Siete

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SIETE

Brook

La cena fue aburrida, tal y como lo imaginé, pero al menos la comida fue buena, de eso no tengo quejas. Al final Sam resultó ser más agradable de lo que imaginé, al parecer tenía ascendencia africana o algo parecido.

Fue agradable charlar con alguien por más de diez minutos. Al salir de la cena Lina me abordo.

—¡Hey!, no sabía que estábamos en el mismo grupo.

Sonreí—Si, es que estabas ocupada con un rubio...—murmure.

Se sonrojó—André... si, es muy caliente.

—¿Tu novio?

—¡Ojalá!, no tiene novias, no le interesan los compromisos.

—Menudo gilipollas...

—Es mejor así.

Así era Luka, y resultó enamorado de mi, todo era mentira.

—¿Y por qué entraste a segundo año?—cuestionó mientras caminábamos hacia nuestro dormitorio.

El internado de noche era tan tranquilo.

—En realidad, me adelantaron el año, la señorita Brown dijo que por mi desempeño académico en mi anterior escuela.

—¡Una cerebrito!, wow...

—Supongo que aquí todos lo son.

—No todos, la mayoría están aquí por el dinero de sus papis.

—¿Y tú?

Suspiro—También, pero me esfuerzo, quiero que estén orgullosos de mi.

Llegamos a la habitación y caí rendida en la cama, había sido un largo día y mañana sería aún más. No pensé en nada, me puse la pijama y cuando mi cabeza se acomodó en la almohada, mi cerebro se apagó.

Me desperté gracias a los rayos del sol que se colaban por mi ventana. Vi la hora en la mesita de noche y eran las 7, las clases no comenzaban hasta las 8, así que tenía tiempo de una rápida ducha.

Me levante de la cama y la de Lina estaba intacta, supongo que se fue antes. Entre al baño y me senté en el inodoro, mi vejiga no aguantaba más.

—Nena, ¿me pasas un jabón?—murmuro una voz masculina que provenía de la ducha.

—Ahhhhh—grite con todas mis fuerzas.

Me levante del inodoro y alcancé a subirme las bragas y el shorts de pijama que llevaba, salí corriendo del baño y escuché como la cortina se abrió y después se asomó un torso desnudo.

Era aquel rubio, con una toalla en la cintura y sus tabletas húmedas a la vista.

¡Maldición!

Tome lo primero que vi, un cepillo y lo apunté.

—Aléjate pervertido, o juro que te haré daño— le advertí con el cepillo sujetado fuertemente.

—¿Con un cepillo rosa de unicornios?—enarcó una ceja.

—Si, puede llegar a ser un arma letal.

—Más bien tú eres la pervertida, entraste al baño mientras me duchaba, si quieres verme, solo pídelo.

—Es mi habitación, tú eres el depravado que entra a una habitación ajena y se siente con el derecho de ducharse—aclare—Jamás querría verte desnudo, soy feliz sin tener pesadillas.

—Tu compañera me dejó entrar, el agua caliente está fallando en mi edificio—explicó.

—¿Te dejo entrar antes o después de comerle la boca?

Las reglas del amor (borrador)Where stories live. Discover now