Veinticuatro

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VEINTICUATRO

Brook

La plática con Amelie se había extendido tanto que perdí la noción del tiempo, había pasado una hora y media, fue que me di cuenta cuando mi padre se unió a nosotras.

—La chef me avisó que la comida está lista.

Amelie sonrió y se levantó de la mesa, había bebido tanto té que hasta olvide que tenía el estómago vacío.
La gran mesa estaba llena de comida, todo tipo de cosas, incluso me planté la idea de que invitarían a más personas.

—¿Habrá invitados?—cuestione.

—No cariño, solo nosotros.

Asentí y tomé un lugar en la mesa.

Amelie estaba en la cabeza de la mesa, mi padre a un lado y yo del otro.

Tome mi plato y puse un poco de verduras, junto con una porción de salmón con aderezo y adornado con finas hierbas.
André bajó unos minutos después y se unió a la mesa, fue inevitable no reparar su atuendo, se había quitado los vaqueros color negro y los había reemplazado con un bañador color crema.

—Lamento la demora—se sentó frente a mí y a un costado de mi padre.

Amelie sonrió mientras permanecíamos en silencio.

—¿Te ha gustado el internado Brook?—cuestionó Amelie.

Tragué duro y asentí a duras penas.

—He conocido personas agradables—me limité a responder—Algunas no tanto, pero supongo que es parte de la adaptación.

—Y te adaptarás, te aseguro que será más fácil con el tiempo.

—Además Brook es muy competidora—agregó mi desagradable hermanastro.

—¿En serio?—preguntó Amelie.

—Si, está inscrita en la competencia de kayak.

—No sabía que te gustara eso...

—Ni yo—agregó mi padre.

Le hice mala cara a André, pero la ignoró, solo puso una sonrisa de victoria es su rostro.

—He estado tomando clases y es un gran deporte—me metí una patata en la boca para ya no decir más.

—Pues bueno, espero que te vaya bien en la competencia—deseo Amelie.

Asentí en agradecimiento.

El resto de la velada fue incómoda, yo repartía miradas de odio para André y él las ignoraba con tranquilidad. La tarde se nos fue tan rápido como llegó. Y llegó el momento de mostrarme mi habitación, subimos las escaleras hasta el tercer piso, cruzamos un largo pasillo y justo la habitación del fondo era la mía. Una puerta color hueso con una manija dorada me daba la bienvenida a mi nuevo espacio.

Era indescriptible.

Una enorme cama justo en el centro bajo ella una gran alfombra color crema, dos pequeñas mesas de noche justo a cada lado de la cama, a la derecha un clóset con puertas de cristal, al otro extremo de la habitación un enorme escritorio y a su lado un sillón.

—No sé qué decir...—susurré mientras paseaba una vez más por el espacio.

—Espero que te guste.

—Hace unas horas ni siquiera sabía que viviría aquí—confesé.

Amelie me dio una sonrisa seria y salió de la habitación, dejándome sola con mi padre.

—No te voy a obligar a vivir aquí, puedes conservar tu habitación en el apartamento, pasaremos ahí los fines de semana si eso te hace sentir más cómoda.

—Papá, yo estaré donde tú estés, solo es algo... difícil de procesar.

—Y espera a que le des un vistazo al vestidor...

Abrí la boca y la volví a cerrar, me dirigí a la puerta y ahí estaba, enorme y vacío.

—Amelie pensó en todo para ti... ella se sintió bien haciendo esto, extraña mucho a sus hijas.

—Puedo entenderlo—murmure.

Acaricio mis hombros—Te dejaré sola, en una hora partimos para el colegio.

Asentí mientras escuchaba la puerta cerrarse.

Salí de ahí y me senté en la orilla de la cama, necesitaba plantearme todo lo que había sucedido en estos últimos días.

Primero que todo, bese apasionadamente a André, pero estoy furiosa con el, robó mi diario y se tomó el derecho de leerlo. Por otro lado mi papá tiene una novia guapísima, talentosa, millonaria, muy dulce y es nada más y nada menos que la madre de André. No puedo pensar en Amelie sin que una punzada de culpa toque mi pecho, literalmente tuve mi lengua en la garganta de su hijo.

Y ahora viviré bajo el mismo techo que el susodicho antes mencionado.

Me recosté por completo, la cabeza me iba a estallar, de verdad, explotaría en cualquier momento.

—Wow...—una voz me hizo reventarme de la cama.

André me observaba con los brazos cruzados y un semblante insoportable.

—Pasaste de ser una quisquillosa insoportable, a casi ser una D'Angelo, y todo en menos de una semana.

Rodé los ojos—Largo de aquí.

Se acercó más a mí y pude oler su fragancia.

—¿O si no que?

Sonreí—No querrás descubrirlo.

—¿Quieres ser ruda hermanita?

La sangre me hervía, detestaba que me llamara así, no era su hermana. En un rápido movimiento tomé su brazo y lo torcí. Cuando tenía nueve años tomé un curso de verano y ahí aprendí defensa personal, nada femenino, pero muy efectivo.

André gimió de dolor pero no lo solté, me levanté de la cama y no me importó que me ganara por varios centímetros, logré ponerlo en el filo de ella y lo tomé del cuello, lo suficiente para que su aliento se mezclara con el mío.

E hice lo único que sabía que haría enfurecer a André.

Besarlo.

Tome su mentón y pegue nuestros labios, no era nada delicado, sus dedos casi perforaron mis mejillas y ahora él me tomaba muy fuerte del cuello. Paso su mano detrás de mi oreja y se pescó fuerte de mi nuca, haciendo que ese simple movimiento me sacaba un jadeo.

Podría estarlo disfrutando pero se supone que era para molestarlo, así de rápido como empezó, así terminó. Lo aleje de mí y lo vi.

Su pecho subía y bajaba, sus labios inflamados, su rostro evidentemente confundido.

—Vuelve a entrar a mi habitación y sabes lo que te espera—intenté sonar molesta.

Él no decía nada, aún respiraba con dificultad.

—Lárgate—espete.

Captó algo tarde la orden, pero salió de ahí con rapidez.

No sabía cómo soportaría vivir bajo el mismo techo, no resultaría bien.



Perdón por la tardanza:)

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Xoxo.

Las reglas del amor (borrador)Where stories live. Discover now