Capítulo 27

146K 7.3K 603
                                    

Entro a la nave del polígono donde solemos cometer nuestros actos, y mientras voy acercándome a ellos, saco un cigarro y lo dejo entre mis labios para prenderlo, le doy una calada mientras que veo a lo lejos la escena que hay frente a mis ojos; están golpeándolo, sollozos y gritos de dolor se escuchan por toda la nave.
Ellos al verme aparecer paran de golpear al hombre que está atado en la silla de madera y se separan de inmediato de él, quedándose a un lado de él con cierta distancia.
Me miran manteniéndose callados y me saludan como yo les saludo: con un movimiento de cabeza. Nadie dice nada, ni ellos ni yo.

Me acerco hacia el hombre que está en la silla mientras que fumo tranquilo.
El hombre que está atado, Mark, alza su cabeza y me mira, y al darse cuenta de que soy yo, su mirada cambia a pánico y terror; tiene un ojo morado e hinchado, casi cerrado, el labio partido al igual que la ceja y la sangre borbotea por su nariz, su boca está casi en las mismas condiciones; la camiseta que lleva está llena entera de sangre y empapada de sangre de ahora y de sangre de estos días atrás en los que lleva aquí siendo golpeado y torturado.


—Grayson –murmura en voz apenas audible, mirándome fijamente–, por favor, no... por favor.


—Por favor, ¿qué?
–espeto frívolo, mirándolo sin pena alguna.


—Suéltame, por favor. Déjame explicártelo...


—¿Qué tienes que explicarme? –pregunto enfadado, acercándome a él– ¿qué has perdido cinco kilos de mi puta coca? ¿Qué me debes dinero y todavía no me lo has dado? ¿Eso vas a explicarme?
–digo entre dientes.


—¡No sabía que la policía estaba fichándome, joder! –dice entre sollozos–. No he contado nada, te lo juro. No contaría nunca nada, ¡no te traicionaría! No sabía que la policía estaba en aquel punto, no sabía que me iban a quitar la droga... joder, tienes que creemete.


—Cállate la puta boca –espeto con rabia–, cállate porque solo dices mentiras.



Mark habla sin apenas fuerza, le cuesta respirar. Me mira con los ojos llenos de lágrimas, intenta zafarse de la soga que rodea sus manos y sus pies pero no puede moverse ni un solo milímetro, está bien atado a la silla.

Estoy frente a él, estático, como si nada. Mirándole fijamente sin moverme del sitio mientras que fumo tranquilo y tiro el humo hacia su dirección.
No me transmite nada, ni si quiera un poco de lástima. Al revés. Estoy furioso y cabreado de cojones. No hay nada que me joda más en esta vida que perder droga, pero más aún, perder dinero. Íbamos a conseguir una buena pasta distribuyendo y vendiendo esa mierda, y ahora, ya son kilos perdidos y dinero perdido que no se pueden recuperar; la rabia que llevo dentro por haber perdido la coca me tiene hirviendo la sangre.

Miro hacia Nick, Byron y William, quienes están a mi lado derecho, observándome y esperando a que actúe, pero manteniéndose callados.

Doy calada tras calada a mi cigarro mientras que le miro, sin un ápice de emoción en mi rostro mientras que llora, solloza y me suplica.
Pero me es indiferente; estoy acostumbrado a hacer esto y no me da ninguna lástima.

Suelto el humo por la boca y me acerco a paso lento hacia él, colocándome a un lado suyo. Le agarro del pelo con fuerza y tiro su cabeza hacia atrás; acerco mi boca hacia su oído para hablarle;


—Has perdido cinco kilos de cocaína. Te dimos cinco días para recuperarla o para darme el dinero que habías perdido de la coca. ¿Y dónde está? Porque yo no lo veo aquí.


—Te lo iba a dar, joder. Voy a dártelo. ¡Pero no es fácil conseguir esa cantidad de dinero en tan poco tiempo! –dice alterado, llorando–. Dame una semana más, por favor... prometo que te daré todo. No faltará ni un solo centavo.



¿Un mafioso enamorado? •EDITANDO•Donde viven las historias. Descúbrelo ahora