Capítulo 32

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Sophie

Grayson tropieza y casi cae encima de mi. Por instinto, destapo mi cuerpo y apoyo mis manos encima de su pecho para que no llegue a chafarme contra la pared, aunque no lo ha hecho. Él ha sido rápido y ha colocado sus manos en la pared a cada lado de mi cuerpo, y eso ha hecho que nuestros rostros queden muy bien cerca.

Grayson es mucho más alto que yo, pero tiene su cabeza ligeramente agachada hacia la mía, mirándome fijamente bajo esa mirada grisácea e intensa que a cualquiera le pondría los pelos de punta.
Caigo en cuenta que estoy desnuda frente a él sin taparme cuando sus ojos bajan hacia mis pechos y los observa con ojos hambrientos. Trago saliva, incómoda, y tapo en seguida mis pechos con mis manos. Él sube la mirada hacia mis ojos de nuevo, con una pequeña sonrisa ladeada pícara que a los segundos deshace y vuelve su semblante serio. Y nos observamos sin hablar y sin decir nada, solamente nos miramos.

Le observo detenidamente, fijándome en lo guapo y sexy que está con pelo empapado con algunos mechones pegados a su frente y mirándome de esa forma.


—¿Habrá sido esto una señal del destino?
–dice medio riendo.



Toda esta situación es incómoda. Pero aún así, se siente la tensión sexual que hay entre los dos.

Quiero empujarle fuera de la ducha y echarlo, pero a la misma vez, quiero que me bese y me haga suya contra la pared de la ducha. Tengo sentimientos encontrados.


—¿Qué te tropezarás y cayeras encima mío? ¿Por qué el destino haría algo así?


—Porque sabe las ganas que nos tenemos y ve que ninguno da el paso para cortar la tensión sexual que hay entre los dos.



Me quedo callada ante su respuesta, sin saber qué decir.

No sé si lo habrá dicho de broma acerca de lo del destino, pero yo sí creo en el destino y en las señales. Aunque no creo que esta haya sido una, sinceramente.

Me mira ahora serio, con la mandíbula apretada y sus ojos clavados en mi.



—¿Crees en las señales y el destino?
–pregunto curiosa.


—¿Tú no?


—Sí. Pero me sorprende que un mafioso crea en esas cosas.


—No deberías de juzgar a la ligera. Los mafiosos también somos personas.


—Personas frías y sin corazón.

—Sin corazón –repite–, sí, pero somos personas. Podemos creer en esas tonterías si queremos.



"Tonterías". Definitivamente no cree en ello. Aunque lo esperaba.

Opto por no decir nada y quedarme callada. Nos observamos fijamente, sin hablar. El ambiente está muy tenso y cada vez lo está más; y nuestras respiraciones están ligeramente agitadas y pesadas.



—¿Te importaría marcharte? Quiero ducharme. Sola.
–digo enfatizando la palabra 'sola'.


—¿Quieres que me vaya?
–murmura en una voz ronca y demasiado sexy.




No lo sé.
No sé qué decirle porque quiero que se quede, quiero que su piel caliente la mía, pero a la misma vez, no quiero que esté aquí.



—Tu silencio me da la respuesta, Barbie.
–sonríe con sorna.


—Quiero ducharme tranquila.


¿Un mafioso enamorado? •EDITANDO•Donde viven las historias. Descúbrelo ahora