La miro fijo y serio. Doy un paso hacia ella haciendo que retroceda y choque contra la isleta.
Frunzo el ceño y la agarro por la mandíbula con firmeza, Sophie me mira asustada, aunque intenta no demostrarlo.



—Que sea la última vez que me pegas y que me hablas así.
–hablo acercando mi boca a la suya quedando a tan solo unos pocos centímetros.



Sophie da un manotazo a mi mano, apartándola de su rostro. Frunce el ceño y me mira enfadada.



—Y tú la última que hablas así de mí y me agarras de esta manera. ¡¿Quién te crees que eres?!
–eleva el tono de voz–. Estás acostumbrado a que todos te coman el culo, a que todos hagan lo que tú quieres. Pero lo siento, ¡yo no soy así!



—Si no fuera porque me pones tanto...
–digo entre dientes y con el ceño fruncido.



—¿Qué? ¿Qué me harías? ¿Matarme? ¿Hacerme daño? –dice plantándome cara sin miedo alguno–. Supongo que es a lo que estás acostumbrado, ¿no?




Aprieto los dientes y la miro lleno de rabia.

Lo peor de todo es que tiene razón. Estoy acostumbrado a joder a las personas cuando la cagan o no hacen lo que yo digo. Cuando me desobedecen o hacen las cosas mal, cuando cometen un mínimo error, los quito de en medio.

Apoyo los dos brazos a cada lado de su cuerpo encima de la isla, dejándola rodeada y encerrada entre la isla y mi cuerpo.


—Me hace gracia que me plantes cara así. Otro en tu lugar, estaría ahora muerto en el suelo y con un tiro en la frente.


—Eso solo confirma lo que acabo de decirte hace minutos atrás.


—Puede. Pero deberías de ir con más cuidado, Sophie. O lo lamentarás.


—No te tengo ningún miedo.


—Lo sé. Y eso es precisamente por lo que me pones de los nervios y me pones tanto.




La miro a los ojos fijamente, sus ojos color avellana me miran de la misma manera. Tengo el rostro muy cerca del suyo, estamos tan cerca, que nuestras alientos y respiraciones se entremezclan.


—No te soporto.
–dice con el ceño fruncido.


—Mientras te follaba y te comía el coño si me soportabas.


—Gilipollas –espeta enfadada y empuja mi pecho hacia atrás, pero no me muevo ni un solo centímetro–. Eres un guarro de mierda.




Agarro su mandíbula con firmeza otra vez, y al contrario de antes, ahora ella no me aparta la mano, sabe que no le conviene. Y aunque vaya de valiente, en el fondo puedo oler su miedo.



—Dímelo otra vez.
–murmuro entre dientes, con mi boca casi pegada a la suya y con nuestras miradas fijas.


—Eres un gilipollas de mierda. Un imbécil. Un idiota. Un...



Estampo mi boca contra ella, callándola y besándole enfadado y agresivo. Los primeros segundos se muestra reacia, pero finalmente sigue el beso y sus labios carnosos se mueven junto a los míos; introduzco mi lengua en su boca y ella hace exactamente lo mismo en la mía, ambas juegan y se enredan. Es un beso salvaje, con rudeza, con rabia.
Sophie muerde mi labio inferior con fuerza y estira de él. Gimo de dolor y al separarnos, llevo mis dedos a mi boca, y veo que me ha hecho un poco de sangre. La miro serio, ella sonríe con malicia.


¿Un mafioso enamorado? •EDITANDO•Where stories live. Discover now