— ¿Y si tu ama de llaves nos vé?


— ¿Te parece que a mí me interesa que nos vean? — escupió cínicamente para volver a besarme hambrientamente, Robert era insaciable, eso me encantaba de él.


Seguimos besándonos un largo rato mientras el avión dejaba tierra finalmente, yo sentía mi pantalón algo estrecho, entendía perfectamente porqué, la forma en que Robert me besaba era increíble.


— Mi amor — susurré entre besos — Tengo sed.


— ¿Quieres vino? — preguntó apartándose de ese beso.


— No, algo natural, no quiero beber alcohol tan temprano.


— Bien — dijo para voltear al pasillo, viendo a una azafata que pasaba empujando un carrito — Disculpe, ¿tiene algo de jugo de frutas?


— Sí señor — dijo ella tomando una copa alargada — ¿Moras o melocotón?


— Melocotón — respondió él rápidamente, sonreí al notar que mi novio ya me conocía bastante bien.


Me extrañó que sirvieran el jugo en una copa como si de champaña se tratase, tanta excentricidad me era exagerada, pero solo me limité a tomar dicha copa y agradecer, para darle un gran sorbo a la misma.


— ¿Está bueno? — preguntó Robert mirándome con detenimiento.


— Muy bueno — respondí — ¿Quieres un poco?


— Estoy bien — comentó sonriéndome con ternura, me miraba como si fuese una pieza de arte, cosa que me hacía sonrojar y sentir un poco apenado.


— Llegaremos casi a las tres de la tarde — dije algo pensativo mientras calculaba la hora en que el vuelo acabaría.


— De hecho, allá serían casi las ocho de la noche — afirmó Robert alzando las cejas sutilmente, yo le miré abrumado cuando dijo eso.


— ¡¿Qué?! ¡¿y eso porqué?!


— Cambio de horario, cariño — dijo alzando su mano para ver la hora en el bello reloj de su muñeca — En Londres son las 12:20 justo ahora.


— Carajo, el cambio de horario me va a afectar — suspiré pesadamente dando otro sorbo a mi jugo — ¿Cómo haces cuando vienes a América, no te pesa el cambio?


— Un poco, pero ya estoy adaptado a cambiar de horario constantemente, y a veces mi horario del sueño se ve afectado por mi trabajo.


— ¿En verdad? pero tu cara luce tan... perfecta, como si no perdieras ni media hora de sueño — dije abrumado tocando la mejilla ajena con mi dedo índice. Él empezó a reír sutilmente.


— Me halagas, corazón — tomó mi mejilla para besarme los labios con ternura — ¿Te cuento un secreto?

Amor Y PrejuicioWhere stories live. Discover now