Capítulo XVII

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El Consejo del Hokage era uno de los órganos más importantes de Konohagakure no Sato. Constituido por los representantes de cada clan ninja que residía en la villa, se encargaba de sugerir, debatir y aprobar leyes para el bien común de la villa. Con el tiempo, dicho Consejo había ido aumentando de tamaño, si bien sólo los clanes de tamaño considerable accedían a él.

Los clanes más pequeños y los civiles tenían otro consejo, el Consejo de la Villa, donde el Hokage les transmitía las decisiones tomadas por los shinobi. Si los civiles no estaban de acuerdo con las leyes tomadas, las rebatían y revocaban, y no se aprobaban hasta que ambos Consejos estuvieran a favor.

Al principio, el Consejo del Hokage desestimaba –sobre todo, algunos miembros concretos– las opiniones de los civiles y los clanes más pequeños. Pero fue decisión única de Hashirama crear un órgano similar para ellos, para dar voz a los débiles y evitar, así, un acaparamiento de poder en manos de los más fuertes.

Su misión como ninjas de Konoha era proteger a cada uno de sus habitantes, ya fuesen shinobi o civiles. Ninguna vida valía más que otra. Todos, del primero al último, formaban la familia que constituía Konoha. Era, a fin de cuentas, la ejemplificación de su Voluntad de Fuego.

Hoy, primer día de marzo, Hashirama Senju sabía que el Consejo estaría revuelto. Sería la presentación de su hermano como nuevo representante de los Senju –sustituyendo al que había–, pero además anunciaría su propuesta para crear una academia ninja común para los más pequeños. Iban a saltar chispas.

–¿Preparado, otōto?

Hashirama observaba a su hermano mientras terminaba de vestirse. Como Hokage, llevaba puesta su túnica y su haori, aunque el sombrero seguía guardado en la cómoda de su habitación. Tobirama iba mucho más informal, habiendo cambiado la camiseta negra del uniforme por una malla más fresca y un haori azul de manga corta.

El azul siempre había sido su color, así como el rojo era el de Hashirama.

–¿Cómo crees que reaccionarán? Tú los conoces mejor que yo.

–Bueno... Es difícil de decir, pero sé con certeza que tres clanes, como mínimo, se opondrán nada más escuchar la propuesta –el mayor contestó, saliendo de la residencia.

La reunión se realizaba en la propia Mansión Hokage, en el ala izquierda. Aunque hubiese un pasillo que conectaba todas las alas por dentro, a Hashirama le gustaba salir a la calle y volver a entrar para tomar un poco de aire. Le gustaba mucho la Naturaleza, y ahora, por desgracia, pasaba muchas horas dentro de los edificios.

–¿Y entre ellos? ¿Cómo se llevan? –Tobirama se interesó.

–Ahora lo descubrirás –Hashirama contestó con una sonrisa.

Hieru los estaba esperando en la puerta, puntual como siempre, con varios rollos y documentos en las manos. Los saludó con una reverencia y les abrió la puerta, siendo Hashirama el primero en atravesarla. Todos los consejeros ya habían llegado, sentados en sus respectivos puestos. Una mesa larga y rectangular se situaba en medio de la sala, y a ambos lados se colocaban los consejeros.

Al frente de la misma, encima de un escalón, la silla del Hokage –casi parecía un trono, aunque mucho más pudiente– y, a su lado derecho, otra mesa más pequeña para tres escribas, uno de los cuales era Hieru.

A un lado, Senju, Sarutobi, Nara, Kurama y Akimichi. Al contrario, Uchiha, Shimura, Hyūga, Aburame y Yamanaka. Todos ellos eran hombres de mediana edad, aunque a algunos de ellos ya se les notaba el paso del tiempo en el rostro. Bien vestidos con kimonos y haoris con su mon correspondiente, orgullosos de sus familias.

Mi niño de las floresWhere stories live. Discover now