24. Es igual a Mary.

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La mañana había llegado, pero, para Lana era el mismo infierno, al ser llamada por Franco y se tarde frente a él a desayunar, mientras el estaba vestido, ella seguía con la misma ropa del día anterior. Lo observa limpiar su boca, y la mira.

-No pierdas mucho tiempo en quejas, la mujer vendrá en 20 minutos.

Lana termina de desayunar y se levanta, el la agarra del brazo con cierta fuerza.

-Friega los platos y limpia la mesa, te toca esta vez- la mira con desdén- acuérdate que eres mujer.

Se aleja y mira su reloj, contando los minutos. Lana, se siente abrumada y recoge los platos sucios, ve a Franco por el rabillo del ojo que trae una caja de corazón grande y la pone en la mesa donde se encontraban los muebles, le quita la tapa y saca un vestido azul con blanco, no es largo solo llega a las rodillas y tenía detalles muy bonitos, Franco lo observa con nostalgia y mira a Lana que está limpiando la mesa con un trapo.

-Este vestido te quedará perfecto.

Lo tira en la caja y se pone el saco, se dirige a la puerta al escuchar el timbre. Lana, camina rápidamente hacia la cocina, pone los platos en la mesada y las dos manos, como si quisiera que fuera un portal y la llevará a otro lugar, no quería nada en su cara para ocultar aquellos golpes, pero, no podía con Franco, es bastante decidido. Friega los platos y se acerca a la puerta, para escuchar la conversación.

-Asi que ahora, estas con otra muchacha.

-Soy variado.

Escucha risas y, espía, como se dan un abrazo con mucha confianza, la mujer es alta y su pelo es castaño, se ve bastante joven pero, con voz de madurez.

-Escuche por ahí, que, la mujer que tienes aquí, andaba rodando en la calle.

Franco se deja caer en el mueble y pasa las manos por el reposabrazos.

-No te mienten, a veces, ayudo a las personas a salir de lugares que no merecen, pero, no agradecen.

-Le estás dando todo ¿Como pretendes que agradezcan?

Franco reflexiona un poco..

-Es igual a Mary, pero, algunas actitudes no son de ella.

-¿En que se parecen?

-En muchas cosas.. - el sonríe satisfecho- pero, esta es más sumisa, si pudiera cambiar un poco no volvería a sentir un golpe otra vez.

-¿La golpeaste?- se sorprende y niega incrédula- nunca pensé que llegarías a eso.

-Miranda, me provoco y no soy de aguantar cualquier cosita a una mujer.

Miranda deja el bolso a un lado y deja otro bolso con todos los maquillajes que utilizaría, Lana no podía creer que Franco quisiera que fuera Mary. Pero, no le encontraba ningún sentido que se parecieran, era tan diferente a Mary. Será que el veía a Mary en ella.

-Si, esa noticia sale a la luz, tu carrera política se irá a la basura.

-No dice nada, no tiene a nadie que la ayude- dice seguro de sí mismo- además, es alguien de la calle ¿Quien le cree a una persona así y más, diciendo mentiras de alguien que la ayuda?

Miranda asiente pensándolo, mejor. Organiza el maquillaje en la mesa y se cruza de brazos.

-¿Que quieres que le haga?

-Cubre esos golpes y, que pasen muy desapercibidos.

Miranda asiente, ya que después de todo, le pagaban por esas cosas.

-Espero, que nadie se fije en los detalles.

-Nadie se va a fijar, el único problema es que, sus actitudes tan sumisas me estresan.

Franco bufa y Miranda se ríe, pensando que decir.

-En algún momento va a sacar la rabia que tiene dentro, a esas mujeres hay que golpearla para que se conviertan en otras.

-Eso hice, pero, creo que no fue suficiente.

-Tendrías que hacer algo, si quieras actitudes mejores de ahí.

Lana mira a la mujer con odio y no podía creer que le diera ese consejo, no podía cambiar sus actitudes para nada, y menos para satisfacer a un hombre que vive mirándola como si fuera Mary.

-En algún momento- hace pausa y mira la hora en su reloj- ¡Lana, ven aquí!

Lana se espanta y sale de inmediato, Miranda la mira fijamente. Franco se levanta del mueble, ya que tenía que hacer otras cosas.

-Me iré, te la dejo.. espero, que no se queje.

-No lo hará.

Dice Miranda con una seguridad horrible, Franco sale y Lana siente la atenta mirada de aquella mujer.

-Se que no eres nada de Franco, solo estás aquí y eso es lo único que importa- jala una silla- Ven, siéntate.

Lana, se fuerza a ir a sentarse, quería que las horas pasarán tan rápidos como pudieran.

AVION 40.

Aiden tomaba café alrededor de varios pilotos que conversaban, en diferentes idiomas, esa mañana estaba un poco ilusionado.

-¿Crees que estuvo bien, que te haya recomendado al alcalde Franco?

Aiden lo mira y le da el último sorbo a la taza, sonríe y asiente.

-Si, pero, a la próxima me avisas tú. Sabes, que mi real trabajo no me suelta. 

-Lo se, Hombre- Juan se pone el abrigo negro ya que, estaba frío el ambiente, y estaban afuera- lo se, pero, no te va a molestar tanto.. es por tiempo, sabes cómo son los políticos.

Aiden sube las cejas y caminan hacia donde estaban los aviones, el avión privado estaba a varios metros, de color blanco y con un gran nombre que dice: CRUZ.

-¿Por qué no alquilo una villa mejor?

Juan se hace esa pregunta para si mismo y Aiden sube los hombros despreocupado.

-Las islas son bastantes silenciosas, solitarias y supongo que a la mujer le encanta estar escapando.

-Tus ideas son increíbles.

Juan se ríe y le da una palmada en el hombro, de amistad. Despidiéndose.

-Te deseo éxito, no te acerques a las mujeres de esos hombres y ahórrate un buen problema.

Aiden le empuja el hombro divertido, y Juan se vuelve a reír para dirigirse al avión y saludar a las azafatas. Los dos eran amigos desde la universidad, y por esa razón se tenían mucha confianza. Aiden, suspira y se camina al avion privado, sube las escaleras y cierra la gran puerta Blanca, ve los asientos vacios y una azafata que conocía sentada utilizando el móvil.

-Deberias dejar de utilizar el móvil.

Luisa levanta la mirada y le sonríe relajada, guarda el teléfono y se acerca.

-Por lo menos van a tener una azafata buena, en sus días de viajes.

-Espero que sea así, no quieres que provoques que choquemos el avión con una nube.

Luisa sonríe, y se cruza de brazos.

-Tu eres el hombre con más suerte, me acuerdo que hace un mes, te quejabas de que no hay otro trabajo.

-Estaba delirando, no sé si arrepentirme o no.

-Tranquilo, si te arrepentirás me dices antes para agarrar mis cosas e irme.

-Si, como si esas cosas pasarán.

Aiden se dirige a su lugar, y cierra la puerta. Se sienta y observa el sol saliendo, de alguna forma pedía en el fondo que Lana, apareciera, ya que ni siquiera durmió aquella noche, imaginando la de cualquier manera, pero, que siempre, termine en sus brazos y no se vaya nunca.

La Chica Del Contenedor Where stories live. Discover now