—Ya he hablado con George y Alfred. Te están esperando en la nave.


Miro hacia Sophie, quien mantiene su mirada en sus manos, aunque sé que está escuchándonos.


—En una hora estaré ahí.

—Llevan esperándote dos horas allí.

—Me la suda. Que esperen una más.
–respondo.



Nick no me responde, solo me mira.
Le miro fijamente y serio, mientras que doy otra calada al cigarro llenando mi garganta y expulsando el humo después.


—¿Quieres algo más?
–pregunto mirándole.


—No. Solo era eso.


—Entonces vete.
–espeto serio, apuntando con mi cabeza hacia la salida.




Me doy cuenta de que a veces soy más borde de lo que mi mente cree. Pero me gusta que la gente me haga caso y acate mis órdenes. No me gusta que me desobedezcan.

Nick se da la vuelta y se despide de Sophie con un "hasta luego", ella le responde con una de sus tiernas sonrisas y Nick desaparece por la puerta, dejándonos a solas.
Miro hacia Sophie, quien me mira con el ceño fruncido.


—¿Por qué eres tan frío y borde?

—Así es mi personalidad.
–me encojo de un hombro restándole importancia y doy otra calada.


—No vale justificar las cosas que haces mal con un "así soy". Le has hablado muy borde a Nick. Él solo quería ponerse en contacto contigo. No hacía falta que le echaras de esa manera.


—¿A qué viene el que estés defendiéndolo? ¿Te pone Nick o qué?
–digo con el ceño fruncido.


—No. Y no le estoy defendiendo, pero no entiendo por qué le has echado de esa manera y con esa actitud. Y, si me gustara o me pusiera Nick, ¿a ti qué te importa?
–frunce el ceño.




Vaya que si me importa.
Y mucho me importa.

Frunzo el ceño lleno de rabia y de coraje.
La miro con el ceño fruncido y cara de pocos amigos.




—No me importa una mierda. Es más, si quieres follartelo, llámalo y follatelo. Al fin de cuentas esto solo ha sido un polvo más. Me apetecía follar y estabas en casa, y te has dejado.
–me encojo de hombros.


—Eres un gilipollas.
–espeta.


—Seré todo lo que quieras. Pero te he querido follar y te has dejado.




Apago el cigarro ya consumido en el cenicero, y veo como Sophie se levanta del taburete y camina hacia mi. Ahora puede caminar mejor, aunque todavía parece que le cuesta un poco.
Se detiene frente a mí y estampa su mano contra mi cara; giro mi rostro hacia un lado y llevo mi mano hacia mi mandíbula.


—Me da igual que seas un mafioso y me da igual que seas peligroso. No vuelvas a hablarme así nunca más. Y si hemos follado, es porque yo he querido también. Sino no me hubieses tocado ni en tus sueños.



Me pone que saque coraje y me plante cara. Aunque a la misma par, me cabrea de cojones que alguien quiere tener más autoridad que yo.

¿Un mafioso enamorado? •EDITANDO•Donde viven las historias. Descúbrelo ahora