Las reglas del amor (borrador)

Cuatro

CUATRO

Brook

No estaba lista.
Pero debía hacerlo.

Veía como papá cerraba la puerta.

Me lo repetía mentalmente mientras el auto se alejaba cada vez más de casa.

Estoy lista, si lo estoy.

Pero extrañaría con todas mis fuerzas ese lugar, donde había crecido, había reído, había pasado buenos momentos y sobretodo había hecho grandes amigos.

Voltee a ver a mi padre, quien se mordía el labio por no llorar, se había hecho el fuerte todo este tiempo pero sabía que él estaba roto desde que mamá se marchó.

Noto mi mirada e hicimos contacto visual por unos minutos que fueron eternos.

—Estaremos bien, haremos nuevos amigos.

—Eso no me preocupa..—murmuré.

—Estaremos bien—prometió.

Con un nudo en la garganta montamos el avión hacia nuestro nuevo destino.
Ayer fue la despedida más dura, con Ava y Ada, vi a papá llorar por primera vez después del luto de mamá, fue emotivo.

Una hora después aterrizamos en nuestro destino, no estaba lejos en avión solo era una hora, el aeropuerto de Suiza estaba enorme, y cuando llegamos nos dieron la bienvenida en Alemán, un nuevo idioma que aprender.

Esperábamos nuestras maletas cuando una mujer morena se acercó hacia nosotros.

—¿Bernart Davies?—pregunto.

Mi padre asintió y se levantó de inmediato.

—Si, soy yo, mucho gusto—estiró la mano.

—Violeta Grey—la estrechó y se presentó.

Volteo hacia mi con una sonrisa.

—Tu debes ser Brooklyn.

—Solo Brook...

—De acuerdo Brook, mucho gusto.

—Igualmente...

—Trabajo para la empresa donde tu padre trabajará de ahora en adelante, estuve en contacto con el, me encargaré de instalarlos en su nuevo hogar y mañana te llevaré a tu nueva escuela.

—¿Tan pronto?—me escuche preguntar.

—Mañana tendrás una junta con la directora y conocerás las instalaciones.

Asentí. Papá tomó las maletas y lo ayude, eran como 5, tres de ellas irían conmigo, si, era mucho, pero iba a vivir allá, y juro que solo llevo lo básico.

Nos montamos en una pequeña camioneta y comenzó el recorrido hacia la nueva casa. El paisaje era hermoso, unas enormes montañas y el cielo nublado, eran las cinco de la tarde y ya se veía oscuro pero igual era increíble.

El cansancio me venció tanto que me quede dormida en el trayecto, unos pequeños toques en mi hombro me despertaron.

—Ya llegamos hija...

Abrí más los ojos y me sorprendí por completo al ver un gran edificio frente a mi.
Eran unos departamentos, no tan grandes pero muy cómodos, Violeta nos mostró todo.

—Es lindo...—susurre.

—Si, yo también vivo en este edificio así que cualquier cosa estaré cerca.

—Gracias.

—Al igual puedes tener aquí tu habitación para cuando vengas de vista.

—¿Podré venir a visitar a papá?

—¡Claro!, el instituto está a 20 minutos de aquí y la escuela les da el sábado libre, debes volver el domingo en la tarde, mañana te explicarán todo.

—Bien, creo que iré a descansar, gracias por tu ayuda Violeta.

—Hasta mañana Brook.

Sonreí y me metí a la habitación que había elegido, solo había una cama y una pequeña mesa de noche, lo suficiente para mi, me tiré en el colchón y mi cerebro se apagó de inmediato, estaba muerta de cansancio.

El olor a hot cakes me despertó, salí de la habitación y vi a papá frente a la estufa, sonreí y camine por detrás de él, tome la olla de café y vertí un poco en una taza de plástico color hueso.

—¿Dormiste bien?

Asentí aún con la taza en la boca.

—Espero que las camas de la escuela sean igual de cómodas.

—Veras que si—me entregó mi plato.

Me senté en la mesa.

—¿Fuiste a comprar despensa?

Asintió—No había nada y necesito preparar mis comidas para la semana.

—Espero que ahora que estés solo aprendas un poco a cocinar.

Sonrió—Veré muchas recetas.

—Siempre puedes hablarme y preguntarme.

—Y lo haré con gusto, tú eres mi chef favorita.

Eso me hizo sonreír, amaba cocinar desde niña y lo hacía siempre con mamá, cuando se marchó deje de hacerlo por muchos meses, hasta que papá me regaló sartenes rosas y eso me animo a volver a intentarlo.

—Extrañare cocinar para ti.

—Fuiste mi chef favorita por mucho tiempo, siempre lo serás al igual que tú madre.

Terminamos de desayunar y me tenía que alistar rápido, papá me había avisado que Violeta vendría por nosotros para ir a la nueva escuela, estaba tan nerviosa, pero logré ducharme rápido y escoger algo decente de ropa, quería verme formal y presentable.
Tome un vestido rosa de cuadros y unos tenis blancos, eran nuevos y me encantaban, rebusqué entre mi maleta y tome un cárdigan blanco, hacía algo de frío, nada alarmante. Violeta me hizo un cumplido que alegro mi día, y fuimos platicando de camino al instituto.

Parecía un castillo cuando llegamos.

—¿Es ahí?—pregunte.

—Si.

Wow...

Era enorme y estaba justo entre las montañas, atravesamos un filtro de seguridad y después nos estacionamos. Todo el mundo parecía estar sumergido en sus asuntos.

Y pronto yo sería una más de ellos.

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