C:9

61 16 5
                                        

Dicen que las vacaciones largas son un regalo. Tiempo para descansar, para pensar, para hacer todo eso que no pudiste durante el año.
Pero yo las detesto.

No porque odie el sol o porque me falte a dónde ir. Sino por TaeHyung y también por el silencio. Ese maldito silencio que se cuela por cada rincón cuando no hay nada que hacer.
Cuando no hay nadie que te espere.

Me quedé sentada en el borde de la cama, con los pies colgando, descalzos. La alfombra se sentía rasposa, como si estuviera más vieja que yo. Afuera, supongo que hay sol, pero no me molesté en abrir las cortinas.

La habitación está en penumbra desde anoche, y así me gusta. Así me siento menos expuesta. Menos observada por el mundo.

— Diecinueve años -dije en voz baja, casi como si lo estuviera confesando.

No sonó tan emocionante como creí que sonaría. Tampoco se sintió especial. Era solo un número. Un número inpar, sí, pero vacío.

Mi padre solía decirme que cumplir diecinueve sería como abrir una puerta a lo increíble.

«A los diecinueve te sientes fuerte, te sientes viva», decía él, con esa sonrisa suya que iluminaba todo aunque hubiera tormenta.

Pero yo no me siento fuerte. Ni más sabia. Ni más libre.
Me siento suspendida. Como flotando entre lo que fui y lo que aún no soy.
Como si alguien hubiera puesto pausa en mi vida y se olvidara de volver a darle play.

No hubo torta. Ni velas. Ni fotos torpes con sonrisas forzadas.
Mis amigos están en su propio mundo. Algunos trabajando. Y él... bueno, él no está desde hace once años, casi doce.

Supongo que eso es lo que más duele. No que se haya ido. Sino que nadie me haya advertido que crecer también significa perder cosas que no sabías que podías perder.

Extrañaba a TaeHyung y su torpesa.
Pero al TaeHyung de hace once años, no al de ahora, quizás él no me hubiera olvidado.

El TaeHyung que conocí o supongo conocer no es mas qué un simple desconocido ahora. Y no lo digo porque dejamos de ser amigos, aun mantenemos el contacto pero parece que a él ya no le importa hablar conmigo.

Actúa tan raro. Tan diferente.

Con esfuerzo, me puse de pie. Sentí el peso de la flojera cayendo de mis hombros como una manta húmeda. Me acerqué al espejo, no porque quisiera, sino porque estaba justo frente a mí, reclamando mi reflejo.

Ahí estaba. Yo. La de siempre. La misma Ji-Shin.

El cabello algo desordenado, una camiseta blanca con una pequeña mancha de tinta cerca del hombro, y mis pantalones anchos favoritos, esos que mamá siempre dice que parecen cortinas.

Me observé en silencio. No sé cuánto tiempo pasé ahí, parada, sin moverme. Solo... viéndome.
Las chicas de mi edad ya no visten así.

Las faldas ajustadas, vestidos de colores pastel, tacones que suenan fuerte al caminar por los pasillos. Son parte de ellas día a día.

En cambio yo sigo con las camisetas grandes, los jeans flojos y las zapatillas gastadas de tanto andar. Los vestidos y las faldas nunca fueron buenos amigos míos, ni de broma, solo mamá me obliga a usarlos en días importante.

Siento que es escusa, ella parece mas mi enemiga. Dice que me veo linda. No le creo.

-¿Debería cambiar? -me pregunté, aunque ya sabía la respuesta.

No me gusta disfrazarme de algo que no soy. No me siento cómoda mostrando más piel de la que quiero, ni usando ropa que me aprieta el alma.

Mi padre solía decirme que lo importante era estar cómoda conmigo misma. Pero a veces no sé si eso alcanza. Allí afuera uno es juzgado y la verdad nunca me ha importado. Hasta entonces, que empece a crecer.

Different ➜[k.th.] /Editando/Where stories live. Discover now