Capítulo 28

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Golpeo el saco de boxeo con fuerza, con ganas y con rabia, sacando toda la rabia de mi interior.
Solo existe el saco y yo en estos momentos, nada más. Ni si quiera mis pensamientos.
Tengo la mente en blanco y estoy concentrado en el saco, el cual se mueve con fuerza cada vez que mis puños impactan sobre el; lo golpeo fuerte, le doy golpe tras golpe, seguidos y con fuerza.

—Deberías dejar de sudar así y deberías de sudar encima de mi.


Miro de reojo hacia mi derecha cuando escucho una voz femenina que en seguida reconozco; Melannie aparece por la puerta del gimnasio, con una camisa negra mía puesta, desabrochada al completo, la cual solo tapa sus grandes tetas operadas; va únicamente en un tanga del mismo color que mi camisa.

Frunzo el ceño al verla aparecer, me doy la vuelta ignorándola y sigo golpeando el saco, estando a mi rollo y desahogándome de esta manera.
Cuando algo me preocupa, cuando estoy enfadado con algo o alguien, o cuando simplemente me apetece, me tiro horas frente a un saco de boxeo golpeándolo sin parar y descargando toda la ira que llevo por dentro.

Después de un rato más golpeando el saco, decido parar por hoy. Llevo una hora y media, casi dos, aquí frente al saco. Y creo que por el momento ya es suficiente.
Detengo el saco con las manos, agarro la botella de agua que dejé antes en el suelo y doy un largo trago.

Unas manos con la manicura hecha, aparecen por mi pecho abrazándome desde atrás. Agacho la mirada y miro hacia las manos de Melannie, frunzo el ceño y las aparto, apartándome yo también.

—¿Alguien te ha dicho alguna vez que estás muy guapo sudado?


—¿A qué viene eso? ¿Qué haces aquí? Pensaba que te habrías ido a tu casa en cuanto despertaras.



No he dormido con ella.
Nunca he dormido con ella ni con ninguna otra mujer. Anoche se quedó en mi casa, pero al acabar de follar me levanté y me fui a otra habitación.
Nunca he dormido en la misma cama que una mujer en la vida. Me parece algo demasiado personal y demasiado íntimo como para hacerlo con cualquiera.

Anoche vino a mi casa porque la llamé.
No me apetecía ir hasta su casa, no quería salir. Así que la llamé y Maxi fue a por ella.
Siempre soy yo quien va a su casa, y siempre que follamos allí después me voy. No he dormido nunca en su casa ni pienso hacerlo.

No soy de traer a chicas a mi casa, de hecho, Melannie junto a Sophie y una antigua ex-follaamiga, han sido las únicas tres mujeres que conocen mi casa y que han estado y dormido aquí. Ninguna de las tres sabe la dirección de mi casa. A todas menos a Sophie, las han recogido tapándole los ojos para que no sepan mi dirección. No me fío de nadie y no quiero que nadie sepa la dirección ni el camino hacia mí casa. No quiero tener problemas. Además, es algo muy íntimo.
Sophie es la excepción porque la primera vez que la traje aquí, durante el camino a mi casa se durmió en el coche, así que no tuve problema. La segunda vez, estaba tan enfadada y con la mirada clavada en la carretera, que muy seguramente ni se enteraría del camino, además era de noche y tampoco se veía demasiado. Aunque para ser sincero, tampoco creo que le importara demasiado. Podría jurar que podía escuchar sus pensamientos insultándome sin parar mentalmente durante todo el trayecto.

Los únicos que saben de mi dirección y el camino hacia mi casa son mis cuatro hombres de máxima confianza: Nick, quien vive cerca de mi casa, Byron, William y Maxi. Nadie más.


—Deberías de vestirte e irte a casa. Ahora llamo a Maxi para que te lleve.

—¿Por qué? ¿No quieres divertirte un poco?
–dice sonriéndome sensualmente.



Sé a lo que se refiere. Y sinceramente, ahora no me apetece.

Miro hacia ella, bajo la mirada hacia su cuerpo semi desnudo y le hago un recorrido con la mirada de pies a cabeza; está buena de cojones, pero no me apetece follar ahora.


¿Un mafioso enamorado? •EDITANDO•Donde viven las historias. Descúbrelo ahora