Capítulo 28

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—Hoy lo haré, hoy será el día que le diré— me decía a mí mismo mientras preparaba su almuerzo, sabiendo que pronto llegaría.

Él se fue con Joel antes de las 10, lo que me hacía creer que entre más temprano se fuera, más temprano regresaría.

Entre las ocupaciones de mi esposo está el compartir instancias con el príncipe, aunque como no estará durante un tiempo es lógico pensar que llegará más temprano a casa.

Quería sorprenderlo con un almuerzo delicioso, además también preparé un delicioso postre que me haría ganar su permiso. Llevo mucho tiempo pensando en cómo decirlo, pero había estado alargando esta instancia para planear adecuadamente lo que diría.

Al tener todo listo, subí a poner los platos y cubiertos en la mesa, escuchando más pronto de lo que esperaba los caballos de su coche. Inmediatamente salí de casa para saludarlo, arrojándome a sus labios para depositar un tierno beso en ellos como si llevásemos años sin vernos.

Él dice que disfruta esta clase de recibimientos, lo que me hace ganar puntos extras para emplear mi pregunta durante el almuerzo.

—¿Fue un buen viaje? —pregunté entrando con él a casa.

—Sí, todo estuvo en orden y los soldados parecían casi tan emocionados como el príncipe por ir allí— me decía con una sonrisa.

—¿Joel también?

—Sí, el muchacho se veía bastante alegre, yo también lo estaría si tuviese una madre como la suya.

—No digas eso— lo regañé con una sonrisa— ve a sentarte, enseguida te sirvo la comida.

—No, tu siéntate, yo te sirvo— dijo depositando un beso en mi mejilla antes de acercarse a la cocina en busca de los recipientes de cerámica donde dejo la comida.

Como me gusta ser atendido, no pude evitar sentarme en mi lugar mientras él traía las cosas que me faltaban para que yo descansara un poco.

—Se ve delicioso— me dijo con alegría.

—Sí, lo hice con mucho amor— dije creyendo adecuado mencionar lo que deseaba una vez terminara de comer.

No quiero estropear el almuerzo, así que preferí esperar y conversar de otras cosas, añadiendo también la increíble noticia de que varios brotes lograban distinguirse en la huerta que él me preparó.

—Pronto comeremos verduras de tu huerta— me decía contagiándose con mi alegría— ¿ya pensaste en la tienda?

—Sí, lo he estado pensando, pero creo que sería adecuado hacerlo de otra cosa.

—Tus tartas son deliciosas, si las vendes seguramente mucha gente se volverá adicto a ellas— me aseguraba.

—¿Qué tal un almacén? He visto que mucha gente va a la ciudad por zapatos, café, azúcar, entre otras muchas cosas, si tuviésemos un almacén ellos ya no tendrían que ir allí.

—Es una buena idea— comentó pensativo.

—Ya vi un sitio que podría comprar, está justo al centro y antiguamente era una biblioteca, pero deseo pedirte un favor...

—Claro, lo que quieras—accedió antes de que hiciera mi petición.

—En el bar de la señora Paulina dejé todas mis cosas, eso incluye mis ahorros, así que me preguntaba si...— fui diciendo, sintiendo temeroso por la respuesta— podría ir...

—Prometiste que...

—Por favor— le pedí, posando mi mano sobre la suya— no quiero que me pagues todo, yo también quiero colaborar contigo.

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