33: Prueba

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Annie condujo hacia el hospital a toda velocidad, mientras Mikasa miraba confundida por la ventana

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Annie condujo hacia el hospital a toda velocidad, mientras Mikasa miraba confundida por la ventana.

—¿Qué está pasando? ¿Por qué vamos al hospital? ¿Acaso estoy tan mal? —preguntó Mikasa mirándose al espejo.

Sí, estaba bien, lucía algo cansada, pero su piel estaba más brillante, suave y tersa que nunca. Su cabello había crecido un poco y se veía asombrosa; hasta su pecho había aumentado un par de tallas. Mikasa pensó, para sus adentros, que se veía muy bien, claro, quitando el hecho de que había subido un poco de peso, pero nada que realmente la aterrara.

Annie mantenía la vista fija en la carretera, sin responder. La tensión en el ambiente aumentaba mientras se acercaban al centro médico. Al llegar, la rubia estacionó el auto de manera abrupta y prácticamente arrastró a Mikasa hacia la entrada.

— ¡Annie, ya detente! —rezongó Mikasa intentando zafarse—. ¡Necesito saber qué está pasando!

—Sí, yo también —espetó Annie con voz seria, ignorando las protestas de la chica mientras la conducía hacia la recepción.

Annie se dirigió directamente al pasillo que buscaba. Al llegar, observó a una mujer rubia y de expresión seria, sentada en un escritorio, muy concentrada en su trabajo. No obstante, cuando notó a las chicas acercarse, las reconoció inmediatamente y les lanzó una suave sonrisa.

—Mikasa, Annie, qué sorpresa verlas por aquí. ¿En qué puedo ayudarlas?

—Hola Yelena, necesito hablar con el anciano —decretó Annie con brusquedad—. Y es urgente.

—Lo siento, pero el doctor Jaeger está ocupado atendiendo una visita personal y me pidió no ser interrumpido —afirmó Yelena—. Tal vez su padre pueda ayudarles. El doctor Grisha Jaeger estará disponible en unos diez minutos.

Mikasa, aún confundida, chasqueó la lengua y finalmente decidió intervenir.

—Annie, ¿por qué demonios estamos aquí? Es peligroso. Si Levi sabe que vine a ver a los Jaeger, tendré muchos problemas.

—Cállate —Annie se enfocó en Yelena—. Estamos aquí por algo urgente y necesito hablar con ese anciano, por favor.

—Pero, ¿por qué? —preguntó Mikasa, frunciendo el ceño—. ¿Cuál es la prisa?

Antes de que Annie pudiera responder, Yelena interrumpió.

—Lo siento, Annie, pero ya te dije que pidió no ser interrumpido. Su padre podrá atenderlas en diez minutos. ¿Les gustaría esperar?

Mikasa, visiblemente nerviosa, negó con fervor.

—No, no puedo hablar con él. No debería estar aquí. Yo tengo que irme.

—Ignórala —dijo Annie a Yelena—. Esperaremos a Grisha —afirmó con determinación, ignorando las súplicas de Mikasa.

Yelena las observó con curiosidad. No obstante, terminó asintiendo y les indicó la sala de espera. Mikasa, aún sin comprender del todo lo que estaba sucediendo, se dejó llevar por Annie hacia una silla. Diez minutos después, Yelena les indicó a las chicas que podían entrar al consultorio. Annie tomó bruscamente del brazo a Mikasa, arrastrándola hasta aquel lugar. Grisha se encontraba sentado en el escritorio, mirando su computadora, pero cuando las vio entrar, su rostro se iluminó de sorpresa al notar allí a Mikasa.

Liberosis (EREMIKA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora