Un abuelillo, también quería salir por ahí. 

Estupendo...

Me estaba acortando mi ventaja. 

Tuvimos que frenar bastante por su culpa y Christian logró alcanzarnos en su tercera posición. Empecé a pitar al abuelo, había solo un carril y como siguiese así iba a encontrarme de nuevo con todos los de la carrera.

Te enseñaré a tenerme miedoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora