Diecisiete

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DIECISIETE
Maratón 2/2

Brook

Después unos ruidos en el escritorio, hasta que escuché su voz.

—Se que alguien está aquí... mis cosas están fuera de su lugar, más vale que salgas ahora, no estoy jugando.

Carajo...

¿Como lo supo?

Claro, el señor orden tiene todas sus cosas perfectamente acomodadas.

André abrió la puerta del baño y sus zapatos se acercaban al armario, me mordí fuertemente el labio hasta que lo abrió y por inercia me lance sobre él. Me colgué de su cintura.

—¿Que te pasa?—grito con desespero.

Mis manos fueron inmediatamente a su cabello y se lo jale con coraje.

—Estas loca...

Se safo de mi agarre y me lanzo contra la cama.

—Maldito psicópata, devuélveme mi diario.

—La psicópata eres tú, ¿entras a mi habitación y te escondes como una maniática? ¿Que carajo haces aquí?

—Por que tienes algo que me pertenece, dame el diario y me iré—estaba muy molesta.

Sonrió, abrió su armario y quitó un montón de ropa, dejando ver una caja fuerte, en la cual tecleo unos números, abrió de inmediato y sacó mi diario.

Sin pena abrió una página y comenzó a leer en voz alta.

—Querido diario, jamás creí que odiaría a alguien tanto en mi vida, hasta que llegó ese idiota francés, lo detesto con todo mi ser, es repugnante, grosero, hipócrita, egocéntrico, cree que todo gira sobre él, y quiere que todo mundo le obedezca, definitivamente está muy mal de la cabeza, necesita internarse en algún psiquiátrico o algo por el estilo...

Solo me volteo a ver unos segundos, esbozo una sonrisa, y continuó leyendo.

—Aunque es guapo, no me voy a atrever a negarlo, es francés, después de todo tiene buenos genes, pero eso no justifica sus modales, se cree el dueño del mundo. Es patético, la primera vez que lo vi le estaba comiéndole la boca a dos chicas a la vez y aunque es inevitable que al principio me dio algo de envidia, cuando André se atrevió a hablar me di cuenta que no tenía cerebro solo boca... es repugnante.

Volteo a verme, la sangre me hervía del coraje.

Se había atrevido a leer mi diario.

—Bueno, al menos admites que soy guapo...

—Eso es algo privado—intente mantener la calma.

—No lo es cuando hablas de alguien tan explícitamente, esto se puede filtrar y el internado creería que estás demente, Brown hablaría seriamente con tus padres y te irías lejos, ¿a tu mami le gustaría enterarse de que su hija es una maniática?

Un nudo se instaló en mi garganta y no se por que estaba apunto de llorar en vez de golpearlo por hablarme así.

—Mi madre esta muerta, así que no, probablemente no le gustaría que su hija fuera así, pero se que ella sentiría lo mismo hacia ti.

Se quedo callado.

—¿No vas a seguir humillándome?, adelante D'Angelo, tienes todo para hacerme trizas.

—No con eso, no juego con eso.

—¿Entonces después de todo si tienes una pizca de humanidad?, wow, desde el día uno haz sido una persona terrible, deberías preguntarte el por qué todo mundo quiere ser tu amigo...

—Nadie me quiere de enemigo, por eso todo mundo me sigue.

Me eche a reír de una forma en la que mi risa hacía eco en la grande habitación.

—No André, no es por eso, les das pena, sabes, el pobre  chico que está solo, que necesita una pizca de atención para ser alguien interesante, aunque claramente nadie se interesa en tu vida, las chicas solo te quieren por lo que les puedes ofrecer.

Me baje de la cama y me acerqué tanto a él que pude oler su perfume, aunque estuviera evidentemente sudado, olía demasiado bien, era embriagador—Lo único que puedes ofrecerles es un orgasmo fácil.

Me tomo del brazo girándome y pegándome fuertemente contra la pared del armario. Mi espalda dolió y sentí como mi columna se estremecía por el frío de la puerta.

—Voy a acabar contigo Brooklyn Davies, desde el principio, desde el primer día pude haber hecho que te largarás de aquí, siempre tuve esa arma a mi favor, sacar a la nueva, la chica de Londres que es odiosa, tuve muchos puntos a mi favor, no tienes clase, mucho menos un apellido...

—No se necesita dinero para poder superarte André...

—En este mundo si Brooklyn, aquí han estado figuras muy importantes, y créeme que he sido blando contigo, pude haberse desecho de ti desde el inicio.

Me acerqué más a su rostro.

—¿Y que te lo impide D 'Angelo?

Trago duro.

—Hazlo, no seas blando conmigo, muéstrame tu peor faceta, puedo con ello...

—No quiero hacerte daño—susurro cerca de mi oído.

Su respiración tan cerca de mi me hizo temblar bajo sus brazos, me tenía atrapada y lo sabía, claro que estaba consciente de que lo que era capaz, tampoco era idiota y había investigado sobre el, conocía sobre su vida.

Sabía a donde era capaz de llegar.

Pero mi instinto me pedía más.

—Hazme daño... muéstrame lo que eres capaz de hacer, no te tengo miedo.

Respiro hondo—Eso es lo que detesto de ti, que no me tienes miedo.

Sus ojos vieron directamente a los míos, mi piel se puso fría, sus dedos acariciaron la orilla de mi falda y rozaron levemente con mis muslos, estaba temblando.

Su dedo trazó un camino por mi mejilla y pasó un mechón de cabello por detrás de mi oreja, exhale lentamente.

—Te odio—murmuré bajo su mirada.

—Yo te detesto—aseguró.

—¿Te mueres por besarme, verdad?—cuestione.

—Muchísimo—jadeo.

Tomó mi rostro y estrelló sus labios con los míos y jamás había deseado tanto estar besando unos labios como los de él.


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Xoxo.

Las reglas del amor (borrador)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora