Capítulo 23

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La primera vez siendo esposos en la intimidad debía ser algo especial, se supone que desde ahora sólo seremos nosotros dos y que da el comienzo a muchas aventuras como pareja, nos da paso a la exploración y nos permite encontrar aquello que nos gusta a la hora de intimar.

Yo creía que la primera vez debía ser algo tierno, no necesariamente pervertido, ni sofocante, ¡se supone que es nuestra primera vez! Lo hemos hecho varias veces antes, pero esta era la primera vez como recién casados y deseaba que fuese especial, sin embargo, hacerlo en una casa ajena es realmente desvergonzado.

¡Accedí! Lo peor es que acepté esto, sin esperar que pasaríamos de hacerlo en el salón, a hacerlo en la escalera.

No había ningún mueble cómodo para hacerlo, en la escalera él estaba por detrás de mí tomándome de las caderas, manteniendo sus rodillas ligeramente flexionadas para quedar a la altura de mi agujero. Yo estaba arrodillado en el tercer escalón, mientras que apoyaba mis brazos en el cuarto, rezando para que no nos cayésemos.

La tercera vez él se sentó en el último escalón, impidiéndome que pudiese llegar a la planta de arriba. Estábamos desnudos, yo quería subir para ver si había algo con lo que limpiarme, sin embargo, él, tras estar sentado con las piernas abiertas para impedir que pudiese avanzar, dijo: "Te ves cansado, siéntate un rato" sosteniendo en el proceso su miembro con la mano izquierda.

Traté de negarme, me daba miedo caerme, aunque no puedo decirle que no cuando es tan persistente, además dijo que sería la última vez...

Yo le di la espalda para apoyarme en el barandal de la escalera, realmente estaba bastante alto y para variar, podía ver la puerta principal justo al término de la escalera.

La puerta está al centro de la casa, la escalera estaba apoyada contra la pared, no era una escalera muy inclinada, ya que se había hecho para que fuese "fácil" subir los muebles al segundo nivel, aunque eso no quita que el golpe al caerse sea fuerte.

Me asustaba caerme, también me asustaba que el dueño regresara y abriera la puerta, sería realmente muy humillante ser descubierto con las piernas abiertas, mientras mi esposo me toma de las piernas para separarlas y así expandir mi agujero al que golpea con violencia y satisfacción.

Es una posición incómoda, estoy de cuclillas en sus piernas, moviendo mis caderas tal como él me pide, ¡Se siente bien! Lo peor de esto es que me gusta, su erección entra con profundidad, me llena de cosquilleos y espasmos de placer, lo que de cierto modo me hace perder el miedo de caerme.

El orgasmo que tuve en la escalera fue grandioso, me había sentido realmente bien y ensucie unos escalones con mi corrida, una que salió casi a chorros debido a lo grandioso que se había sentido hacerlo de aquel modo tan profundo, aunque cuando por fin pude llegar al piso superior, caminé directo a una habitación de puertas dobles que supuse se trataría del dormitorio principal.

Esta estaba en la zona derecha de la casa, se podía ver las puertas en cuanto subía las escaleras, por ello, las abrí esperando tener un descanso.

La habitación era increíble, tenía mucho espacio y a pesar de no estar amueblada, se sentía acogedora, además tenía un baño grande donde había una tina un tanto antigua, lo que significaba que para llenarla usaban jarros o cubetas.

—Tráeme agua, por favor— le pedí al salir del cuarto de baño.

Mi esposo estaba cerca de la ventana, viendo con una sonrisa juguetona como la ventana tenía una especie de asiento acolchado donde caía perfectamente mi cuerpo recostado, esto lo comprobó al inclinarme allí y... sí, lo hicimos otra vez.

—¡Dijiste que sería la última! —le chillé avergonzado.

—En la escalera, no en la casa— mencionó metiéndose entre mis piernas con una sonrisa encantadora en sus grandiosos labios.

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