Capítulo XVIII

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Tobirama Senju se deshizo de su happuri en cuanto entró a la villa. El aire fresco le revolvió el cabello y lo agradeció, aplacando un poco el sudor de la frente. El traje de placas, tradicional de su clan, se le hacía un poco extraño de vestir –acostumbrado a llevar ropa más ligera tras su estancia con los Inuzuka.

–¿Cómo va el tema de la academia?

Su prima Tōka le acompañaba. Regresaban de una sencilla misión de reconocimiento al norte, en la frontera con Kaminari no Kuni. Era la primera misión que Tobirama aceptaba desde su vuelta a casa –un par de semanas habían sido suficientes, el Senju necesitaba actividad. Sabía que era un shinobi sensor incomparable, y pensaba demostrar sus habilidades a cualquiera que las pusiera en duda –comenzando por su propia familia.

–Hemos pasado de un 'no' rotundo a un 'no, pero' –el hombre contestó–, así que algo se ha avanzado.

–¿Hay algún clan que nos apoye sin condiciones?

–No –Tobirama esbozó una sonrisa fugaz–. Los Sarutobi están a favor, pero quieren asegurarse de que las enseñanzas que se impartirán en la posible academia sean adecuadas. Y los Uchiha también, poniendo el foco en los docentes. Los Shimura y los Hyūga son los más reacios, y el resto aún permanecen en un limbo.

La mujer asintió en silencio. Tōka Senju estaba cerca de la cuarentena y el tiempo ya empezaba a notarse en su rostro. La dura vida de kunoichi que había llevado le había marcado el cuerpo con heridas, cortes y marcas. No se había casado y tampoco tenía hijos, pero abortó una vez al poco tiempo de constituirse la villa.

Las malas lenguas dijeron que se había enamorado de un comerciante de telas que ya tenía una familia en la otra punta del país, y que él había sido el padre de la criatura y ella, culpable por haberse encamado con un hombre casado, decidió abortar. Pero eso sólo eran rumores que nadie, nunca, pudo comprobar.

Cuando se lo contaron a Tobirama al poco de regresar a Konoha, no quiso hacer caso. Tōka era una mujer fuerte que no había tenido una vida fácil –las mujeres que anteponían su trabajo a formar una familia nunca la tenían–, y le tenía un enorme respeto por ello. Su visión sobre las mujeres cambió mucho cuando convivió con los Inuzuka.

–Me sorprende que los Uchiha estén por la labor –comentó.

–¿Por qué? Anija me ha contado que, en términos generales, la convivencia es buena.

–Y lo es, pero con él. Izuna Uchiha está eternamente agradecido a Hashirama por lo que hizo, y eso condiciona mucho las decisiones que toma el clan –Tōka murmuró, posando su vista en las gentes de la villa mientras caminaban hacia la Mansión del Hokage–. Pero, ahora que estás tú...

–Soy consciente de que la situación no es igual porque yo no soy mi hermano –el Senju contestó algo que era obvio–. Pero mis intenciones con Izuna no guardan rencor alguno.

–Pero... ¿Y él? ¿Te guarda rencor? –la mujer continuó.

Tobirama no tenía respuesta para esa pregunta. Sabía que Izuna Uchiha iba a ser un foco de conflicto o, al menos, de inestabilidad. Primero, debía asegurarse de que el Uchiha comprendía que no albergaba sentimientos negativos hacia él. Al revés, lo único que quería era resolver un asunto pendiente desde hacía tanto tiempo –su asunto pendiente.

Había pensado en disculparse, pero... ¿Se lo tomaría a bien? Después de tanto tiempo, Izuna podía pensar que se estaba riendo de él –nada más lejos de la realidad. Quería demostrarle que, durante sus años en el exilio, había cambiado. Mucho, además. Había cambiado radicalmente en algunos aspectos.

Y, echando la memoria atrás, había descubierto momentos compartidos con el Uchiha que tenían un significado mucho más profundo vistos desde otro prisma.

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⏰ Last updated: May 13 ⏰

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Mi niño de las floresWhere stories live. Discover now