Veintiuno

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VEINTIUNO


Brook

Entre casi corriendo al baño, paga mi sorpresa estaba lleno, todas me voltearon a ver cuando abrí la puerta de manera abrupta. Respire hondo intentando calmarme y dejar de parecer una loca. Me acerqué al lavamanos y lo presione, la fría agua hidrató mis pulgares, puse una mano húmeda en mi nuca y respire.

—¡Adoro tu lazo!—murmuraron.

Voltee y me encontré con una chica morena, de linda sonrisa.

—Gracias—dije con amabilidad.

—¿Es de la nueva colección de Amelie?, no lo he visto y muero por uno.

—No, no es de su colección—asegure.

Pues horas antes de llegar a este evento, me aseguré de ver toda la colección de mi madrastra y básicamente solo se resume en vestidos y conjuntos lujosos.

—¡Qué mal!, hubiera adquirido uno—susurró otra.

Veía a través de espejo como algunas se unían a la discusión y todas estaban de acuerdo. Era lo único que faltaba, que todo el baño se pusiera a preguntarme cosas.

Tome una toalla de papel, me seque las manos con rapidez y salí de ahí.
Busque la salida más cercana y al abrir la rígida puerta de metal, el frío aire me cayó de golpe. Respire hondo y lo vi, junto a la puerta.

Volteo a verme y bajo el cigarrillo, expulso el humo y me repaso de pies a cabeza.

—¿Qué ocurrió? ¿Estás bien?—cuestiono.

Asentí—Si, lamento haber desaparecido.

—Entiendo lo abrumador que puede ser...

—Deberías entrar, tú madre quisiera que estuvieras ahí.

—Mi madre quisiera que estuviera justo aquí, asegurándome de que todo esté bien... contigo—volvió a darle una calada al cigarro.

Espera...

¿Realmente estaba hablando con D'Angelo de manera pacífica? ¿Sin gritos? ¿Sin insultos?

Qué extraño se sentía...

—Sabes... no tiene que ser incómodo—dije.

—¿A qué te refieres?—cuestiono.

—Esto—nos apunté—No tiene que ser incómodo esto, lo que sea que esté sucediendo ahora en nuestra vida, nos odiamos, es una realidad, eso no va a cambiar, no esperes que te trate como un hermano, eso no va a suceder.

—No espero que lo hagas, tampoco te trataré como una hermana.

Suspire—Bien, bien... y respecto a lo del otro día en tu dormitorio...

—Si quieres dejarlo atrás, está bien, soy un caballero y evidentemente tengo memoria de lo que me concierne, pero soy capaz de borrarla si eso deseas.

—Eso deseo—asegure.

—Hecho—murmuró muy cerca de mi rostro.

Tiro el cigarrillo y lo aplastó con la punta del zapato.
Pasó junto a mí y abrió la puerta para después entrar.

Respire hondo.

Menos mal va a olvidarlo.

Me arme de valor para volver a entrar ahí, regresar a la mesa y sonreír.

Amelie ofreció un precioso discurso, y todos aplaudimos cuando finalizó.

—Nada de esto sería posible, si no me hubiera sucedido la mejor de las experiencias, hace 21 años tuve la dicha de convertirme en madre, y mi hijo es mi gran regalo, por favor, André, sube...

Las reglas del amor (borrador)Where stories live. Discover now